Taruchas bajo cero.
Increíble: en pleno invierno capturamos ejemplares de cuatro kilos a flote y a pocos kilómetros de la Capital Federal. ejemplares de cuatro kilos a flote y a pocos kilómetros de la Capital Federal.
Increíble: en pleno invierno capturamos ejemplares de 4 kilos a flote y a pocos kilómetros de la Capital Federal.
Aún no estamos en época de tarariras, pero igual fuimos en busca de ellas tras un Whatsapp auspicioso de Luis Lynch. Sabíamos que las condiciones de este mes no eran las más adecuadas por las bajas temperaturas, las que se potenciarían en los descampados donde la sensación térmica bajo cero podría jugarnos una mala
pasada. Sin duda, tendríamos que volcar toda nuestra experiencia para tentar a estas dientonas que se prometían suculentas.
El mensaje decía, textual: “Taruchas de tres kilos en El Hinojal. Increíble este mes. ¿Cuándo te venís?”. Dentro de las lagunas bonaerenses, este ámbito ubicado a 160 km de la Capital Federal por la Au
tovía 2 es poco frecuentado por los pescadores. Se ubica en el partido de Lezama, posee una cubeta de 230 hectáreas con una profundidad máxima de 3,80 m y mucha actividad de fauna autóctona en un colorido paisaje. El canto de las aves nos transporta a la naturaleza pura. En cuanto a las especies ictícolas que allí se encuentran, hay: bagres, carpas, viejas de agua, dientudos, mojarras y tarariras. Gracias a dos siembras que realizaron, este espejo también se encuentra en repoblación de pejerreyes.
Equipos aconsejables
Luego de haber botado la embarcación, y de escuchar algunos puntos que Luis nos marcaba sobre la pesca y los sectores más rendidores, comenzamos con el armado de los equipos: cañas de 17 lb (1 lb = 453,592 g) de resistencia en dos tramos, o enterizas en 2,10 m. Los reeles pueden ser rotativos o frontales de muy buen freno y potencia. Y las líneas, simplemente confeccionadas con boyas Plop con sistema rattling (sonoro), un líder de acero de 30 lb y anzuelos N° 8/0. Podemos usar tanto multifilamento como nailon, eso va a elección y comodidad de cada pescador. Las carnadas que en esta oportunidad rindieron muy bien: el dientudo fresco o el mojarrón, entero o cortado en filetes o trozos. Otra alternativa muy efectiva es el filete de carpa teñido en color rojo.
A medida que nos alejábamos de la costa, observábamos que nos acompañaba una helada impor tante, que se ex tendió hasta cerca del mediodía para luego levantarse. El viento suave de dirección oeste hacía que la jornada fuera muy fría. Mientras buscábamos un sector para comenzar con los primeros intentos y resguardarnos a reparo del viento, Lynch me comentaba que este espejo tiene portes de tarariras descomunales, que en la temporada pasada sacaron piezas de hasta 4,800 kg. Confirmado en persona lo que me había adelantado por celular, la expectativa se me disparó porque no estábamos hablando de ejemplares chicos. Mi gran incógnita era cómo jugaría el frío.
Intentos fallidos
En unos minutos, mate caliente en mano, llegamos a uno de los puntos estratégicos elegidos por el guía. Era cercano a un juncal emergente, lugar propicio para capturar esta especie a flote. Sin demorarnos, encarnamos los aparejos y empezamos los primeros intentos. Las líneas Plop funcionan bien si se las mueve constantemente para que el sistema sonoro altere a las tarariras dentro de su hábitat, pero los primeros intentos fueron fallidos; solo obtuvimos bagres de buenos tamaños.
Haciendo sintonía fina fuimos testeando varias profundidades entre los 40 y 100 cm pa ra la ca r nada. Hast a que, en uno de los tiros con la línea quieta, observamos una llevada muy suave, que arrastraba el engaño pero no concretaba el pique. Sin duda, una tararira
que tampoco concretó. Así que volvimos a levantar los aparejos y nos movimos a un juncal más amplio, pegado a una de las costas. Verificamos la profundidad: 70 cm de agua. Lo bueno de esta cancha era que nos daba más opciones de búsqueda, porque podíamos realizar lances tanto pegado a la pared de juncos, como también cercanos a la costa en donde teníamos menos profundidad y era más probable que el sol entibiara el agua. Así que dejamos derivar las líneas con la suave brisa que nos acompañaba, mantuvimos el pick up del reel abierto para que no tuviera nada de resistencia a la hora de los piques, y a esperar.
¡Ahora sí!
La hora justa del primer pique fue a las 11:30. Según el plan, el sol nos ayudó a entibiar el agua y, sumado a eso, la brisa ya no se notaba. Tras constantes movimientos de las líneas, las taruchas dieron el sí. Las llevadas de los aparejos por momentos eran suaves y con pequeños tironcitos, pero trabajando las Plop las irritábamos fácilmente, lo que nos llevó a concretar piques firmes que hacían desaparecer nuestros aparejos de la superficie.
F ue Luis quien conquistó el primer ejemplar, de cuatro kilos de peso y batallador, que tras feroces corridas acercamos a la embarcación. Era inverosímil lo que estábamos viviendo: toda una primicia por la época y el frío. Fue localizar el primer ejemplar para hacer sintonía fina de los equipos y empezamos a concretar piques más seguidos, con ejemplares de todos los tamaños: desde 1,50 hasta los cuatro kilos, que venían uno tras otro, algunos fallidos y la gran mayoría asegurados. La adrenalina que nos causaban estas terribles tarariras nos dio la pauta de que cuando comience a pleno la temporada, El Hinojal va a ser uno de los ámbitos cercanos a tener en cuenta en nuestra agenda.
Para finalizar el día, antes de volvernos quisimos probar otro lugar, pero esta vez bien adentro de un juncal pegado a una de las costas, orillas perfectamente caminables o vadeables, donde no hace falta embarcación. Con las líneas en el agua y en constante movimiento, no habrían pasado 10 minutos de espera para que los piques se dieran uno tras otro, incluso en dobletes con ejemplares de dos y de tres kilos y medio. Un cierre de jornada más que inolvidable, que superó nuestras expectativas: en cinco horas de pesca obtuvimos unos 30 piques, y eso que arrancamos con frío bajo cero.