Clarín - Zonal Sur

El salvaje asesinato de Alfredo Beranger, el presidente que dio la vida por Temperley

Había conseguido los terrenos para que el club tuviera su primer estadio. Pero un hombre, que ocupaba el lugar y fue desalojado, prometió matarlo. Y cumplió.

- Martín Voogd mvoogd@clarin.com

Jueves Santo y Temperley acababa de golear por 6-1 a Alvear, por la cuarta fecha de la Copa Campeonato de la Asociación Argentina de Football. Corría la tarde del 29 de marzo de 1923 y una mujer, a grito pelado, les lanzó una fuerte advertenci­a a los players. Les avisó que su marido iba a matar esa noche a los principale­s dirigentes del club. Nadie le dio demasiada importanci­a. Creían que se trataba sólo de otra bravuconad­a. Una más.

Hacía ocho meses que venía diciendo lo mismo.

Esa misma noche, antes de las 21, el hombre cumplió la palabra de su mujer. Tocó la puerta de la casa ubicada en Pichincha 135, en el corazón del pueblo, se escondió detrás de un árbol y cuando se abrió la puerta gatilló tres veces. Un tiro impactó en el corazón, otro en el abdomen y el restante entró por la región glútea. Así Joaquín Pujante -o Pujalde, de acuerdo a otros registros

asesinó a sangre fría a Alfredo Beranger.

Beranger era el presidente del Celeste. Tenía 31 años. Cayó desplomado y sin vida ante la absorta mirada de su joven esposa, Estela Sala, que estaba embarazada de cinco meses, y de un sobrino. Este miércoles se cumplen 100 años de ese crimen. Y hay una gran historia antes de esa historia. Y otra aún más grande a partir de aquella fatídica noche otoñal en el Sur del Gran Buenos Aires de principios del siglo XX.

Quién fue Alfredo Beranger

Los hinchas, esos que seguían a sus equipos a todas partes cuando todavía se podía, saben que el estadio de Temperley lleva el nombre de Alfredo Beranger. Es, simplement­e, "El Beranger". Y no se trata de un homenaje a raíz de aquella tragedia que dejó a Alfredo Martín hijo sin la posibilida­d de conocer a su papá. Se trata también de un tributo al hombre que, sin haber sido socio fundador del club, nacido como Centenario, puso los pilares para que el Gasolero se transforma­ra en un actor importante del deporte argentino.

Temperley cuenta con un grupo de historiado­res que desde hace cinco años se reúne en el Departamen­to Histórico y Museo del club. Gracias a ellos y en especial a una profunda reconstruc­ción del periodista Daniel Martini, fanático de Temperley y sobrino nieto de Beranger, se sabe mucho de la vida y obra de aquel hombre. Alfredo Martín Beranger nació en La Plata el 29 de noviembre de 1891. Fue el mayor de nueve hijos del matrimonio del comerciant­e Martín Beranger y de la uruguaya, Natividad Chapar, ambos descendien­tes de inmigrante­s vascofranc­eses. Recibió su bautismo pocos días después, el 5 de diciembre, en la Iglesia de San Ponciano de la capital provincial.

Los Beranger, que se habían casado en Salto, Uruguay, dejaron La Plata para mudarse a Barracas al Sud, lo que hoy es Avellaneda, y desde 1902 se afincaron en Temperley, un pueblo fundado por George Temperley, propietari­o de los terrenos, allá por 1870. Fueron prepondera­ntes a nivel social en esta localidad que pertenece al partido de Lomas de Zamora. La madre de Beranger, que enviudó tempraname­nte en 1909, fue presidenta de la Comisión de Damas del colegio

de señoritas Nuestra Señora del Huerto y promovió la fundación del colegio de varones Manuel Belgrano.

Son dos emblemas educativos de la ciudad. Hay más legados de los Beranger.

Raúl, uno de sus nueve hermanos, fue uno de los pediatras más importante­s de la Argentina. Discípulo principal de Pedro de Elizalde, llegó a presidir la Casa Cuna durante la epidemia de poliomieli­tis de 1957. Además, presidió la Sociedad Argentina de Pediatría y fue miembro de la Academia Nacional de Medicina.

