La estepa, la otra cara de Bariloche.
otra cara de Bariloche
Alejarse un poco de la zona lacustre para cabalgar es encontrarse con una aridez que poco se asocia con la ciudad más elegida por los argentinos, ahora también convertida en destino gourmet.
Alejarse un poco de la zona lacustre para cabalgar es encontrarse con una aridez que poco se asocia con la ciudad más elegida por los argentinos, ahora también convertida en destino gourmet.
Las encuestas de varias webs de viajes dieron a Bariloche como la favorita de los argentinos. De hecho, fue visitada por 256.000 personas durante el verano y, si bien no alcanzó el éxito de años anteriores debido a la pandemia, tuvo una buena temporada que se extendió hasta Semana Santa. Justamente, para cerrarla hicieron una vez más de forma gratuita la Fiesta del Chocolate en el Centro Cívico, aunando esfuerzos de la cámara del rubro y del Emprotur. Allí regalaron 12.000 huevos de Pascua a los visitantes (en su mayoría niños, pero no en su totalidad).
Ahora empezó la temporada baja,hastaqueseacerqueelinvierno, por lo que es el momento ideal para pasar unos días allí y descubrir sus encantos fuera del tradicional centro de esquí. Según los locales, es el momento más lindo y lo aprovechan para hacer trek-kings en senderos de diferentes niveles de complejidad, además de ver lagos y ríos rodeados de otros colores: verdes pálidos, dorados y rojos intensos a causa del efecto que el otoño tiene sobre las hojas de cipreses y lengas. Otra opción es alquilar una montain bike y recorrer circuitos especiales para la modalidad, pasando el día en la montaña.
Y también es la oportunidad ideal para descubrir la estepa, una gran extensión de tierra rodeada por el más absoluto silencio y el aire más puro. Los cerros y mesetas que componen el paisaje invitan a perderse en un mundo único, en el que la fauna y la flora patagónicas completan la magia. Y lo más sorprendente es lo cerca que está de la ciudad, apenas a 20 km, vecina a Dina Huapi. Aquí se asentaron daneses, los primeros blancos de esta zona que en invierno soporta 15 grados bajo cero. Pero ahora apenas hay una brisa y el sol brilla en todo su esplendor. A diferencia del área lacustre, acá es todo aridez, arbustos y cauces secos, el sitio perfecto para hacer una travesía a caballo.
Al paso para ver la naturaleza
Cerquita de Dina Huapi está la estación del tren Los Juncos, en la que para el Línea Sur que llega
hasta Viedma en 10 horas, con coches cama y para transportar vehículos. Pasa una vez por semana: los viernes llega a Bariloche y los domingos vuelve a la capital provincial. Pero nosotros apenas vemos la estación de camino a la estancia San Ramón, porque en su puesto La Fragua tenemos programada una actividad que nos entusiasma: cabalgata por la estepa, a paso tranquilo atravesando algunos arroyitos, complementada con un almuerzo de asado bien regado, con panqueque de dulce de leche como postre.
Bueno, en realidad el postre estuvo acompañado por la charla introductoria de Fernando Galarraga, nuestro guía, quien se explayó sobre la realidad de los animales de la zona, particularmente ciervos y jabalíes, pues ya había comenzado la brama. Y también nos contó cómo iba a ser la travesía slow, interactuando con la naturaleza a lo largo de casi dos horas en ese espacio abierto.
Y luego disfrutar del paseo a caballo, para lo que se recomienda usar ropa cómoda y liviana, porque todavía hace calor y el sol pega fuerte, llevar sombrero y mantener las manos libres para comandar mejor al equino. Son mansos y están acostumbrados al cambio de montura, prácticamente nos llevan solos por un paisaje árido, de árboles bajos y separados; es una delicia. La cabalgata es tranquila para poder avistar algo de la fauna autóctona o introducida por el hombre. Hay ciervo colorado (que desplazó al huemul y al pudú), axis, gamas, guanacos, choiques, zorro gris y colorado, y liebres, que se mueven a su propio ritmo entre piedras y montañas de origen volcánico. Y cóndores, los más difíciles de divisar.
Al regreso nos esperaban con la merienda: infusiones, dulce casero y tortas fritas recién preparadas. No se podía pedir más.
Navegación en calma
Pero no fue lo único diferente que hicimos en otoño, ya que aprovechamos a disfrutar de una relajada navegación por el Brazo Tristeza del Nahuel Huapi, saliendo del muelle de Bahía López, ubicado junto al muelle del hotel Luz y Fuerza, a 30 km de Bariloche. La excursión parte a las 10 de la mañana y llega a una costa en la que se hace una caminata para divisar una pequeña cascada. Sirven desayuno y en total dura unas cuatro horas y media.
El factótum de la experiencia, distinta y sin aglomeraciones de gente como suele ocurrir en Puerto Pañuelo (desde donde se sale hacia la isla Victoria), es Nicolás de la Cruz, quien acotó la
capacidad de la embarcación, adaptándola a los tiempos de pandemia. Es ideal viajar en la parte descubierta del barco para disfrutar mejor del paisaje y del clima todavía benigno. Este circuito antes era accesible solamente para embarcaciones privadas, a las que se suele cruzar durante la travesía. El agua es calma, está protegida por las montañas y los cerros López y Capilla. El sector oeste del Brazo es una Reserva Natural Estricta que protege numerosas especies vegetales así como el hábitat del huillín ( Lutra Provocax), mamífero acuático autóctono que se alimenta de crustáceos, peces y moluscos; y es el símbolo del Parque Nacional Nahuel Huapi.
Durante el recorrido vimos al majestuoso Monte Tronador de 3.450 msnm y, al llegar, desembarcamos para hacer la sencilla caminata hasta la cascada del arroyo Frey, en el corazón de la selva. Y ¡vimos huellas de jabalíes en la costa!, porque bajan a buscar la comida que no encuentran en lo alto. Para el regreso invitan a llevarse el almuerzo pues, por los protocolos imperantes, no habilitaron la cocina del barco, pero convidan las gaseosas. Es el momento de descansar mientras se sigue disfrutando de las vistas, de un lago planchado y de la brisa en la cara.
Un costado gourmet
El otoño también se presta para disfrutar con tiempo de un buen plato. Y Bariloche hace seis años que comenzó a ofrecer más propuestas gourmet, con menús de varios pasos, trucha o fondue para saborear en buena compañía. Uno de los productos que más creció en la zona es la elaboración de cerveza artesanal, con una infinita variedad de combinaciones y que tiene su propio barrio cerca del Club Andino. En Manush, por ejemplo, maridan su especialidad negra con cacao (que no es dulce) o la rojiza honey con gusto a flores por la miel, con un soberbio plato de hombro de cordero. La carne se deshace al tocarla con el tenedor.
Además la trucha está siempre presente en el menú y es la indiscutida ganadora en las cartas de Almado (frente al lago) y en el restaurante Punto Panorámico, donde las espectaculares vistas igualan su deliciosa cocina.
Un lugar insuperable por lo pintoresco es El Refugio de Arelauquen, un restaurante pequeño y acogedor ubicado en la cima de la montaña de un barrio privado, al que se sube exclusivamente en 4x4 (o en moto de nieve en invierno). Allí, iluminados por las velas y el hogar, mientras afuera las estrellas son dueñas del paisaje, adentro el clima es festivo y la fondue de queso (acompañada por cazuelas de zanahoria caramelizada, salchicha, papas cocidas, manzana y jamón en cubos y, por supuesto, pan casero), bien regada, compite con la de chocolate, espeso, para disfrutar con fruta. Un placer interminable.
Pero hay dos restaurantes nuevos, de pocos cubiertos y comandados por gente joven, que son la nueva joya junto al Nahuel Huapi: Quiven y Anima. En ambos los chefs preparan exclusivamente un menú de platos que maridan con vinos de primer nivel, combinando especialidades locales con sus experiencias cocinando por el mundo. Con una atención especial y muy dedicada, en Quiven Patagonia Kitchen House, Pablo Quiven sonríe en su cocina abierta mientras prepara cada plato
inspirado en la cocina molecular, entre los que se destaca el Espiral de palta con huevos de codorniz y vegetales aderezados (foto), que parece más un cuadro que un plato y es delicioso. El otro, Anima, está frente al Circuito Chico y abre de miércoles a sábado por la noche. Allí Leandro en la cocina y Flor en la solícita atención comparten sus propuestas de carnes, mariscos y verduras a las brasas, con alguna impronta barcelonesa como la sobrasada, en una sucesión interminable de cosas ricas en medio de un ambiente muy cálido. No dejan nada librado al azar.
Estas experiencias se multiplican cada octubre con una nueva edición de Bariloche a la Carta, actividad en la que participan unos 100 restaurantes. Así de amplia es su oferta gastronómica que se complementa, indiscutidamente, con un chocolate que lleva años ganando premios internacionales y cuyos principales exponentes locales son verdaderos showmans.