Clarín - Zonal Sur

Convierten viejas motos en piezas de colección de miles de dólares

Fernando Dozo es de Monte Grande. Pablo Basgall, de Temperley. Sólo trabajan con Honda y Kawasaki.

- Malena Revuelta mrevuelta@clarin.com

Cuando la pasión por las motos y la dedicación se juntan, se consiguen resultados que llegan a valer miles de dólares. Este es el caso del equipo que restaura motos clásicas desde el Sur del Conurbano, y las dejan como nuevas para coleccioni­stas en todo el país.

Fernando Dozo es de Monte Grande, y empezó a restaurar motos como pasatiempo­s en 2014. Presentó uno de sus primeros trabajos en una exposición de motos clásicas en el Hipódromo de San Isidro y ganó un premio, que dio inicio a lo que hoy es su pasión. Los pedidos de amigos y conocidos no tardaron en llegar, y la lista de restauraci­ones empezó a ser cada vez más larga.

Actualment­e Fernando trabaja con su socio, Pablo Basgall, en un taller de Temperley. "Cuando todo empezó a tomar un perfil más laboral, apareciero­n varios clientes con intención de restaurar sus motos. Desde que me asocié con Pablo, nuestro trabajo es mucho más liviano y los resultados son mejores", explica el vecino de Monte Grande.

La mayoría de los clientes que reciben son coleccioni­stas. "Esto es un gusto que se da la gente, muchas veces gastan más plata de lo que puede valer la moto terminada", asegura Dozo. "La más valiosa fue una Kawasaki Z1 900 de 1973, la más icónica de la marca dentro del mundo del coleccioni­smo", cuenta. Después de meses de trabajo, fue vendida por 30 mil dólares para formar parte de una exposición. La restauraci­ón integral de una moto clásica, según asegura Fernando, cuesta por lo general más de 5 mil dólares.

"Nosotros hacemos restauraci­ones completas, no arreglamos sólo un pedacito de la moto. Cuando la traen la desarmamos íntegra, hasta el último tornillo. Se etiqueta, se selecciona, se decide lo que se vuelve a usar y lo que no, se tira a la basura", detalla el vecino de Monte Grande. El resultado final del proceso, que suele durar aproximada­mente seis meses, es una moto completame­nte distinta a la que ingresó al taller. "Siempre van a tener 40 años arriba del lomo, son motos viejas restaurada­s. Pero quedan muy bien", asegura.

Una de las cosas que más disfruta el equipo es, sin dudas, viajar a otras provincias en búsqueda de motos para restaurar. "A veces nos llegan datos o propuestas, y en el mismo viaje podemos terminar con más motos que encontramo­s en el camino. Es una especie de cacería de tesoros", cuenta Fernando.

Para los coleccioni­stas y fanáticos que los contactan desde el interior, la incertidum­bre y la emoción son incontrola­bles cuando llega el momento de ver cómo quedó su antigua moto: "Cuando llegamos, parece un reality. La persona nos entrega una moto podrida y con faltantes, y le devolvemos una que brilla por todos lados".

Desde marzo del año pasado, el trabajo de Fernando y Pablo se vió perjudicad­o por la pandemia. Muchas de las piezas necesarias se consiguen únicamente en el exterior, y la falta de vuelos se vuelve en un obstáculo difícil de superar. "Hay que llenarse de paciencia y decirle a los clientes que esto demora mucho", detallan.

Sin embargo, más allá de las posibles desventaja­s, la pandemia por coronaviru­s despertó en más de uno la pasión por las motos clásicas restaurada­s. Según cuentan los vecinos, cuyo taller se ubica en Lomas de Zamora, muchas personas que no pudieron viajar decidieron "darse el lujo" de invertir en estas piezas de colección valuadas en miles de dólares. ■

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Para la historia. Las dos primeras motos Kawasaki que restauró la dupla de Monte Grande-Temperley.

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