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Pulmones de Buenos Aires.

Plazas y parques porteños para disfrutar en familia. Cinco espacios con mucho verde que cuentan, además, con sitios para descubrir respetando el distanciam­iento social.

- Textos y fotos: MARCELO RUGGIERI

Plazas y parques porteños para disfrutar en familia. Cinco espacios con mucho verde que cuentan, además, con sitios para descubrir respetando el distanciam­iento social. Por Marcelo Ruggieri.

Pensando en algunas salidas para después de la pandemia, una buena opción podría ser la de recorrer distintos parques y plazas de Buenos Aires donde predominan los amplios espacios, tan buscados en estos tiempos, combinados además con la presencia de determinad­as curiosidad­es y puntos de interés que otorgan un atractivo adicional.

Hacia el oeste por teño se extiende el Parque Avellaneda que, en sus 42 hectáreas, ofrece buenos espacios verdes y muy variada arboleda. Este gran predio del barrio homónimo se ubica en Directorio y Lacarra. Posee varias áreas de juegos infantiles, numerosas esculturas y un interesant­e vivero para visitar. También hay una feria artesanal, grupos de mimos, músicos callejeros y bandas sonoras; pero si de curiosidad­es hablamos, existe un magnífico combo que no debe pasar por alto. En primer lugar, un pintoresco tren de trocha angosta que realiza paseos gratuitos por todo el parque. La formación data del año 1930 y sale desde la estación Onelli, que no es otra cosa que un simpático andén con farolas, bancos y carteles ferroviari­os.

Lindero al trencito se conserva otra reliquia: el primer natatorio público que tuvo la ciudad, cuyo origen se remonta a mediados del 1700; y a metros, nomás, una señorial mansión que resalta por ser el único casco de estancia que se mantiene intacto en la ciudad. Es la emblemátic­a casona de los Olivera, edificada en 1870 con su

estilo italianiza­nte, espléndido­s balcones terraza y fachada de gran porte. Sus paredes de suave color amarillo sobresalen entre la naturaleza que la circunda. El solar era utilizado para labores rurales hasta 1912, cuando pasó a manos del gobierno porteño y se convirtió en un centro cultural. En su interior resalta una suntuosa escalera que lleva al piso superior donde se aprecia el gran vitraux central que pende del techo. La entrada es libre y gratuita, y se pueden recorrer sus salas en una visita guiada. Para los más pequeños hay actividade­s de dibujos y juegos; y, para el visitante en general, exposicion­es de distintas expresione­s artísticas.

Una estación que resiste el tiempo

No muy lejos de allí, en pleno barrio de Caballito sobre la avenida Rivadavia al 5400, se encuentra la plaza Primera Junta. Es un predio inusual, quizá único en la ciudad por su aspecto alargado y angosto.

Algunas curiosidad­es invitan a echar un vistazo. Tal es el caso de la añeja estructura de 1914 que sirve de acceso a la estación del subte A que aún resiste al paso del tiempo (todavía se recuerdan aquellos vagones de madera…); o una vistosa columna conmemorat­iva que indica la distancia ex istente desde este solar hasta nuestras Islas Malvinas: 1.837 kilómetros en línea recta.

En el centro de la plaza hay algunos puestos de venta de l ibros usados, y más a l lá la presencia de dos mástiles que a luden a l origen del ba r rio. En uno de ellos resaltan dos altorrelie­ves donde se puede apreciar la figura de La Porteña, primera locomotora del Ferrocarri­l del Oeste que llegó a Caballito en 1857; y la de una famosa pulpería; ambas son obras del escultor Luis Perlotti. El otro mástil exhibe una veleta con la imagen de un pequeño caballo, réplica fiel de la original que desde 1925 se conserva en el Museo Histórico

sino tomar a la derecha justo antes de la subida (calle Vedia) para seguir los carteles que conducen al Parque de los Niños. Hay que pasar por debajo del puente en un curioso zigzagueo hasta ingresar al predio y continuar hasta los playones de estacionam­iento. El acceso es gratuito, y tal como su nombre lo indica, es un lugar ideal para ir con los chicos. En sus 32 hectáreas situadas sobre la costa del Río de la Plata se pueden disfrutar de amplísimos espacios verdes con mesas, bancos y juegos infantiles; más algunos maxikiosco­s, jóvenes árboles, esculturas dispersas, bebederos y sanitarios.

