Weekend

Senderos de El Chaltén.

Los alrededore­s de la Capital del Trekking, en Santa Cruz, no son solo aptos para caminarlos, sino también para pedalearlo­s. Este circuito descubre lo mejor del lugar.

- Por Marisol López.

Los alrededore­s de la Capital del Trekking, en Santa Cruz, no son solo aptos para caminarlos, sino también para pedalearlo­s. Este circuito descubre lo mejor del lugar.

El Chaltén es la capital del trekking, lo que significa que las opciones para caminar son infinitas, sin embargo, al pensar en la bici y las posibilida­des que existen para pedalear en sus alrededore­s, los lugares habilitado­s son muy pocos y generalmen­te sobre las rutas principale­s, pero a veces solo es cuestión de hacer la pregunta correcta a algún poblador para encontrar rincones que no aparecen en los itinerario­s turísticos y que nos harán vivir una experienci­a distinta.

Antiguo puesto La Florida

El recorrido comienza cruzando el puente del río de Las Vueltas por un camino de tierra perfectame­nte marcado en el que se avanza sin complicaci­ones. Tras algunos pocos kilómetros y luego de pasar por el cementerio y la entrada a la antigua estancia de los Madsen, el camino concluye en un bosque de lengas y ñires, y es a partir de este punto donde el recorrido se vuelve mucho más agreste, obligándon­os a internarno­s en la naturaleza por angostos senderos que serpentean entre árboles y raíces, que cruzan arroyos para luego subir y bajar por una huella técnica y muy divertida que se abre paso entre un gran paredón de rocas y varios arbustos de neneos y calafates. El río acompaña siempre desde cerca, y un imponente valle de picos y glaciares marca el rumbo que debemos seguir.

El antiguo puesto La Florida nació originalme­nte como la estancia de la familia Arbilla, en tiempos donde el pueblo apenas se estaba consolidan­do y habitar estas tierras era una verdadera aventura y desafío. Luego del conflicto con Chile, la estancia se convirtió en puesto de Gendarmerí­a y, finalmente, al día de hoy en un puñado de ruinas e hierros oxidados que dejan huellas e indicios de antiguas historias.

Abriendo camino

Bajamos del sendero técnico, cruzamos un nuevo arroyo haciendo equilibrio sobre un tronco y la geografía que nos rodea se transforma ahora en una planicie amplia de pastos ocres bajo nuestras ruedas, es en esta etapa cuando el sendero deja de estar claro y el camino a seguir se vuelve dudoso, pero será solo cuestión de seguir avanzando entre el río a nuestra izquierda y los cerros que nos vigilan desde nuestra derecha, para que, muy a lo lejos, podamos comenzar a distinguir un conjunto de árboles que en ese horizonte estepario se vuelve un punto inconfundi­ble, indicándon­os la dirección a tomar.

Mientras vamos pedaleando por aquel terreno amplio de tonos amarillos demarcado por picos nevados e innumerabl­es glaciares, la quietud y potencia del paisaje nos envuelve tan

profundame­nte que, de a poco, la respiració­n agitada del ejercicio se torna lenta y pausada, para poder asimilar todo lo que aquellas tierras tienen para brindarnos: la sabiduría y magnitud de su naturaleza.

F ina lmente, los primeros rastros de alambrados aparecen y el conjunto de árboles que se había vuelto nuestra única referencia posible, deja ver a lo lejos indicios de antiguas construcci­ones. Cruzamos el último arroyo, subimos una pequeña pendiente y llegamos.

E nt onces baja mos de las bicis y sonreímos, con una de esas sonrisas amplias e inmanejabl­es, con una de esas sonrisas que cosquillea­n el cuerpo y las certezas. Porque justo delante nuestro, el mundo es ahora una cordillera iluminada de rojos, naranjas y azules que se levanta esplendoro­sa entre rocas milenarias de formas perfectas e inentendib­les. Y nosotros justo ahí, parados frente al mundo, con la emoción atorándose en la garganta y la sonrisa, claro, una de esas sonrisas inmanejabl­es de no necesitar ninguna respuesta.

Al caer el sol

Sin dudas, uno de los atardecere­s más lindos que podemos encontrar en las cercanías de El Chaltén es desde La Florida, porque en El Chaltén no es necesario irse muy lejos ni realizar grandes travesías para sentir la intensidad de su geografía.

A lg unos mates ca l ientes, buscar un lugar plano y reparado donde armar la carpa, despedirno­s de los últimos rayos de sol que se esconden detrás del cerro para empezar a sacar el abrigo de los bolsos. Luego la noche estrellada, los fideos con salsa, el calor de la bolsa de pluma. Un chocolate, un té... Despertar a la mañana siguiente con el sonido de las aves, abrir el cierre de la carpa, sorprender­se por el vuelo de más de 15 cóndores planeando sobre nuestras cabezas y entender una vez más, como tantas otras, que la verdadera riqueza vive en lugares donde no aplican los números.

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 ??  ?? Antiguas construcci­ones y rastros aún visibles de la historia del puesto nos invitan a recorrer el lugar con curiosidad. El sendero bordea el río desde lo alto y se vuelve un poco más técnico, entre subidas y bajadas muy divertidas. Los vientos pueden sorprenden­os, por eso armar la carpa detrás de algún arbusto o reparo es la manera de poder dormir tranquilos.
Antiguas construcci­ones y rastros aún visibles de la historia del puesto nos invitan a recorrer el lugar con curiosidad. El sendero bordea el río desde lo alto y se vuelve un poco más técnico, entre subidas y bajadas muy divertidas. Los vientos pueden sorprenden­os, por eso armar la carpa detrás de algún arbusto o reparo es la manera de poder dormir tranquilos.
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 ??  ?? Las vistas desde el puesto son impactante­s. Al ser un recorrido cercano y de pocos kilómetros lo podemos usar para entrenar, ir con amigos, o hacer una pequeña escapada de bikepackin­g.
Las vistas desde el puesto son impactante­s. Al ser un recorrido cercano y de pocos kilómetros lo podemos usar para entrenar, ir con amigos, o hacer una pequeña escapada de bikepackin­g.
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