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Rocas coloradas: nuevo paraíso en la Patagonia.

- Por P. D. y J. P.

Cerca de Co modo roRi va da vi a, en Chubut, se prepara la creación de una reserva de 80.000 hectáreas entre una zona terrestre y otra acuática, para la preservaci­ón de especies y exploració­n de restos fósiles.

Rocas Coloradas es un paraíso terracota que se mantiene intacto, ideal para respirar naturaleza y sumergirse en la inmensidad de sus paisajes. Ubicado al sudeste de la provincia de Chubut, a unos 50 km de Comodoro Rivadavia, se caracteriz­a por su extrema belleza natural y su valor arqueológi­co. Posee un paisaje modelado por la erosión propia de la aridez extra andina, sumada a su génesis sedimentar­ia, que dan origen al nombre y lo transforma­n en un lugar único.

Desde el sur de la costa chubutense parte el trayecto hasta a Rocas Coloradas, ubicado a 38 km al norte del barrio Caleta Córdova y que pronto se convertirá en Área Natural Protegida, ni bien se apruebe el proyecto en la Legislatur­a Provincial de Chubut. A partir de ese momento, será más fuerte su referencia como punto de interés para el turismo de aventura y el deportivo.

Mientras tanto, el Ente Comodoro Turismo hace dos meses que está realizando los paseos Explorá Rocas Coloradas con agentes preventore­s del área, que son los encargados de preservar el lugar y concientiz­ar a los visitantes sobre el cuidado y la realizació­n de actividade­s recreativa­s de forma responsabl­e. Entre sus tareas, los preventore­s

gran diversidad de vegetación y fauna costera. Sus texturas gruesas de color rojizo, junto con el azul verdoso del mar aportan una singular paleta de tonalidade­s.

Los visitantes pueden aprovechar para descubrir numerosas geoformas que van desde mesetas, bajos y cañadones que de-sembocan en las inmensas costas bañadas por las frías aguas del océano Atlántico, donde habita gran diversidad de flora y fauna autóctona y donde hay una importante lobería. Incluso cuenta con arrecifes rocosos muy hermosos que son el refugio de una fauna especial asociada a la esa geografía como anémonas, ascidias, picolocos, mejillones, lapas de todos colores y formas así como variedad de peces varios que necesitan de esas cuevas y refugios para sobrevivir. A esto se suman dos especies de tiburones que se acercan en verano a las costas: el cazón y el gatopardo, también considerad­os en riesgo.

La belleza escénica de esta área tiene como basamento a las rocas sedimentar­ias cuyo color rojizo proviene de grandes niveles de hierro oxidado. Su presencia determina que hace 50 millones de años esa zona estuvo en contacto con la atmósfera en un ambiente pluvial: los tonos roji

zos son antiguos cauces de ríos y la parte más grisácea, marrón, marca sus costados. Dentro de las rocas rojizas hay presencia de bosque petrificad­o. Otro atractivo que tienen es la forma caprichosa que la erosión dejó en ellas y refleja la manera en que se han desgastado con el paso del tiempo. Se trata de rocas bastante blandas, uno las toca y se desarman un poco en las manos, por eso el tiempo y el viento dejaron la caracterís­tica morfología actual.

Historia cercana y lejana

Cultural y arqueológi­camente hay mucho para rescatar de este sitio: los investigad­ores partieron del recupero de fotografía­s como fuente de informació­n y de los testimonio­s de las familias que todavía residen allí. Incluso cuentan con un mapa de 1923 en el que figuran los nombres de cada uno de los colonos y las tierras que les fueron asignadas. Por otro lado, en la zona costera hay gran cantidad de restos fósiles, algunos descubiert­os por los pioneros de la palentolog­ía argentina: restos de tortugas y cocodrilos, animales vinculados a climas cálidos y húmedos como habrá sido allí en el pasado, muy distinto de lo que impera actualment­e. También tienen el registro de un monotrema, una especie de ornitorrin­co como los que viven en Oceanía, lo que da la pauta de que en algún momento los continente­s estuvieron mucho más cerca y podía darse una interacció­n entre los organismos que los habitaban en tiempos prehistóri­cos.

Entre los recursos antropológ­icos y culturales que hay en los alrededore­s, se encuentran los recuerdos de las comunidade­s que habitaron esa zona desde antes del siglo XIX. También el bosque petrificad­o que presenta restos de troncos de coníferas de más de 50 millones de años y de palmeras del paleoceno cerca de un apostadero de lobos marinos de un pelo. También se pueden visitar el Valle Lunar y el Monte de los Meteoritos.

La localidad estuvo habitada por una estancia y un conjunto reducido de casas cuyos moradores vivían de la agricultur­a y se aprovision­aban del agua de un manantial de poca profundida­d. Hoy ese caserío está des

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En muchas de sus playas se logran cuantiosas pescas de diferentes especies. Otra alternativ­a son los grandes tiburones a no mas de 50 m.
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