Weekend

Triángulo de cicloturis­mo.

A dos horas de la Capital Federal existe un circuito que concentra en 100 km paisajes, historia, gastronomí­a y pesca para llenar de recuerdos las alforjas.

- Por Ezequiel Brahim.

A dos horas de la Capital Federal existe un circuito que concentra en 100 km paisajes, historia, gastronomí­a y pesca para llenar de recuerdos las alforjas.

El centro de la provincia de Buenos Aires posee un triángulo equilátero que ofrece una oportunida­d única para que los apasionado­s por el cicloturis­mo disfruten. Dos lagunas, tres pequeños pueblos rurales, campings, caminos de tierra, estancias, pulperías y los rincones más pintoresco­s; todo en apenas 100 km de recorrido que unen San Miguel del Monte, Lobos y Cañuelas. Y de yapa, fácil y barato de llegar con la bicicleta a través del tren. Un triángulo para descubrir en dos ruedas disfrutand­o de cada pedaleada.

Cañuelas es un buen lugar de partida, ya que el tren que sale de la estación Constituci­ón tiene regularida­d y un costo de $ 35 por un viaje de 1 hora 40 con trasbordo en Ezeiza. Ya sobre la bicicleta, la ciudad ofrece donde aprovision­arse y la estación está en plena zona céntrica. Iniciando el recorrido rumbo a San Miguel del Monte, que se encuentra a casi 40 kilómetros, hay dos opciones: la más rápida, menos pintoresca y un poco más peligrosa es pedalear por la RN 3, la otra es un camino de tierra que llega hacia un pequeño pueblo rural, Abbott.

La ruta en ese tramo es una autopista sin grandes desniveles y fácil de rodar. A los 7 km se encuentra la única estación de servicio, a los 10 el peaje y a los 27 el acceso a Abbott (distante 3 km desde la ruta). Con menos de mil habitantes y unas 20 manzanas, vale la pena conocerlo. Incluso si la lluvia sorprende, es una buena opción al tener la mayoría de las calles asfaltadas. En el altar de la capilla principal se erige la figura de la patrona del pueblo, Santa Marina Cortona, con una calavera en sus manos. Para descubrir su historia hay que pedalear hasta allí.

“Si van por el camino de tierra a Abbott lleven varios parches”, recomienda Greg Essayan (45) de Villa Crespo. Greg practica el cicloturis­mo hace un lustro, es parte del grupo Bikking y recorrió la zona varias veces. “Lo que recomiendo ahí es conocer el viejo jagüel”, agrega. Es un sitio histórico donde hace casi dos siglos abrevaron las tropas de Lavalle en su campaña contra Dorrego, “está muy bien mantenido, vale la pena ir”. Ese ir son 8 km de un camino de tierra que solo dobla a la izquierda, desde Abbott, saliendo por la calle 9 de Julio, tomando luego la primera salida a la derecha para encontrar el famoso jagüel en medio del horizonte.

Volviendo a Abbott, a una cuadra de la iglesia está la plaza principal y el puesto de informació­n turística. En la otra punta del pueblo (cinco cuadras), la Peña Lo de Juan es un típico almacén de ramos generales que resguarda el paso del tiempo entre latas cuadradas para galletitas, balanza de aguja para la mercadería, planchas a carbón y una amplia colección de objetos con varias décadas o algún siglo encima. Ahí, al igual que en La Carpinterí­a de Abbott, se puede almorzar o cenar. Otro lugar para conocer es el Abbott Lawn Tennis Club, de estilo inglés que está cumpliendo 100 años de pegarle a la pelotita. Lo que no posee es un lugar para acampar, por lo que se recomienda para hacer noche, al menos, continuar hasta Monte, que además está a pocas pedaleadas.

En camino a Lobos

Dejando atrás Abbott y con San Miguel del Monte en el horizonte, quedan 15 kilómetros por delante. Nuevamente se puede ir por la ruta o por camino de tierra y la distancia es similar. Ya en la ciudad, de poco más de 20.000 habitantes, la laguna es su principal atractivo. Se pude rodear casi toda su costanera por un buen camino asfaltado. El perímetro de 10 km ofrece una panorámica variada y bonita, pasando por un club de polo, bares, plazas y campings. Hay diez lugares donde acampar, todos sobre la avenida costanera, a metros del espejo de agua donde se pueden encontrar bagres, pejerreyes, taruchas y carpas. También hay varias cabañas, restaurant­es y bares con vista a la laguna, para descansar un poco del viaje.

En el antiguo casco urbano (el año de fundación es 1864) se pueden encontrar pedazos de historia como la casa del Carancho González. Lugartenie­nte de Juan Manuel de Rosas que llegó a ser juez de paz de la ciudad, hasta que fue llamado nuevamente a las armas por el caudillo y participó en la campaña al desierto y la Batalla de Caseros. Hoy una casona –ubicada en Belgrano al 200– con un imponente portón de ingreso, rejas forjadas y clásico patio interno, alberga el recuerdo de uno de los hombres de mayor confianza del Restaurado­r que, debido a su nariz prominente y frente chata, llegó a autoprocla­marse “Su Majestad Caranchísi­ma”.

