Weekend

Una ruta alternativ­a chilena permite descubrir paisajes verdaderam­ente increíbles.

Un recorrido por el vecino país, regresando por un paso internacio­nal poco frecuentad­o y buena alternativ­a, para usuarios de SUVs cuando Cristo Redentor tiene retrasos.

- Textos y fortos: MARCELO LUSIANZOFF

En estos tiempos de pandemia mundial, las imágenes de los vehículos varados en el Paso Internacio­nal Cristo Redentor parecen muy lejanas. No obstante, esperemos que pronto el mundo vuelva a la normalidad y así podamos recorrer otra vez las rutas de nuestro país y América, para disfrutar de sus hermosos paisajes. Cuando esto ocurra, qué mejor que estar preparados y tener alternativ­as para elegir a gusto. En épocas donde los pasos fronterizo­s se atascan, el que utilizamos en este caso es una opción muy recomendab­le para regresar de Chile en momentos en que otros pasos colapsan y nuestros 4x4 o SUV nos permiten transitar con tranquilid­ad.

La caravana emprende el recorrido desde la antigua capital del Neuquén, Chos Malal; tomamos un pequeño trecho hacia el Sur por la RN 40, en el Km 2.623 pasamos delante del hito levantado para indicar mitad del recorrido de esa especial ruta. Tomamos por tierra, a unos 8 km de la ciudad; encaramos los Andes por la RP 6, hacia el Paso Internacio­nal Pichachén. El camino recto y llano en un principio comienza a seguir los caprichos marcados en el terreno por río Neuquén. En la intersecci­ón de la RP21, al ir descendien­do hacia el cañadón del río, nos encontramo­s con el último poblado de la Argentina: El Cholar, Km 63. El camino está en buen estado.

Paso Pichachén

Seguimos un suave viboreo y cruzamos un puente sobre el río Trocomán. Continuamo­s el recorrido disfrutand­o del hermoso y lacónico paisaje patagónico, mientras con su desandar de aguas el río Reñileuyu nos acompaña. Aproximada­mente en el Km 114, una blanca construcci­ón a mano derecha y un container sirven de servicio migratorio y aduana. Mientras algunos hacen los trámites, preparamos un picnic a orillas del río; a los fines de consumir los perecedero­s y llegar al lado chileno sin nada que infrinja la estricta inspección de siempre. Cuando ya casi estamos en el límite, trepamos una hermosa ladera hasta la cima de un cerro. Desde allí las vistas al volcán Antuco y la Sierra Velluda son excepciona­les. Los picos nevados se adueñan del horizonte y tomamos fotos con los antiguos testigos metálicos del límite internacio­nal. Tras unos 40 km, en territorio chileno a poco de ingresar el Parque Nacional Lagunas Laja, hacemos los tramites aduaneros.

Ruta de sabores y paisajes

El camino por momentos parece hundirse y retorcerse sobre sí mismo en la tierra, para luego salir a la superficie entre amplísimos paisajes salpicados de cumbres blancas y lagos profundame­nte turquesa. Visitamos las orillas de las lagunas, de hermoso color, y nos sorprendem­os ante un enorme monumento en recuerdo y honor a las víctimas de una batallón del ejército chileno, sorprendid­o allí por una tormenta de viento blanco con temperatur­as de hasta -25 °C, en mayo de 2005. Con estos bellos paisajes en mente, nos encuentra una opípara cena y el descanso.

Tomamos por lo que es la

columna vertebral de las vías de comunicaci­ón chilena, la 5, hacia el norte. La rapidez del andar pronto se ve interrumpi­da al tomar hacia el este. Dejamos la comodidad del asfalto y nos internamos por un camino de tierra que prontament­e se convierte en uno de pedregullo­s y piedra. A medida que avanzamos la quebrada se hace más estrecha. Al cabo de unos kilómetros, un cartel nos advierte que hemos entrado en el Parque Nacional Radal Siete Tazas. A poco de allí, nos detenemos en un mirador. A unos 50 metros de distancia, en el medio del bosque, un gran chorro de agua salta al vacío, es el salto conocido y homónimo de otros, La Cola de Novia. Seguimos atravesand­o pequeños arroyos, subidas y bajadas, curvas y contracurv­as. Finalmente llegamos a la cabecera del parque. Allí dejamos los vehículos. Tomamos una senda bien señalizada y caminamos sobre una traza sobreeleva­da de maderas. Al final nos espera un espectácul­o hermoso. Una serie de saltos forman holladas a los pies. Siete. Las Siete Tazas. Luego de mirarlos desde las alturas, descendemo­s por una escalerill­a hasta la cercanía de uno y seguimos tomando fotografía­s. El regreso nos toma la tarde, cena y a descansar.

Vía Santa Cruz

La mañana nos encuentra desandando el camino hacia Lolol. Pasando por el hermoso valle de Colchagua, lugar de las mejores bodegas, pactamos allí uno opíparo almuerzo. Para ello dejamos por un rato el rumbo Sur y tomamos vía Santa Cruz hacia la pequeña localidad de Lolol. Mientras nuestro almuerzo se alista, tenemos suficiente tiempo para disfrutar de una visita al Museo del Automóvil, instalado dentro de la misma bodega. Allí conviven muy lindos ejemplares de los autos más representa­tivos de la industria automotriz mundial. Un ejemplar del De Lorean, copia del de la épica “Volver al Futuro” se pavonea, cercano a un bello y verde Jaguar E Type.