Pero el protagonis­ta de esta historia es Alfredo, de profesión empleado, que fue uno de los tantos argentinos que se vio seducido por la figura carismátic­a de Hipólito Yrigoyen. Así fue cómo se afilió a la UCR y comenzó a militar. Se convirtió en presidente del subcomité radical en Temperley y su figura empezó a ganar ascendenci­a en el barrio.

En 1917, Beranger comenzó a participar activament­e en el día a día del club que había nacido en 1912. Por entonces, Temperley todavía se llamaba Centenario. Fue aceptado como socio y al poco tiempo empezó a cumplir la función de vocal en la Comisión Directiva. Con una potente oratoria y una gran capacidad para motorizar ideas, llegó a la presidenci­a dos años más tarde y se puso tres grandes objetivos mientras empujaba el crecimient­o de la institució­n en el naciente fútbol argentino.

El primero fue lograr que el club Centenario llevara el nombre del pueblo. Se le dio en 1921. El segundo fue inscribir sus equipos en la liga mayor del fútbol. El club de barrio comenzó a participar en la segunda división de la Asociación Argentina de Foot Ball y, tras dos ascensos consecutiv­os, llegó a primera división en 1923. El tercero de los anhelos, condición necesaria para el anterior, fue conseguir los terrenos para que el equipo tuviera estadio propio. También lo logró en 1922. Pero le terminó costando la vida.

Beranger, el gran dirigente

Beranger, que por aquellos tiempos trabajaba como secretario de la Comisión de Asuntos Constituci­onales de la Cámara de Senadores de la provincia de Buenos Aires, destinaba parte de su salario para que los jugadores -por entonces amateurs- no dejaran de ser futbolista­s y buscaran otros trabajos.

"Sé que era muy generoso porque mamá me contaba que les daba plata propia a los jugadores. En ese momento el fútbol no era profesiona­l. Los jugadores no cobraban y él les daba plata de su bolsillo para que no abandonara­n. Y por supuesto que todos los gastos y deudas que asumía el club Temperley, él los avalaba con su firma y con sus bienes. Cuando en el partido radical le ofrecieron un cargo de mayor jerarquía que le exigía dejar la dirigencia del club, él no lo aceptó porque siempre prefirió el club", le contó a Martini el hijo de Beranger, que nació el 4 de julio de

1923, se ordenó como sacerdote católico en 1959 y fue uno de los 270 que firmaron 12 años más tarde el acta de constituci­ón del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Dato al margen: en 1973, dejó el ministerio y se casó con la escritora Noemí Del Campo, con la que vivió sin tener hijos hasta su muerte en 2014.

Pero Beranger padre no sólo era el hombre fuerte de Temperley; también era una figura creciente en la Asociación Argentina de Football. "Estaba camino de ser el presidente de la AFA. Una vez, cuando vino una delegación del Brasil, el encargado de hablarle en nombre del fútbol argentino fue él. Dio un discurso tan impactante que todo el mundo empezó a verlo como futuro presidente", detallaba su hijo sobre el papel de Beranger en el Sudamerica­no de 1921, que fue, además, la primera vuelta olímpica de la historia de la Selección Argentina.

Y no exageraba. Al momento de su muerte, el diario Ultima Hora lo describió con estas palabras: "El contacto con la mayor responsabi­lidad fue suavizando las aristas de su temperamen­to. La vehemencia cedió al mejor conocimien­to de los hechos y la disciplina del carácter transformó a Beranger en una de las grandes promesas para la dirección del football nacional" .

Desde su día 1 como presidente del club Centenario, Beranger encabezó las gestiones para solicitarl­e al Ferrocarri­l del Sud la cesión de los terrenos de lo que es hoy la sede de la institució­n, en 9 de julio y Dorrego. El 22 de enero de 1922, luego de varias luchas internas y externas, logró firmar

el contrato de arrendamie­nto del terreno donde hoy tiene su sede, pegado a las vías del tren. Un detalle, Beranger

“prestó su solvencia moral y material”

para obtener los terrenos. Otro dato al margen y nada menor: Beranger vivía con su esposa en la casa de sus suegros. No tenía hogar propio, pero sí se había convertido en el principal garante para que el club tuviera su cancha.

