Bike
Con mínimos recursos y herramientas, enseñamos una forma de reparar el sillín y, de esa manera, poder continuar con la travesía en la naturaleza.
Cómo arreglar un asiento.
Sa l ir con la bici del camino e ir inventándolo tiene el sabor de la aventura, pero también se maximizan las probabilidades de una caída o rotura en el rodado. Eso mismo nos sucedió junto a Rodrigo García y Pablo Silva, mientras rea lizábamos una nota subiendo por la orilla del río Rojas (provincia de Buenos A ires). Camino no había, así que improvisábamos trepando por un viejo terraplén o por donde pudiéramos, pero sin parar de pedalear. Desbordes varios nos fueron empujando hacia un bañado, con mucho barro y pisoteado por el ganado, lo que hacía bastante complejo transitar. Pero como orgullosos que somos, uno espera hasta el último momento para bajarse de l a bici y caminar.
A veces es demasiado tarde. El tremendo barrial nos frenaba mucho, y en el mismo momento en que Rodrigo desmontaba, la rueda delantera se clavó en el barro: casi sale disparado hacia adelante y recargó todo el peso sobre la punta del sillín. Craaaaac hizo el asiento de carbono. “La mufeamos”, pensé. A 5 km del camino rural y a 40 km de la población más cercana, el panorama era desalentador. A veces minimizamos la importancia del asiento, pero nuestro principal contacto con la bici es él (si lo sabremos cuando lo cambiamos y tardamos un tiempo en domarlo), y resulta fundamental para nuestra integridad.
Salida de emergencia. En este caso habían estallado los rieles que vinculaban el asiento al caño, y al ser de carbono era imposible repararlo. Sin desesperar, localizamos un luga r seco, ver i f ica mos los daños y buscamos solucionarlo. Como herramientas teníamos nuestros Victorinox y precintos, pero nos faltaba algo para suplementar y unir ambas piezas.
A la búsqueda. El río arrastra de todo, y allá fuimos. Cada uno hizo su aporte: pedazos de madera, plásticos... Pero la so- lución vino en forma de caño de plástico que algún plomero sin cuidado había tirado al cauce. Hasta estaba medio aplastado, lo que facilitaba un poco el trabajo. Entonces pusimos manos a la obra. La primera tarea de Rodrigo fue serruchar con el Victorinox par te del caño y calarlo para que calzara entre las dos mordazas que antes sujetaban los dos rieles. Una vez concluido este paso, las fue ajustando pero teniendo la precaución de no estrangular el caño. Luego había que unir el asiento al invento, obvio que con los infaltables precintos de los cuales siempre llevamos variedad y abundancia. Colocó algunos de a pares abrazando el invento al sillín y otros más largos que llegaban hasta la estructura del caño portasilla, para repar tir un poco el esfuerzo.
A probarlo. El sillín quedó fijo nuevamente. En términos visuales no lucía muy estético y el caño sobrante que se asomaba le daba aspecto de cohete, pero había que ver si aguantaba y cuánto. Rodrigo se subió con cuidado y dio un par de v ueltas sin mayores problemas, por lo que guardamos todo y seguimos viaje. Obviamente que en el tramo de off road tuvo que caminar en varias ocasiones para no generar más torsión al pobre sil lín, pero seg uimos pedaleando sin novedades. Ya por la tarde y volviendo, el roce de los precintos con su humanidad era muy incómodo, por lo que enroscó la campera sobre el sillín para usarla de acolchado. Pero ya faltaba poco, “a rueda” nuestro y parado sobre los pedales llegamos a Rojas a tiempo… ¡para comprar un asiento nuevo!