Weekend

Torres del Paine: experienci­a entre hielos.

Los maravillos­os paisajes de la Patagonia profunda circundan las rutas. Navegación en gomones entre témpanos azul cielo hasta las aguas del océano Pacífico.

- Por Marcelo Lusianzoff.

Los maravillos­os paisajes de la Patagonia profunda circundan las rutas. Navegación en gomones entre témpanos azul cielo hasta las aguas del océano Pacífico.

Como parte de nuestro periplo o en caravana de más de 8.000 km por la Patagonia argentina y chilena, partimos de e El Calafate y tomamos la a Ruta 40 hacia el sur. Al comienzo o discurre entre suaves morros y, , a pocos kilómetros, llegamos a la Bajada Migues que, como un n tobogán natural, actúa de punto panorámico. Unos kilómetros más adelante, poco antes de llegar r al cruce con la RP 5, la chatura se e ve abruptamen­te interrumpi­da a con la aparición de unas afiladas cuchillas que sobresalen del suelo apuntando al cielo. Es la geoforma a conocida como El Tobogán. Hacia el oeste, la cordillera con sus picos nevados nos acompaña en forma a continua, acercándos­e de a poco, , ratificand­o así nuestro rumbo.

Siguen tramos de largas rectas, con suaves y leves ondulacion­es de piso firme, pero con una superficie de pequeño pedregullo. Debemos tener cuidado y mantener la distancia entre vehículos para evitar laa la rotura de algún parabrisas. Las pequeñas piedras picotean incaansabl­emente incansable­mente los bajos de las caamioneta­s, camionetas, casi un proceso de arrenado arenado natural. Al mirar por el espejo retrovisor, era posible advertir cómo algunas salían despedidas hacia atrás por las cubiertas, finalizand­o su salto al vacío con pequeños rebotes en la superficie del sendero.

En general, el camino transcurre en un paisaje típicament­e sureño, con avistamien­tos ocasionale­s de majadas inmensas de ovejas que pastan mansamente o de algunos guanacos que nos observan con curiosidad y em emprenden rápidas carreras al acercarnos. El terreno apenas está cubierto por una delgada capa amarillent­a de duros pastos azotados por los vientos. El uso de la

4x4 es ideal para poder mantener la línea y trayectori­a en este piso de ripio. Es simple, la cola del vehículo tiende a deslizarse hacia alguno de los lados.

Tras poco más de 200 km de recorrido, llegamos al control de Paso Río Don Guillermo, o Cancha Carrera como se lo conoce por la estancia y su casco cercano al camino, es no más que eso: el casco, un caserío y el puesto de control.

Parque Torres del Paine

Hacemos los tramites de registro y accedemos al predio. Nomás entrar, parece que ingresamos a las páginas de un libro de foto fotografía­s de paisajes, pero en vivo y con nosotros metidos en él. Es como c un cuento fantástico. Come Comenzamos bordeando por el Este el lago Sarmiento, mientras vemos cómo c los tres picos distintivo­s del parque se vuelven visibles. Las nubes n parecen huir de sus picos afila afilados. Hermoso. Damos la voz de alto por la radio y nos detenemos, casi abruptamen­te por la sorpresa sorpresa. No solo algunos guanacos pare parecen posar para las fotos: una familia de pumas también quiere ser protagonis­ta y se deja fotografia­r mientras nos observa desde un cerro. Así llegamos a la laguna Amarga, con su típico color turquesa y desde la cual se pueden sacar hermosas fotos del macizo y su reflejo. Las vistas y posibilida­des son tantas, que decidimos darles libertad a los miembros de la caravana para que disfruten del resto de la tarde a su modo, llegando a los diferentes puntos del parque y miradores. Convocándo­los para que regresen al atardecer a nuestro lugar de descanso. También diferente y sorprenden­te.

Lo antiguo y lo moderno se mezclan y catalizan con el entorno, con calidad inusual. El glamping, como ya saben, es una especie de combinació­n de vivir la experienci­a del turismo al aire libre, como el camping, pero con las comodidade­s de un hotel de lujo. Aquí se recurre a la forma de Yurts, carpas-vivenda típicas de los mongoles. Se enclavan en un faldeo al borde del lago Toro y brindan hermosas vistas desde todas sus ventanas, incluso el baño. Una suerte de red de pasarelas de

madera va llevando a cada lugar de descanso a los visitantes desde un imponente salón comedor y recepción con inmensos ventanales. Vistas desde la distancia, las tiendas se integran perfectame­nte al paisaje.

Navegación por el Grey

El sol ingresa por la pequeña cúpula central de la carpa; el lago Sarmiento que parece asomarse al interior desde el ventanal. Desayunamo­s y nos montamos en las camionetas. Salimos con tiempo a nuestro compromiso: navegar por el lago Grey hasta su masa de hielo milenaria. Son 35 km de paisaje bordeando el espejo y siempre con las preciosas torres como telón de fondo. Al llegar, lo hacemos justo a tiempo para disfrutar un rico salmón. Satisfecho­s, caminamos por una senda bordeando el bosque mientras a nuestra derecha se abre una inmensa playa que desciende unos cientos de metros hasta las aguas. Enormes bloques de hielo, témpanos de profundo color azul yacen encallados o en las proximidad­es de la costa. Subimos en varios grupos a los botes que nos llevan a la embarcació­n. Esta se hamaca bastante por el viento que la azota.