El Parque de los Niños está ubicado justo en el límite entre la capital y la provincia. De un lado al otro sólo se puede cruzar en forma peatonal o en bici a través de un llamativo puente de hierro pintado de naranja que está sobre las aguas de un arroyo que separa ambas regiones… ¿conocías este sitio?... único sector donde la gran General Paz no limita a estas dos jurisdicci­ones.

Antigua pendiente al río

Siguiendo esta franja del norte porteño, no muy lejos se encuentran las Barrancas de Belgrano en el barrio de igual nombre, exactament­e en Juramento y 11 de Septiembre. A mediados de siglo XIX estos extensos terrenos en pendiente formaban parte de la ribera del río. Años después, totalmente parquizado­s por el arquitecto y paisajista francés Carlos Thays en 1892 (el mismo que diseñó los parques de Palermo y muchas plazas de la ciudad), se consagró como el gran pulmón de la zona. Cuenta con 67 especies arbóreas y senderos hechos con antiguos adoquines del siglo XIX (en algunos de ellos perdura la marca de fabricació­n). El predio da para ir en familia y cada integrante disfruta por igual.

Hay una plaza de juegos para niños, mesas con tableros impresos de ajedrez y dominó, un canil para perros; clases periódicas y gratuitas de aeróbica y de Tai Chi Chuan; y distintas curiosidad­es para recorrer y disfrutar. Entre ellas, una glorieta del año 1910 que fue construida en homenaje al centenario de la Revolución de Mayo. En aquella época, al mando del director italiano Antonio Malvagni, tocó la Banda Sinfónica de la ciudad que se prolongó durante muchos años. Su antigua base era de madera (hoy de material) y posee laterales de

hierro fundido, columnas ornamental­es y techo de pagoda.

Algunos entusiasta­s hoy se reúnen para bailar tango y otros estilos musicales, invitando a los visitantes a subir a la pista. Sobre uno de los laterales del parque, impacta la añeja construcci­ón que pertenecía a la casa-quinta del escritor, jurista y político Valentín Alsina, construida en 1856; pero sin duda lo que más despierta la atención es la famosa Estatua de la Libertad ¡sí, aquí en Buenos Aires!..., réplica exacta en escala reducida construida por el mismo autor de la original neoyorquin­a, el francés Fréderic Bartholdi.

Puerto Madero

Finalmente, hacia el centro porteño vale la pena conocer la nueva plaza y la “Escalinata puente” inaugurada el año pasado, que se extiende detrás de la Casa de Gobierno y llega hasta Puerto Madero (de paso y con entrada gratuita, echar una mirada al Museo del Bicentenar­io ubicado allí mismo, en las antiguas galerías de lo que fuera la primitiva aduana). Es un corto paseo con mucho verde hacia ambos lados y en el centro una arteria peatonal de 50 metros de ancho que finaliza en una imponente escalinata provista de 47 escalones, tres descansos y rampas laterales. Por debajo pasa el reciente Paseo del Bajo (autopista subterráne­a para buses y camiones) y un dato para tener en cuenta: de noche está iluminada con luces celestes y blancas, brindando una magnífica postal.

 ??  ?? Barrancas de Belgrano. Izquierda: réplica de la Estatua de la Libertad realizada en 1886 por el mismo autor que la original norteameri­cana. Centro: sector parquizado de las barrancas y casona de 1856 que pertenecía a Valentín Alsina.
Barrancas de Belgrano. Izquierda: réplica de la Estatua de la Libertad realizada en 1886 por el mismo autor que la original norteameri­cana. Centro: sector parquizado de las barrancas y casona de 1856 que pertenecía a Valentín Alsina.
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 ??  ?? El emblemátic­o tren de trocha angosta del Parque Avellaneda que funciona desde 1930. Arriba: la formación pasando cerca de la Casona de los Olivera.
El emblemátic­o tren de trocha angosta del Parque Avellaneda que funciona desde 1930. Arriba: la formación pasando cerca de la Casona de los Olivera.
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