Weekend

Adrenalina a minutos de la jungla de cemento.

A una hora de la capital chilena, una escapada verde y andina donde relajarse o pasar a la acción: cabañas con spa o trekking, rafting, cabalgatas, tirolesa y escalada.

- Textos: JULIAN VARSAVSKY. Fotos: GRACIELA RAMUNDO y SERNATUR

A una hora de la capital chilena, una escapada verde y andina donde relajarse o pasar a la acción: cabañas con spa o trekking, rafting, cabalgatas, tirolesa y escalada. Por Julián Varsavsky.

Tomamos el Metro hasta la estación Puente Alto y luego el colectivo MB72 hacia las afueras de Santiago de Chile, rumbo a la comuna 52 en plena Cordillera de los A ndes, la principal escapada verde de los santiaguin­os cuando los harta el cemento. Vamos en plan activo pero también se puede ir en son de paz: pasear por la feria artesanal en la plaza del pueblo San José de Maipo, ir a comer en un restaurant­e con vista a los caracoleos del encajonado río Maipo, reposar en cabañas con spa o visitar un observator­io astronómic­o.

Nos bajamos del bus frente a la entrada del complejo Cascada de las Ánimas, que concentra actividade­s de montaña, cabañas de lujo con vidrio en el techo para ver las estrellas, domos para dormir, camping y restaurant­e panorámico. También hay un spa con salas de masajes y tinas de madera como balcones al río donde relajarse con agua calentada a leña.

Llegamos por la mañana para hacer la cabalgata a La Meseta. Montamos caballos mansos y firmes para trepar un primer cerro y al rato ya transitamo­s un ecosistema que solo existe en la parte central de Chile: el bosque esclerófil­o verde todo el año, donde conviven árboles andinos como el chillay, el litre y el colliguay, con cactáceas del norte del país como el quisco (o asiento de suegra). Esa transición –contra- dictoria a simple vista– se ve a lo largo de toda la cabalgata cuando aparecen grandes cactus. A las dos horas llegamos a una planicie de altura con miles de pinos y eucaliptus no autóctonos, desde donde se ve una larguísima pano

rámica del Cajón del Maipo con el río viboreando hasta donde se nubla la mirada. Esta excursión se puede hacer además caminando, también en medio día.

La caminata estrella en Cascada de las Ánimas se puede hacer a caballo y se llama El Pangal. Ya sea a pie o cabalgando, se arranca por la mañana porque la exigencia es más alta, subiendo tres horas con inclinació­n de hasta 45°. A medida que se sube, desaparece el bosque y predominan una vegetación arbustiva y más cactus. En lo alto del cerro El Pangal, el grupo se detiene en un refugio con una gran mesa, parrilla y baño. Quienes llegan caminando –siempre con guía– deben traer su carne para el asado si lo desean (la cabalgata sí lo incluye).

En el refugio hay hamacas para la siesta y pozones de agua cristalina de deshielos donde los valientes se dan el gran chapuzón de su vida. Desde lo alto, la perspectiv­a andina es a escala inhumana a lo largo del gran valle del río Maipo. Al fondo se erige el Monte San Lorenzo con sus 3.706 metros de altura.

Por tierra y agua

Bajamos para almorzar en el restaurant­e La Tribu sobre una terraza techada que asoma a un gran precipicio sobre el río con una panorámica de 180°. Las delicias emblemátic­as son el cordero patagónico al palo, el pastel de quínoa y el salmón a la plancha. Por la tarde el grupo inicial se divide en dos: uno se va a navegar y nosotros a sobrevolar los abis

La inmensidad sobrehuman­a de Los Andes aplasta generando la sensación de atravesar un paisaje inalcanzab­le y fugaz.

mos verdes colgados de cables de acero. Tirolesas hay por muchos lados en el surcontine­nte, pero como ésta, acaso ninguna. Me paro en una plataforma de acero para dar el gran salto: con el arnés bien sujetado, me arrojo hacia adelante y cruzo el descomunal cañón sobre el río, a lo largo de 170 metros sudando adrenalina. Y después otro salto para volver al farallón de riscos inicial. El paso siguiente es un canopy como el anterior pero recorriend­o cinco plataforma­s y un puente colgante que están en los árboles. El último salto es el más vertiginos­o: son 160 metros de largo a 50 Km/h sobre un precipicio que mide como un edificio de 10 pisos.

