Familia embarcada: nueva vida a bordo.
Familia embarcada
El autor decidió mudarse con su familia a un velero. Aquí cuenta cómo tomó la decisión y cuáles fueron los primeros pasos para convertir, finalmente, al barco en su casa móvil.
pero, al ser nuevos en la cuestión, decidimos acercarnos a la Capital para pedir asesoramiento. Allí nos informaron que debíamos completar tres meses de educación presencial para que pudieran evaluarlos y así continuar con la modalidad a distancia.
Y resultó óptimo porque los vientos favorables para subir a Brasil se darían en abril, lo cual nos daba tiempo para preparar el barco, cumplir con la escolaridad de los chicos y zarpar sin correr riesgos en cuanto al clima. Pero primero debíamos recibir los papeles del Kira-Kira y comenzar con la navegación a motor aguas abajo desde Rosario. Luego de unos días de espera en la marina, los que aprovechamos para aprovisionarnos y conocer el barco, llegó el tan ansiado permiso para navegar. Fue así como nos despedimos del puerto y comenzamos con nuestra aventura, ya que a partir de ahí todo sería incierto.
No éramos socios de ningún club ni teníamos idea de adónde ir. Corría el mes de diciembre, nuestra familia es de San Fernando y debíamos sacar el barco a tierra para inspeccionarlo, pintar el fondo y llegar al inicio de clases, así que zarpamos hacia el sur probando el motor, el instrumental y, ¿por qué no?, izar alguna vela para ir conociendo el comportamiento de la nave.
La primera amarra a la que ingresamos fue a la del Club Náutico Villa Constitución, de acceso simple y muy cercano a Rosario, por lo que la navegación fue breve y placentera. Llegamos antes del atardecer y nos encontramos con unas instalaciones muy cómodas, una playa de arena realmente hermosa, con sombrillas, y una amarra donde descansamos muy contentos después de haber navegado nuestras primeras 25 millas. ¡El sueño se comenzaba a vivir!
San Pedro fue el siguiente puerto, luego de navegar alrede