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Mucho más que líneas.

La ciudad peruana tiene grandes atractivos arqueológi­cos que nos permiten conocer a las antiguas civilizaci­ones de la región.

- Por Andrés Mogni.

La ciudad de Nazca, Perú, tiene grandes atractivos arqueológi­cos que nos permiten conocer a las antiguas civilizaci­ones de la región.

Las líneas de Nazca es uno de los mayores atractivos turísticos del Perú, por fuera del Valle Sagrado y Machu Picchu. Por lo tanto, es natural que sea uno de los principale­s motivos que tiene el viajero para llegar a dicha ciudad. Este habría sido nuestro caso, si no hubiéramos conocido a un guía y antropólog­o que nos hizo la siguiente propuesta: el primer día visitaríam­os los puquios de Cantalloc, la Aguja y Los Paredones; mientras que el segundo lo dedicaríam­os al centro ceremonial de Cahuachi. Todos lugares de un gran valor arqueológi­co.

Nazca, situada en el desierto costero peruano, fue la sede de

una cultura preincaica que floreció más de un milenio atrás. Para sobrevivir a la extrema aridez, esta civilizaci­ón construyó los puquios de Cantalloc, primera parada propuesta por nuestro guía. El puquio es un pozo de forma espiralada, que tiene como fin captar los lechos de agua subterráne­a. En la actualidad hay treinta y dos funcionand­o; nosotros tuvimos la suerte de ver agua en el fondo de uno.

Dejamos atrás el acueducto y seguimos con nuestro itinerario. Más adelante nos topamos con una loma, por la que ascendimos hasta alcanzar un lugar de una increíble vista panorámica, desde el cual se podía ver el geoglifo de La Aguja

Piedras, adobe y huesos

Un geoglifo es una marca trazada en el suelo o en la ladera de un cerro mediante la acumulació­n de piedras, cuyo color la distingue del fondo sobre el que se apoyan. La Aguja consiste en una línea y un trapezoide que dan la idea de la aguja y el ojo. Según diferentes investigad­ores, estas marcas están relacionad­as con la ubicación de aguas subterráne­as.

Tras disfrutar de este curioso paraje, fuimos conducidos hasta Los Paredones, un antiguo centro administra­tivo incaico. Entre las edificacio­nes que todavía se man-

tienen en pie, pudimos apreciar cómo los incas adaptaron su cultura al desierto. En vez de bloques de piedras, las construcci­ones eran principalm­ente de adobe .

Después de este recorrido llegó lo más interesant­e de la visita. Al lado de Los Paredones hay una vivienda modesta, a la que fuimos conducidos por el guía. Tras saludar a los propietari­os, nos invitaron a pasar a un galpón común y corriente, como los que se utilizan para guardar herramient­as. Pero en su interior no había herramient­as ni nada por el estilo, solo había restos humanos, algunos incluso hasta dentro de vasijas. También había niños, con sus ropas conservada­s gracias a la sequedad del clima; pero lo más impactante estaba en la parte más alta del galpón: un cráneo humano del que salían tupidos cabellos, divididos en dos larguísima­s colas. Todo esto había sido encontrado en la zona.

Así dimos fin al primer día de nuestro tour. El segundo, como ya se ha dicho, estaba reservado al centro ceremonial de Cahuachi.

Las líneas son lo más conocido de Nazca, pero hay que tener en cuenta que no fueron construida­s por extraterre­stres, como se intentó hacer creer en algún momento. Lo hizo una civilizaci­ón que vivió en la zona y cuyo centro político y religioso era Cahuachi.

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 ??  ?? Arriba: Andrés y su esposa, Laura, retratados frente a la Gran Pirámide de Cahuachi. Abajo: uno de los puquios de Cantalloc, todavía activo.
Arriba: Andrés y su esposa, Laura, retratados frente a la Gran Pirámide de Cahuachi. Abajo: uno de los puquios de Cantalloc, todavía activo.

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