Joyas perdidas en el noroeste
Pintoresco recorrido por puntos estratégicos ubicados en zonas en las que la cuarentena se está flexibilizando. Cinco provincias unidas por un mismo atractivo: el paisaje y la historia.
En 1997 fue declarado Monumento Histórico Nacional y, según los arqueólogos, este yacimiento fue reconocido como un “guamani”, que significa cabecera provincial del Tawantinsuyo (uno de los estados incas existentes entre los años 1380 y 1600). El paso del inca por el país dejó marcadas huellas, entre ellas este importante legado que sorprende por su rica historia y su singular fisonomía entre las sierras circundantes.
Ruinas de Quilmes (Tucumán)
Andando por la emblemática Ruta 40, próximo a Amaicha del Valle o Cafayate (acorde del lado que uno venga) se encuentran las ruinas de Quilmes, bien cerca de Colalao del Valle. Sobre las laderas del cordón serrano calchaquí se conservan los vestigios de esta histórica ciudad indígena, de la que Ramón –guía local– expresa: “En el siglo XVII, este poblado originario contó con 3.000 habitantes en el área urbana y 10.000 en los alrededores. Claudicó en 1667 ante el devastador ataque español, sobreviviendo inicialmente unos 1700 moradores que fueron obligados a trasladarse a pie hasta la actual Quilmes en
la provincia de Buenos Aires, a la que apenas llegaron 400. Este lamentable episodio marcó su impronta para asignar con el nombre de la comunidad indígena a esta localidad bonaerense”.
El circuito requiere de una caminata sencilla y de escasa dificultad. Los faldeos del cerro escalonan los restos de las viviendas con divisorias de pircas, apachetas (ofrendatorios de piedra), cardones y senderos. Vamos ascendiendo para recorrer este sitio arqueológico; y desde arriba, además, las vistas son inmejorables. Los quilmes eran agricultores, tenían una economía pastoril, intercambio comercial con vecindades y se dedicaban a la cría de llamas y alpacas que utilizaban como transporte, consumo de carne y lana para tejidos. Esta comunidad nativa fue el asentamiento prehispánico más importante de los pueblos calchaquíes.
Laguna Brava (La Rioja)
Desde Vinchina, a 1.488 metros dealtitud,arrancalatravesíahacia la reserva Laguna Brava. Tanque lleno y abrigo en un recorrido de 100 kilómetros para todo tipo de vehículo. Apenas partimos, una parada en las Estrellas de Vinchina, sitio arqueológico con figuras precolombinas. Más adelante damos con La Herradura y sus grandes paredones; y allí nomás la Pirámide, curiosa formación triangular de piedra y la Fábrica de Bochas con sus cilindros arcillosos esparcidos en el suelo. Larga recta hacia Alto Jagüé (1.800 msnm), único poblado y lugar de control de visitantes. Pocas moradas de adobe, el almacén de doña Argentina y la capilla de Andacollo. La ruta 76 asciende, cruza el río Peñón y todo es más imponente. Estamos a 2.900 metros, surcando la quebrada de Santo Domingo en constante subida. Vadeamos el río varias veces y paramos a 3.500 metros de altura en unas curiosas rocas que forman El Pesebre.
En plena cordillera arribamos al refugio El Peñón, una de las 13 moradas construidas por Sarmiento en 1873 para los arrieros que cruzaban el ganado a Chile. La ruta sigue en ascenso (4.100 metros) y llega al imponente cerro Azul, verdadera pintura natural. Es la parte más austral de la Puna donde se divisan los volcanes más altos del mundo: Piscis, Bonete y Veladero. A pasos nomás, una gran depresión donde asoman las aguas de la laguna Brava. A 4.320 metros de altitud vamos hacia la orilla de este espejo de 50 km2 de superficie y aguas hipersalinas
que le dan un tono blanquecino. Frío y viento, pero un paisaje espectacular. Los restos de un avión en la ribera opuesta. “Accidentado aterrizaje… –afirma Ariel, nuestro guía– y allá quedó el fuselaje desde 1964, y aquí, sobre las aguas, una de sus alas”. Varios flamencos en el cauce, al fondo los picos cordilleranos y en un extremo, otro refugio. Es el del Destapadito, donde yace al costado una tumba de un arriero, casi a la intemperie. Foto grupal en la laguna y regreso bajo un magnífico atardecer, condimento perfecto para el cierre de la travesía.
Nazareno (Salta)
Desde La Quiaca iniciamos el recorrido por un camino que trepa hasta los 5.000 m y desciende a Nazareno, que con sus 2.800 habitantes se asienta en el noroeste de la puna salteña. Trayecto de montaña y apto para todo tipo de vehículo. Si bien son sólo 96 km, se sugiere salir temprano para conducir con precaución y realizar varias paradas, ya que las vistas lo merecen (tanque lleno pues no hay estación en Nazareno). También se recomienda pernoctar allí para disfrutar más la travesía. Salimos por la jujeña Ruta 5 hasta Yavi, pueblo de casonas de adobe, iglesia de 1680 e histórico solar del Marqués. Nace la Ruta 68 que tomamos hacia destino, atravesando una gran llanura con caseríos solitarios y corrales de pircas. Comienza el ascenso hacia el Abra del Cóndor, cruzando las sierras de Santa Victoria (límite interprovincial) donde la ruta se convierte en la 145.
Pasamos los 4.000 m con vistas espectaculares y a un costado la curiosa laguna de altura Aguilar en un cráter. Las nubes, bien bajas, acompañan cerca del suelo. El camino es muy bueno y al cruzar la Quebrada Colorada llegamos a los 4.754 msnm en el Abra de Fundición con su imponente cerro de 5.050 m de altura (máxima del recorrido). Empieza el descenso, por la zigzagueante cuesta de Nazareno a unos 2.500 m de altitud.
Atrás quedaron Poscaya y Campo La Cruz, y más allá ante nosotros el portal que reza “Nazareno, bien cerquita del cielo”. Pequeño poblado junto al río homónimo, impacta por sus sencillas casas, calles y escalinatas. No hay restaurantes ni hoteles (pernocte y comidas en casas particulares). Resalta la iglesia de Guadalupe y el albergue estudiantil en lo alto del cerro. Desde allí arriba, excelentes vistas del pueblo y las sierras, sitio ideal para culminar esta fantástica jornada.