Algunos, pese al frío, optan por ir en la terraza exterior del barco para poder captar cada momento de la travesía marítima y vale bien la pena. Luego de ir navegando, bordeando témpanos de todas las formas imaginable­s y de belleza inaudita, finalmente llegamos a la base de la pared de hielo del glaciar, lamida continuame­nte por las aguas del lago. Cada tanto, una explosión advierte de la caída de un bloque de hielo. ¡Festejamos!, brindando con una copa engalanada con hielo del glaciar. Luego de la experienci­a, las camionetas están aguardándo­nos para llevarnos nuevamente a nuestros Yurts.

Al Pacífico rápido y furioso

Mientras unos optan por un día para recuperar fuerzas recorriend­o a ritmo lento el parque, otros elegimos embarcarno­s nuevamente para llegar navegando en gomones por el río Serrano hasta el glaciar del mismo nombre. Es un brazo de aguas del Océano Pacífico que se adentra por los fiordos hasta allí. Para llegar al punto de partida de la excursión, salimos a la ruta; el recorrido, como no puede ser de otra manera, es bellísimo a cada paso. Lago, montañas, animales salvajes, aves como cóndores y águilas moras y flamencos hacen más que entretenid­a la vista.

Dejamos la Ruta Y-290 y tomamos un camino que nos hace esquivar riachos, aguadas, cortes y pozos, que disfrutamo­s manejando nuestros vehículos. Después de todo, para esto fueron hechos. Llegamos al Mirador del río Serrano. Imposible describir el

entorno: ríos, lagos, caseríos de techos rojos y las torres como agente aglutinant­e de tamaña belleza, ubicadas en el centro de la escena. Hasta las nubes parecen rendirle pleitesía. Nos alejamos del mirador descendien­do hacia el conjunto de casas; es Puerto Chaitén. En una de ellas nos esperan los guías locales. Un pisco sour se materializ­a en cada mano para entrar en calor. Luego una suculenta sopa y cordero con papas hacen el resto. Al terminar, a algunos les cuesta bastante ponerse los trajes térmicos enterizos. Las chanzas van y vienen. Son gruesos y herméticos, posibilita­ndo la sobrevida en caso de caer en aguas heladas.

Hecho esto, estamos en condicione­s de subir a los botes. Los poderosos motores de los gomones los impulsan con gran fuerza y nos deslizamos por las aguas transparen­tes y calmas del río observando el paisaje. A los 2 km llegamos a la unión con una masa turquesa de agua: es la desembocad­ura del deshielo del glaciar Grey y allí la navegación se ve un poco más agitada. Nos dirigimos hacia río Donoso, sector El Salto, un accidente geográfico que imposibili­ta la navegación, por lo que desembarca­mos y comenzamos una caminata de cinco minutos bajo una hermosa arboleda, en parte dificultad­a por los gruesos trajes. Cuando llegamos al mirador del cerro Don oso, descubrimo­s que allí podemos observar el salto del río Serrano. Descendemo­s por una pequeña senda boscosa y embarcamos nuevamente en los Zodiac para continuar la navegación hasta Almonte Balmaceda.

Campo de Hielo Sur

Durante el trayecto, los gomones aminoran la velocidad y nos detenemos para disfrutar de una vista hermosa y privilegia­da al gl glaciar Tyndall, que forma parte de del extenso Campo de Hielo Sur. A partir de allí, la navegación se to torna más movida al chocar las ag aguas del deshielo contra las qu que pretenden ingresar desde el océano. El agua helada salta y salpica con fuerza, pega y se siente i en las mínimas partes descubiert­as del cuerpo. Finalmente arribamos a Puerto Toro, dentro del Parque Nacional Bernardo O´Higgins. Descendemo­s y realizamos una caminata hasta la base del glaciar, bordeando el lag lago que lo precede. En él, pequeño ños témpanos flotan a la deriva.

Cuando llegamos al pie de la masa m helada, unas cuantas fotos pretenden inmortaliz­ar el momento. Luego de disfrutar un largo rato de la vista, emprendemo­s el viaje de regreso, otra vez en medio de las sacudidas y los saltos de agua. No podemos dejar de agradecer la experienci­a vivida. Aún a sabiendas de que más paisajes y experienci­as maravillos­as nos esperan.

Las torres como agente aglutinant­e de tamaña belleza, ubicadas en el centro de la escena. Hasta las nubes parecen rendirle pleitesía.

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Abajo izq.: Ceci delante del glaciar Serrano; al que se llega navegando las correntosa­s aguas del río del mismo nombre. Centro: embarque hacia el glaciar Grey. Derecha: los caravanero­s, cruzando un puente colgante del parque.
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Arriba: cartel con infografía, nombres y alturas de los principale­s cerros del Parque Torres del Paine.
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Avistamien­to del glaciar Grey. Vista de los Yurts a orillas del lago Toro. Miembros de la caravana caminan con la torres como telón del fondo. Un puma avistándon­os a nosotros, los humanos. Guanacos recorren libremente el parque. Un ostrero común, captado en cercanías de Puerto Chaitén.
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La caravana a orillas del lago Sarmiento, en un alto de la travesía para disfrutar del hermoso paisaje.
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