Weekend

La última.

-

Corría el año 1999 para ser preciso. Estaba cursando el cuarto año de mis estudios secundario­s en la ciudad de General Pico, allá por la vasta llanura pampeana donde hay más monte que lagunas… Por ese entonces, de adolescent­es, frecuentáb­amos el predio La Arocena, hoy ya sin pesca en abundancia aunque seguimos despuntand­o este hermoso vicio de mojar los anzuelos. El grupo de salida siempre era el mismo y la rutina también: juntar las monedas para la carnada, el pan, el fiambre…, coordinar el horario en que madrugaría­mos y cortaríamo­s la niebla del campo con nuestras poderosas bicicletas, que transporta­ban también las cañas atadas al caño con algún retazo de trapo. Pero ese día fue distinto… Coordinamo­s una salida rápida y agregamos a un compañero de curso, Luciano, quien venía de familia de pescadores experiment­ados, sabedores y de grandes relatos. Teníamos que comprobar ese mote de fama!!!

Así que, ¡en marcha camarada!

Todo transcurrí­a a la perfección. Aunque el pique había sido escaso y el sol del otoño se hacía sentir en nuestras nucas. Poco importaba, estábamos haciendo lo que más nos gustaba y nos unía. El reloj marcaba su curso y decidimos levantar los equipos, guardar lo capturado en un buen lugar para después, en casa, tranquilo y con la ayuda de papá (lo cual poco le gustaba), limpiarlo para hacer unas milanesas.

Como es frecuente, que el que termina primero de guardar… siempre… empieza a molestar o hacer alguna broma al otro. En este caso fui yo. Al observar el equipo de Luciano y al conversar sobre él, tomé su hermosa caña azul eléctrico y negra de dos tramos entre mis manos y, haciendo el ademán de quien tira la línea al agua…… ¡¡¡zas!!! ¡Siento el sonido de un plop!!!, como quien descorcha un vino.

Un frío corrió por mi cuerpo al ver cómo ese segundo tramo de la caña planeó hacia el centro de laguna… Ni el viejo pino de la orilla con sus ramas sobre nosotros lo atajó. Así que, entre gritos y div isando el tramo perdido flotando en el agua, me descalcé dubitativo y me tiré a la fría superficie mientras la f lameante bandera que se encontraba a un lado del muelle miraba curiosa la situación, como queriendo ayudar en lo ocurrido.

Cuando al ingresar doy mi segundo paso, y sin haber ni siquiera sumergido la rodilla, siento como si alguien me agarrara la pierna. Y no estaba errado… Un gran anzuelo de corvina se clavó en mi talón (hoy lo conservo de recuerdo en mi caja de pesca), mientras veía cómo, a lo lejos, se hundía la caña de mi nuevo amigo.

Sin poder hacer nada, el silencio cortó el aire. Yo, tratando de sanar y limpiar la herida, lamentándo­me por no haber recuperado el tramo (lo cual hubiera sido imposible, ya que la turbia agua de la laguna me hubiera impedido visualizar­lo, poniendo en peligro algo más valioso que una caña de pescar: la vida).

Luciano con las manos en la cabeza mientras su boca profesaba poéticas pa labras…. #$%&”#. ¿Me explico? Jajajaja es entendible, su hermano lo iba a matar porque ¡era la única caña que tenían en la familia y con eso se destruía su leyenda de grandes pescadores!

En el viaje de vuelta, el sonido de la tarde se apoderó de nuestro andar; todo era angustia y lamentacio­nes, lo cual a ningún puerto bueno llegaríamo­s más que a recordar hoy, después de tantos años, la momentánea y triste anécdota. En ese momento asumí la responsabi­lidad de comprarle una nueva caña.

En la actualidad suelo ir a tomar mate a esa pequeña bahía que se forma con la bajada de lancha junto al viejo pino, el muelle flotante, el improvisad­o bote realizado con dos medios tambores, carcomido por el tiempo y la herrumbre, donde dejó de leerse en la semicircul­ar popa: “Te fuiste”.

Mirando ese horizonte, hoy ya crecido, con mi hijo en brazos, ronda la vaga utopía de que algún día o quizás nunca, la laguna se seque y así recuperaré el tramo que marcó esa etapa de mi adolescenc­ia. Todavía sueño con devolverle a Luciano un tramo de su vida y los honores de grandes pescadores.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina