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Tarariras & pejerreyes: emociones “encadenada­s”.

Pese a las bajas temperatur­as, Chis Chis, Tablillas y Adela permiten encontrar en sus bajos el combo perfecto de flechas de plata y grandes dientonas.

- Por Wilmar Merino.

Pese a las bajas temperatur­as, Chis Chis, Tablillas y Adela permiten encontrar en sus bajos el combo perfecto de flechas de plata y grandes dientonas.

La consigna era ambiciosa: pescar pejerreyes y tarariras invernales, sabiendo que esta especie se aletarga en tiempos fríos. Pero también convencido­s de que en algún momento del día se siguen alimentand­o. La experienci­a indica que muchas veces pescando pejerreyes en bajos, damos con tarariras que lucen bien gordas en tiempos en los que hacen poco gasto energético, a diferencia de su período reproducti­vo primaveral, cuando consumen más energía y lucen flacas.

Por eso hablamos con el guía Joaquín Balisa, quien parte desde la estratégic­a Chis Chis (a la que accedemos íntegramen­te por asfalto desde el Km 144,200 de Ruta 2), para salir a buscar “el combo perfecto” de pejes y tarus en una misma jornada, algo que venía logrando en días previos a nuestra visita.

Un pesquero, tres lagunas

Salimos concretame­nte del parador La Amistad, pegado a la Ruta 2, junto a mi compañero Martín Docampo y el guía, a buscar pejerreyes en el canal que une Chis Chís con Adela, para luego ir por tarariras en rendidores bajos de laguna Las Tablillas, que el guía tiene bien estudiados.

La elección de la cancha de pejerrey no fue casual: veníamos de cuatro días de viento sur y la laguna estaba muy revuelta, con aguas turbias, por eso Joaquín decidió ir a buscar reparos. Navegamos una media hora hasta el ancho canal que une dos grandes espejos como Adela y Chis Chis y anclamos a unos 100 metros de la costa, en la zona llamada La Tapera.

Entendiend­o que el pejerrey usual de estos ámbitos es de 20 a 35 cm, salvo algunas felices excepcione­s, optamos por equipos sutiles, con cañas finas de 4 metros y líneas de boyas pequeñas. Otra opción, si la vista no ayuda, es usar boyas un poco más grandes pero armar líneas tramposas donde la brazolada salga de una boya yo- yo pequeña y le demos a la boya grande una corrida de 15 a 20 cm, regulada con nudos corredizos. Cuando el peje evidencia su presencia en la boya grande, ya estará tragado (esto no es literal si usamos anzuelos grandes, del Nº 1, donde podremos sacar pequeños pejes de la boca y devolverlo­s).

Primeros lances

Los piques no tardaron en llegar. No era un festival, pero sí había acción constante. Logramos pejerreyes de 20 a 30 cm, con la caracterís­tica de presentar un lomo bien ancho, ausencia de parásitos y una vitalidad excepciona­l. Esto es

signo de un agua buena que le provee los alimentos necesa r ios (zo opl a nc t on pr i ncipalment­e), que al escasear en tiempos fríos los invita a tomar alimento sustituto (las mojarras que nosotros les ofrecemos).

A propósito de encarnes, una sola mojarra, acorde al tamaño del anzuelo (medianitas), basta. También rinde adosar un filet de dientudo para voluminiza­r el cebo y tentar f lechas mayores. Aunque esta vez toda la pesca de f lechas fue parejita: entre la medida y los 30 cm. Cabe consignar que al llegar al pesquero vimos una incesante actividad de botes que nos hacía pensar que íbamos a tener compañía siempre, pero en la zona donde estábamos no vimos una sola embarcació­n. Y quizás esta navegación extendida que nos separó de otras lanchas nos permitió visitar una zona de pesca con menos presión y mejores rindes.

Con una veintena de pejerreyes logrados, cerramos la etapa pejerreyce­ra a las 11 de la mañana, para ir en busca del segundo objetivo del día: la tararira. Un verdadero desafío en una jornada en la que la máxima iba a ser de 16 grados.

En busca de las dientonas

“Acomoden las cosas y abríguense que vamos a navegar un poquito”, sugirió el guía Balisa. Y le hicimos caso. Con mi compañero Martín nos sentamos de espaldas al viento mientras la lancha de fondo plano iba a toda velocidad hacia el claro grande de Chis Chis, para luego aminorar la marcha en el angosto canal que nos hizo desembocar en Las Tablillas.

Ya en el espejo destino, el guía no fue directamen­te al punto sino que hizo un gran rodeo saliendo al claro grande y girando en U hacia los bajos elegidos. “Está muy baja y hay palos clavados que son un peligro”, explicó. Ya entrando en un bajo muy poblado de juncos, aminoró la marcha buscando señales. Es decir, las estelas de barro que dejan las tarariras en fuga cuando se asustan con el motor. Vimos pocas. “¿Habrán pasado la red?” se preguntó el guía, sabiendo que los eternos furtivos de Chascomús hacen de las suyas en los distintos ámbitos.

Llegamos a la costa y armamos aparejos de f lote con boyas con rattlin (esféricas rellenadas con munición de forma casera o las Doble-T con palito que ya vienen con rattlin de fábrica). En una madre de 1,50 metros pusimos una brazolada a 50 cm de la boya y otra al metro y medio, ambas rematadas en leader de acero de 30 libras y un buen anzuelo taruchero. La carnada: filet de pejerrey y dientudos enteros.

Caminamos por las costas, tirando y recogiendo sin éxito entre las 11 y las 2 de la tarde. Volvimos a la embarcació­n para almorzar. Sugerí tirar las cañas mientras recuperába­mos energía y dejar las boyas quietas un rato. Así lo hicimos y, en medio del almuerzo, mi boya comenzó a desplazars­e lentamente. Clavé una soberbia tararira que empezó una lucha endemoniad­a. Logramos izarla y el ejemplar, de unos 2,5 kilos, lucía en excelente estado, bien gorda y sana. Primeras fotos tarucheras tras el festejo y el ejemplar, al agua.

Antes de que caiga el sol

Cerca de las 3 de la tarde se activaron. Joaquín logró otra magnífica taru y con Martín metimos un par más, destacándo­se un ejemplar que pasó los 3 kilos. Volvimos a caminar a ver si las movíamos, pero solo erramos un par de piques. Al

parecer, no estaban tan cerca de la costa ni tan cazadoras como para correr una boya en movimiento. Otro era el cantar si desde la embarcació­n ganábamos unos metros tirando y le dejábamos detenida la carnada. De hecho, un paisano que pescaba a fondo cerca nuestro, tirando a unos 70 metros de la orilla, logró seis tarariras que sacrificó para consumo. También las buscamos en bait, con gomas y cucharas, pero no hubo suerte en esta oportunida­d.

Así las cosas, cerramos la jornada contentos de haber logrado el objetivo: el combo ideal está disponible en Las Encadenada­s. Solo hay que hacer bien los deberes y pescar adecuándos­e al comportami­ento invernal de cada especie.

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 ??  ?? A 100 m de la costa, en el canal que une Adela con Chis Chis, dimos con pejes muy activos. De tarde logramos taruchas en Tablillas.
A 100 m de la costa, en el canal que une Adela con Chis Chis, dimos con pejes muy activos. De tarde logramos taruchas en Tablillas.
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 ??  ?? En el embarcader­o de Chis Chis vimos intensa actividad de embarcacio­nes. Alejarnos buscando reparos y tranquilid­ad fue clave. Logramos lindas flechas con líneas bien tramposas. Los encarnes: mojarras simples o con filet adosado.
En el embarcader­o de Chis Chis vimos intensa actividad de embarcacio­nes. Alejarnos buscando reparos y tranquilid­ad fue clave. Logramos lindas flechas con líneas bien tramposas. Los encarnes: mojarras simples o con filet adosado.
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 ??  ?? Las tarariras no estaban tan activas como para corretear boyas en movimiento. Pero con líneas detenidas cobramos hermosos ejemplares, que se dieron también a fondo.
Las tarariras no estaban tan activas como para corretear boyas en movimiento. Pero con líneas detenidas cobramos hermosos ejemplares, que se dieron también a fondo.
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