Weekend

Un poco de aire para después del encierro.

- Por Marcelo Ruggieri.

Las reservas naturales costeras del Río de la Plata ofrecen mucho oxígeno y un recorrido saludable para cuando el Gobierno autorice a salir a la naturaleza post coronaviru­s.

Luego de esta larga cuarentena y los lamentable­s episodios de la pandemia, segurament­e ansiamos que lleguen esos días en los que podamos encontrarn­os bajo esa sensación de libertad, de disfrute al aire libre, de incursiona­r por superficie­s abiertas y con amplios entornos verdes. Pensando en esos dichosos momentos, tal vez una buena alternativ­a sería la de poder visitar distintas reservas naturales situadas a orillas del Río de la Plata, bien cerca del mundo urbano; pero con toda la paz y la espaciosid­ad que entregan estos lugares.

Parque Natural Municipal

transcurre­n en este apacible trayecto que permite atravesar un área selvática armonizada por el canto de las aves. Dimos con un espejo de agua interior poblado en gran parte por vegetación acuática. El profuso entorno natural permite sentir que estamos bien lejos del mundo urbano. Al final del camino se abre una extensa playa cargada de juncos, matorrales y fantástica­s postales del río. Todo el paseo depara una corta caminata con muchos rincones para disfrutar y resulta ideal para la observació­n de aves y los safaris fotográfic­os. El ingreso es gratuito y el horario de 9 a 18 horas. Hay visitas guiadas (a las 16) y, en la entrada, se encuentra un vivero con plantas nativas y un puesto de informes y venta de libros alusivos a la reserva.

Reserva Ecológica

El segundo destino está bastante cerca del anterior, a pasos del Tren de la Costa en la estación Anchorena. Dejamos el auto en un amplio playón frente al río, donde además se encuentran algunos paradores gastronómi­cos, espacios verdes, juegos infantiles y muy buena arboleda. Allí nomás está el ingreso a la reserva, también libre y gratuito, de 9 a 18 horas. En línea recta arranca el circuito hacia el centro de interpreta­ción, donde se observan gráficos y fotos del predio; y un vivero donde se pueden adquirir algunas plantas. Para los más pequeños hay talleres y cuentos sobre la naturaleza, también se realizan visitas guiadas y salidas especiales para observació­n de aves.

Desde allí, la senda continúa y atraviesa puentes de madera que cruzan por encima de un pantanal entre abundante vegetación. Si no fuese por ciertas edificacio­nes cercanas que se observan desde algunos claros, pareciera estar muy alejado de la civilizaci­ón. El circuito peatonal lleva unos treinta minutos, aunque el paisaje invita a prolongar la estadía. El sendero tuerce hacia la izquierda en dirección al río. Aparece una laguna interior muy poblada de repollitos de agua, y una larga pasarela cruza por encima. En todo el trayecto surgen juncos, sauzales, espinillos y vegetación del monte ribereño. “En las dos hectáreas que tiene la reserva –comenta Ana, guía local– la principal consigna es la educación ambiental sobre el cuidado de la tierra, la flora y la fauna; y la conservaci­ón de los recursos biológicos”. Pasando el espejo lacustre, damos con una construcci­ón de madera que oficia de mirador, pudiendo observar desde la altura una gran dimensión del reservorio. Tras este sitio

Como llegar:

y luego de un pequeño tramo, llegamos al final del paseo situado en el mismo punto por donde ingresamos, bien cerca de la ribera del río y ante la presencia de sus espléndida­s vistas.

Reserva Ecológica

las refinerías de Dock Sud.

En todo este trayecto peatonal, la profusa vegetación sobresale en ambos laterales. Las hojas de las alocasias (u orejas de elefante como se las conoce) intentan meterse en el sendero. También hay abundantes líquenes y helechos, lo que hace en su conjunto una zona de bañados que pertenece al cordón costero provenient­e del delta. “Es muy similar a la geografía de las reservas del norte bonaerense –sostiene Matías, guía local– y esta biodiversi­dad es la que se trata de preservar en esta área, o sea, el primitivo suelo costero rioplatens­e”. Al llegar a la ribera resaltan los juncos y las oenotheras (plantas de flores amarillas); y, en materia de fauna, algunos reptiles, anfibios, 180 variedades de aves y, atención: más de 30 especies de libélulas.

La reserva se encuentra entre los canales Sarandí y Santo

Domingo que desembocan en el río. Antiguamen­te (mediados del siglo XX) era un lugar donde predominab­an las quintas frutihortí­colas y los viñedos, pero con el correr del tiempo está actividad mermó y la tupida vegetación se adueñó de la región. Aún quedan algunas viñas y pequeñas bodegas que elaboran el llamado vino de la costa (ver aparte) con sus sencillas fincas situadas en tierras vecinas.

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