De regreso encontramo­s a quienes se fueron a hacer rafting y cuentan sus peripecias: “nos colocaron cascos, chaleco salvavidas y botines porque siempre entra agua, hubo una explicació­n y nos lanzamos a navegar en gomón. Al principio fue todo tranqui, pero en la parte de los rápidos hubo furor a bordo; nos preguntaro­n si deseábamos caer al agua y elegimos que no porque estaba fría”. La profundida­d es baja y el

nivel de los rápidos también (2,5 en la escala 1 a 5). Un kayak y un gomón de seguridad siguen a los turistas ante un posible vuelco, que nunca pasa a mayores.

Nosotros ya estamos sin energía y hemos venido a pasar el día. Pero quien se quede alojado en la zona –si vino en son de aventura– puede hacer escalada en la roca en la zona El Manzano, desde la complejida­d más baja a la extrema. La empresa All Mountain ofrece todas las opciones incluyendo un bautismo donde alguien que nunca haya trepado siquiera un árbol –y tenga un mínimo estado físico– se puede llevar la sorpresa de que es capaz de trepar una pared recta de 20 metros sujetado con un arnés de seguridad, sin más ayuda que las propias manos y las instruccio­nes del guía que controla desde abajo sujetando una cuerda. Un full-day de escalada con transporte y comida cuesta U$S 111. ( www.allmountai­n.cl).

Mirar el cielo

La noche no necesariam­ente es el momento del reposo en el Cajón del Maipo: muchos elijen mirar el espacio infinito en el Observator­io Astronómic­o Pailalén con un moderno telescopio Meade de 14 pulgadas, ubicado en la cúpula de un edificio cilíndrico. Además hay telescopio­s de terraza y la experienci­a cósmica se combina con otra gastronómi­ca mucho más terrenal: el chef Cristián Arévalos ofrece una cena degustació­n con empanadita­s, sopaipilla­s y pequeños platos de ají de gallina, pastel de camarones y frittata de quínoa. Un equipo de astrónomos recibe a los visitantes y entre cocteles y vino dan una charla sobre el espacio exterior. El restaurant­e es un domo que oficia de planetario durante la cena, con imágenes proyectada­s en el techo donde la gracia está en reconocer constelaci­ones. ( www.pailalen.cl).

Cuando uno estira el cuello para mirar el límpido firmamento, encuentra también a los costados el contorno oscuro de Los Andes en contraste con la noche. Su imponencia nos aplasta sin tocarnos y ejerce un magnetismo que invita a treparlos, cabalgarlo­s y caminarlos. ¿Cuál es el origen de esa energía potencial invisible que sentimos en el cuerpo? Acaso sea esa fuerza descomunal de la placa de Nazca que lleva 80 millones de años colisionan­do contra continente sudamerica­no por debajo del océano y viene levantando –centímetro a centímetro– la Cordillera de los Andes, ese corte transversa­l que va desde Venezuela a Tierra del Fuego.

No todos se animan a desafiar El Yeso. Pero el solo hecho de contemplar a quienes lo hacen es una forma de sentir adrenalina pasiva.

En Cascada de las Animas hay lujosas cabañas para alojarse y, también, un camping.

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La tirolesa de un lado al otro del gran cajón hiela la sangre y arranca gritos.
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Arriba: el restaurant­e panorámico La Tribu se especializ­a en cocina criolla. Derecha: la adrenalina del rafting combina deporte y contemplac­ión del paisaje. El puente colgante de Cascada de las Ánimas atraviesa el Cajón del Maipo.
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En El Manzano, una recta pared permite efectuar bautismos de escalada en roca de hasta 20 m de altura. Der.: una tina de madera a leña, relax y romanticis­mo a minutos de Santiago.
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El Observator­io Astronómic­o Pailalén le agrega magia nocturna al viaje. Arriba: el caballo es el medio de transporte natural para explorar Los Andes. Hay varias opciones de cabalgatas en la zona.
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La Cascada El Yeso es el salto ideal para los kayakistas extremos que se arrojan al vacío.
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