Matungos en pleno verano.
El Rancho de la laguna La Soraida, en Villa Cañás, Santa Fe, nos sorprendió con pejerreyes que superaron el kilo de peso. Anticipo de una gran temporada.
El Rancho de la laguna La Soraida, en Villa Cañás, Santa Fe, nos sorprendió con pejerreyes que superaron el kilo de peso. Anticipo de una gran temporada.
Buscando los matungos de la pretemporada de pejerrey 2020, nos propusimos un scouting en La Soraida. Planificarlo no fue tarea fácil y, menos aún, concretarlo. Solamente por la fecha en la que planeábamos hacerlo comenzamos a comprender las dificultades que se avecinaban. La pesca debía ser en verano –febrero–, para que estas líneas pudieran llegar a nuestros lectores en la edición de marzo como preludio de lo que se avecinaba. Fines de semana con temperaturas que superaban los 40 ºC nos obligaron a suspender la cita hasta que el compromiso fue impostergable. Luna llena, vientos que morirían al medio día y temperaturas de hasta 30 ºC nos seguían haciendo dudar de si este relevamiento podría llegar a ser exitoso. A favor, una lluvia intensa el viernes anterior por la noche, lo que nos dio algo de esperanza.
Llegamos als ante feci no pesquero El Rancho( Villa Cañás)ant es de que amaneciera, solo con la luz de luna que nos remarcaba el duro desafío. Del otro lado del horizonte apenas se notaba algo de claridad, por lo tanto cargamos los equipos en los trackers a oscuras. Y con la intención de no fallar conformamos tres equipos con los mejores guías y grandes pescadores amigos de la zona. Todos tomaríamos distintos rumbos para explorar cada rincón de este gran charco que abarca hectáreas de campo inundado. Debíamos aprovechar al máximo el fresco de las primeras horas de luz, por lo tanto en cuanto la visibilidad fue suficiente emprendimos la marcha.
Los primeros intentos los afrontamos con la embarcación fondeada. Apostamos a que el pejerrey estuviera comiendo muy cerca del fondo, por lo tanto escalonamos el largo de las brazoladas en aparejos de tres boyas para testear a qué profundidad obteníamos piques. Desde brazoladas que superaban el metro hasta las más cortas de 10 cm. También hicimos el intento con una línea paternóster, que finalmente no obtuvo resultados.
El primer pique en la caña de
VictoriaJuanaderrumbónuestras apuestas: tomó una brazolada de 25 cm, pero se trató de un pejerrey chico, aunque sano y de buena contextura, lo que evidencia su buena alimentación y porvenir.
Inmediatamente tuve en mi caña el toque de un peje de tamaño similar, pero esta vez en la brazolada larga. Así se fueron sucediendo los piques en manos de todos los pescadores, y a distintas profundidades al mismo tiempo. Nos estábamos entreteniendo y pasando un buen momento, pero debíamos cambiar de lugar para perseguir la misión de pescar EL matungo de pretemporada. También cambiaríamos de estrategia y pescaríamos al garete.
El segundo equipo encaró un sector donde emergía del agua un antiguo molino y un tanque australiano. Mientras uno de los aficionadospermanecíapescando en el bote y obteniendo piezas de tamaño mediano –es decir, unos 30 cm–, el otro vadeaba la zona utilizando waders. Recorriendo desbordes y, detrás de unos alambrados, clavó el primer gran pejerrey de la jornada. Uno grande y combativo que rondaría los 800 g y que tomó una brazolada de apenas 5 cm encarnada con mojarra viva y filete de pejerrey fresco.
Matungos, ahora sí
El tercer grupo había estado realizando exploraciones fondeado por las orillas sin buenos resultados o, al menos, los esperados. Además habían tenido tres cortes de brazoladas por ataques de tarariras, por lo tanto recurrieron a encarar la pesca al garete, y para ello se trasladaron hacia el sector más profundo de la laguna, que ronda los 3,5 m. Controlando la deriva de la embarcación con un muerto los resultados comenzaron pronto, y los portes fueron superiores a todos los obtenidos por el resto de los equipos, tanto en cantidad como en calidad de pescado. Hermosos matungos que sorprendían por sus piques, a tal punto que el más grande de la jornada se logró lanzando en contra del garete, es decir, pescando en dirección opuesta al muerto, con la línea acercándose a la embarcación en vez de alejándose. El
trofeo que estábamos buscando había llegado, ese pejerrey que te hace desaparecer todas las boyas, combativo y resistente: ¡el pejerrey de kilo! Y en pleno febrero.
Como suele suceder, le siguieron capturas de menor porte y cada vez más espaciadas o tal vez sería que nuestras expectativas ya estaban altas. A las 10:30 de la mañana obtuvimos los últimos pescados; aunque nos quedamos insistiendo un par de horas más solo por perseverancia, en el fondo sabíamos que hasta el atardecer no volverían a picar.
Con menos de cuatro horas efectivas de pesca conseguimos lo que habíamos venido a buscar: no solo capturas, sino encontrar esos matungazos por los que tantos aficionados de distintos puntos del país visitan este pesquero en plena temporada. Si con todas las condiciones en contra –luna llena, falta de viento y calor–, pudimos realizar esta pesca en pleno verano, marzo va a ser un mes de grandes trofeos en El Rancho de Villa Cañás.
Agradecemos a Daniel Cañellas, y a todos los guías que hicieron posible este desafío: Piki Ause, Rodrigo Belesia, Tomy Córdoba, Olmes y en especial a Matías, nuestro capitán en esta pesca.