Clarín - Zonal Oeste

El reggaetone­ro del tren Sarmiento que ahora canta y “pasa la gorra” por Internet

Salteño, pasó de vender pan a cantar rimas en Merlo. Hoy hace vivos para 77 mil seguidores y recibe ayuda.

- Victoria Pirraglia vpirraglia@clarin.com

Como la cuarentena le impide subir a los vagones, ahora ofrece shows online y "pasa la gorra" de manera digital.

“Salí pal chino, ja”, rapea Elías mientras pisa las calles de tierra que cubren su barrio en el Conurbano. Una gorra blanca le viste la frente y el barbijo le tapa la otra mitad de la cara. El sol pandémico, a esa hora, ya casi no da calor. Él sigue: “De mi casa a tu casa llevo el reggaeton. ¿Quién iba a pensar que el pibe del tren lo iba a lograr?”. Tiene 29 años y desde chico trabaja cantando en el Sarmiento. Como la cuarentena le impide subir a los vagones, ahora ofrece shows online y "pasa la gorra" de manera digital.

A principio de 2003, con una crisis económica todavía feroz, Elías Perea y su familia abandonaro­n Metán, la ciudad salteña donde nació, para empezar desde cero en Buenos Aires. Se instalaron en Villa Pompeya, una localidad de Merlo, en la zona Oeste del Gran Buenos Aires. Diecisiete años después, los Perea siguen allí.

Somos ocho hermanos. Con mi familia conseguimo­s un terreno en ese barrio y empezamos. Mis papás laburaban, pero no alcazaba para bancar la olla, arranqué cartoneand­o durante un tiempo. Y después empecé a ir al tren a vender el pan que mi mamá preparaba”, rememora Elías a través del teléfono, un jueves de mayo.

En aquel entonces, cuando a fuerza de necesidad conoció la vida ferroviari­a, el reggaetón llegaba al país como un contenido enlatado: ropa grande, mujeres deslumbran­tes, melodías pegadizas y presunción de dinero. Elías creció con la música de Daddy Yankee, Nicky Jam y Plan B. Durante un año tomó clases de bajo y lo tentó el mundo del rock, pero pronto volvió al sampler y el sintetizad­or.

Ahora habla suelto, pero cuando canta en el tren o en Instagram, se nota su esfuerzo por incorporar los modismos caribeños del género con el que hace mover a la gente. Es casi el mayor de sus hermanos, hincha de Boca y evangelist­a. Pero el fútbol no lo profesa y la religión sí. Igual que la música, desde adolescent­e.

“Un día, mientras vendía me encontré con un amigo que cantaba, y ahí comenzó el tema del rap. Tenía 15 años, escuché una canción y empecé a intentarlo”, recuerda sobre el proceso que inició para más tarde animarse a subir al tren ya no como vendedor, sino como cantante: “Fue una etapa tremenda, me daba mucha vergüenza. Mi familia sabía que quería ir a cantar, aunque me decía que tuviera cuidado. Finalmente llegó el momento. Nos sabíamos un solo tema, pero la gente empezó a aplaudir. Ese día ganamos el doble de plata que vendiendo pan”.

No dejó de cantar más. Hace años ya que trabaja durante la semana en el tren. Vive de eso. Recorre el trayecto Moreno-Once ida y vuelta, varias veces al día. El timbre de su voz se impone ante el resto. Algunos lo filman y otros apenas lo miran de reojo. A veces, baja en las estaciones y durante algunos minutos muestra su música allí. Dice que en todos estos años, nunca tuvo un problema con un pasajero y que, por el contrario, siempre recibió mensajes de aliento.

Incentivad­o por esa amabilidad, abrió una cuenta de Instagram en la que actualment­e reúne a más de 77 mil seguidores. Supo entonces que las redes podrían ser una plataforma para acercase a su máximo sueño. Con dos hijos a cargo y una familia que sostener, la pandemia las convirtió también en una solución urgente: como tantos otros músicos, Elías hace recitales en vivo y online. Pero en su caso, además difunde un CBU para que, como en el tren, los que quieren y pueden, le den una propina por transferen­cia bancaria.

Cada show dura alrededor de 40 minutos y Elías afirma que, si bien al principio costó que la “gorra virtual” tuviera éxito, sus shows fueron ganando repercusió­n y la ayuda empezó a llegar. En abril, además, subió a Youtube su videoclip del tema Mami Lucete. “Lo hicimos a pulmón y hasta tuvimos artistas reconocido­s en escena”, cuenta sobre su trabajo, que ya acumula 300 mil reproducci­ones. “No pienso en volverme loco con la fama, ni llenarme de plata; solo quiero mostrar que en Argentina podemos hacer reggaeton del bueno”.w

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Le encontró la vuelta.

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