Una Ferrari se destaca con su caracterís­tico color rojo presumiend­o ante un incombusti­ble Citroën 2cv. Y así, luego de saciarnos el alma automovilí­stica, con vehículos de las primeras épocas de la locomoción hasta la década de los noventa, nos dirigimos hacia un pequeño cerro donde se enclava el restaurant­e de la bodega. Pero, antes de ello, subimos hasta lo alto por medio de su teleférico para observar desde allí el hermoso paisaje circundant­e. Ahora sí, descenso y almuerzo bien regado. Las tranquilas vías comarcales nos devuelven

a la ciudad de Santa Cruz, donde por la tarde visitamos el Museo de Colchagua, reconocido en el mundo. Nos albergamos en otra bodega. Atravesand­o a pie por entre las vides, llegamos a su restaurant­e, el que nos prepara para un buen descanso de regreso.

Tomamos la Au. Panamerica­na, pasamos la localidad de San

Rafael y en el Km185 nos descolgamo­s hacia la salida J55. Luego de poco más de 30 km, vemos cómo la pendiente de los Andes parece querer abrazarnos y forma una estrecha quebrada por la que nos adentramos... Ahora la traza será acompañada por el río Teno; estamos a tan solo poco más de 300 msnm. Donde el río Claro desemboca en el Teno se encuentra la localidad de Los Queñes, casi a mitad de camino y como último lugar para comprar alimentos durante el trayecto. Un vehículo ha venido penando con su cubierta y allí debemos repararla nuevamente. El río muestra sus aguas bajando entre estallidos de color azul intenso y espasmos de blanca espuma.

picos nevados y se encharcan a sus pies. A tan solo 6 km del límite, el celeste de nuestra bandera argentina, que flamea sobre un corto mástil, contrasta con el ancho glaciar, mientras el blanco parece fundirse en él.

Termas El Azufre

Llegamos al puesto de control argentino. Descendemo­s y efectuamos los trámites de rigor, ante los dos únicos agentes del lugar, que se ven sorprendid­os ante la inusual cantidad de vehículos, pasando por allí al mismo tiempo. Más adelante pasamos frente al ingreso de las Termas El Azufre; el río Valenzuela, nos irá acompañand­o de aquí en más por muchos kilómetros. Tras una curva hacia la izquierda, debemos detenernos por un gran arreo de ganado. Una vez que nos hacen paso, seguimos camino. Poco más adelante hacemos un alto para almorzar, al borde del turbulento río que corre con resuellos de espuma y destellos dignos de piedras preciosas. Un viejo puesto abandonado al borde de la RPR 226 por el que transitamo­s, nos indica el desvío de una huella. Esta nos lleva a atravesar el río por un viejo puente de hierro, amarillo.

Una vez que lo hacemos, la senda sube por el lomo del cerro en un ir y venir constante, dejando en su dibujo cerradas curvas de mucha piedra suelta. Al llegar a la cima, el paisaje es grandilocu­ente. Unas hermosasba­rdasblanca­snoacompañ­an desde el Este. Quebradas, cruce de arroyos y hasta algunos cúmulos de nieve se suceden en el camino. Finalmente, un último viboreo en descenso lleva a la caravana al ingreso del famoso Castillo de Pincheiras. Unos kilómetros y minutos más de largas rectas, nos hacen llegar a la ciudad de los cielos límpidos: Malargüe. La cena de despedida se embebe de buen vino, de risas y conversaci­ones sobre los próximos destinos; los paisajes y aventuras por venir.

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 ??  ?? Saltos de agua del Parque Nacional Radal Siete Tazas, en la Región del Maule, a 275 km de Santiago de Chile.
Saltos de agua del Parque Nacional Radal Siete Tazas, en la Región del Maule, a 275 km de Santiago de Chile.
 ??  ?? La caravana trepó hasta la cima de un cerro, en el mismo límite internacio­nal, para lograr hermosas e increíbles vistas de 180°.
La caravana trepó hasta la cima de un cerro, en el mismo límite internacio­nal, para lograr hermosas e increíbles vistas de 180°.
 ??  ?? Izquierda: arrieros sureños en plena labor con el ganado. Derecha: detalle de la placa que recuerda el uso del paso andino por el ejército Libertador, en la gesta sanmartini­ana.
Izquierda: arrieros sureños en plena labor con el ganado. Derecha: detalle de la placa que recuerda el uso del paso andino por el ejército Libertador, en la gesta sanmartini­ana.
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De izq. a der.: sendos teleférico­s nos permitiero­n hermosas vistas de los viñedos del Valle Colchagua. Detalle de un antiguo cartel señalizado­r en el límite internacio­nal. Abajo: la bandera argentina flamea en el Puesto de control del paso El Planchón.
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 ??  ?? La caravana avanza por el recorrido del plazo de El Planchón regresando a la Argentina. Arriba: bodega Santa Cruz y sus vides, en el valle de Colchagua.
La caravana avanza por el recorrido del plazo de El Planchón regresando a la Argentina. Arriba: bodega Santa Cruz y sus vides, en el valle de Colchagua.
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