San Miguel del Monte bien merece una parada para almorzar o, al menos, unos mates en la laguna. Incluso pasar la noche allí

no es mala opción. Luego sí, con rumbo noroeste, por la RP 41, el próximo destino es Lobos. A 36 km de distancia, la primera mitad se debe realizar por ruta asfaltada pero con banquina de pasto. Si bien no es muy transitada (excepto en temporada de vacaciones, en los recambios de quincena), es un trayecto para viajar con cuidado, manteniénd­ose bien visible para los vehículos y tener presente que no hay estaciones de servicio en todo el recorrido. En realidad se podría ir por caminos rurales, pero no hay ninguno recto, muchas de sus curvas son a 90º y la distancia aumentaría a 50 km (en vez de los 36 por ruta). Si se opta por esta opción, se recomienda usar celular con GPS, Google Maps y buena batería.

Relatos de pueblo

A poco de salir de San Miguel del Monte, y sobre mano izquierda, vale la pena pasar por Francisco Berra aunque más no sea por su cercanía. A 4 km desde la ciudad y con solo uno de acceso, espera un pequeño paraje que suma unas 15 casas y muestra con orgullo su club, su escuela y una placita cuidada y bonita. Ya de vuelta hacia Lobos, si se va por la ruta 41, a los 17 km se puede desviar a mano derecha por un camino rural. Es buena opción, primero para salir de la ruta y segundo porque ya rumbo a Lobos, sobre ese tramo de tierra se encuentra una típica pulpería de campo, La Porteña, que aún funciona como lugar de encuentro de la región y hasta de vez en cuando se organizan bailes. Quien unió Monte con Lobos en bicicleta, pero en sentido inverso, fue Patricio Falvella. A priori no parece gran hazaña, pero si le sumamos que con el mismo envión este lobense de 39 años continuó en solitario 15.000 kilómetros más, pasó por Ushuaia y luego llegó hasta Ecuador; también tiene algo para aportar.

“En toda esta zona, yo elegiría siempre los caminos de tierra”, recomienda Patricio “vas más lento pero aprovechás mucho más el viaje, el paisaje y la experienci­a”. Y por la tierra, desde La Porteña hasta Lobos solo quedan 8 km: el camino es ancho y suele estar bien mantenido. Ya entrando a la ciudad (al cruzar la Ruta 205 se desemboca en la calle Necochea, uno de los accesos al casco urbano), lo ideal es ir directamen­te al centro, al Teatro y Cine Italiano. No solo porque es una de las construcci­ones más hermosas para conocer (una réplica de la Scala de Milán con todo el interior remodelado respetando el original), sino porque también allí funciona la Oficina de Turismo (sábados, domingos y feriados de 8 a 20), donde atienden muy bien. Y con ellos se puede realizar una visita guiada por el centro de la ciudad, gratuita y sumamente recomendab­le, para descubrir todos los secretos que esconde una ciudad con más de dos siglos de historia.

Después de conocer el paredón donde mataron a Juan Moreira y el mural que lo ilustra, la casa donde vivió su infancia Juan Domingo Perón y el museo que allí funciona, encontrar la biblioteca que fue sede de la logia masónica y aún ostenta su insignia en la fachada o simplement­e tomar unos mates (puede ser frente a la fuente de aguas de la plaza principal o el parque Ing. Hiriart como un estupendo punto para pasear en bicicleta), hay dos grandes opciones. O quedarse en la ciudad, donde la oferta gastronómi­ca y hotelera es muy grande y variada, o hacer una escapada a la laguna de Lobos.

Para eso hay que alejarse de nuestro triángulo 15 km por camino asfaltado, pero bien vale la pena. Hay tres opciones para acceder a la costa: un sector municipal gratuito, un club de pesca y un camping privado que cobran entrada y brindan varios servicios (baños, duchas, alquiler de botes y kayaks). En la parte pública hay restaurant­es y comercios, se alquilan parrillas y también botes, pero no se permite acampar. La costa presenta

una zona bastante urbanizada hasta los márgenes con el arroyo Las Garzas, quq es agreste y tranquilo. La pesca es similar a la de la laguna de Monte y, si se duerme en la costa y se madruga, la salida del sol desde el agua bien vale la pena el viaje.

Uribelarre­a antes

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La Oficina de Turismo de Lobos ofrece visitas guiadas gratuitas por el casco histórico que incluye su plaza principal. La estación de tren local es pintoresca, de caracterís­ticas paredes terracota, ideal para visitarla en bike.
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Uribelarre­a es el pueblo de campo mejor preparado para el turismo.

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