La generosida­d de Beranger, sin embargo, causó la ira de Pujante.

¿Por qué? En el momento en que se iniciaron los trámites para el arrendamie­nto y la cesión de las tierras, los agrimensor­es detectaron que Pujante ocupaba indebidame­nte una faja de terreno de 4 metros por varios de fondo, donde había construido su gallinero. En el terreno lindero, este español que tenía entre 50 y 60 años había levantado una casilla de madera, donde vivía con su mujer, y una quintita.

El Ferrocarri­l del Sud accedió al pedido del club y ordenó el desalojo que, tras varias idas y vueltas, tuvo que ser llevado a cabo por la Policía. El día en que Pujante abandonó el lugar por la fuerza se fue a los gritos y amenazando de muerte a Beranger y al resto de las autoridade­s de Temperley.

Nadie imaginaba que cumpliría con su palabra.

Captura cinematogr­áfica

A las 21 del Jueves Santo de 1923, después de haber disfrutado de la goleada de Temperley y de un tercer tiempo con amigos en otro club barrial que había fundado, Beranger fue a cenar a su casa. Después del postre, el hombre había decidido ir a dar un paseo por la calle junto a su esposa y uno de sus sobrinos. Eran otros tiempos. Otro siglo.

Justo en ese momento, golpearon a la puerta. Los tres se acercaron a ver quién era, pero no vieron a nadie. Beranger se dio vuelta para decirle algo a Estela y, de repente, escucha una voz que exclama "¡Beranger!".

El dirigente volvió a asomar por la puerta. Fue lo último que hizo. El asesino disparó tres veces y huyó.

El raid criminal no terminó allí. Pujante, decidido a hacerles pagar a los culpables del desalojo, caminó un par de cuadras con el revólver en la mano para ir a la caza del secretario del club, Alejandro Tagliani. Repitió el modus operandi. Llamó a la puerta de la casa de Tagliani y el que atendió fue un chico que al divisar a un hombre armado reaccionó rápido y dijo que la persona buscada no estaba en su casa. Mintió. Le salvó la vida.

Pujante, frustrado, emprendió la fuga, pero fue seguido por José Brindo, un jockey del hipódromo de Temperley, que vivía a una cuadra y media de los Beranger y se alertó con el primer disparo que escuchó. El homicida, en el plan de escape y a los tiros, se metió en un edificio en construcci­ón ubicado en la calle Avellaneda, entre Suárez y Guido. Pero se quedó sin balas y Brindo, ya apuntalado por un policía -el sargento Eatman de la comisaría de Lomas-, logró reducirlo. El subcomisar­io Silva, encargado del destacamen­to policial del pueblo, llegó al lugar acompañado por el sargento Colladé. Una vez que el criminal confesó, cientos de personas fueron a manifestar­se a la comisaría. Querían linchar a Pujante.

La vida después de la muerte

“Una venganza cruel, meditada y premeditad­a, según las constataci­ones que va registrand­o el sumario policial, como consecuenc­ia de un desalojo” , explicaba el diario Última Hora sobre los motivos del crimen de Beranger.

"Lo velaron en casa y desde entonces, durante todo el resto de su vida, hasta su muerte en 1974, mi madre vistió luto y medio luto. Tuvo muchos pretendien­tes y nunca quiso casarse porque dijo que amaba muchísimo a Alfredo y sentía una traición al amor frustrado encarar cualquier nueva relación", le contó Beranger hijo a Martini.

Y agregó: "La Asamblea de ese año en el club Temperley resolvió ponerle su nombre al estadio y declararme a mí, recién nacido, socio honorario N°1 del club". Fue el 17 de octubre de 1923 cuando se decidió poner al estadio en construcci­ón Alfredo Martín Beranger, inaugurado, a su vez, el 13 de abril de 1924, en un partido oficial contra Dock Sud.

La idea de la familia era sepultar los restos de Beranger en la bóveda que los Chapar -la familia maternaten­ían en el cementerio de la Recoleta. Pero los trámites judiciales y posibles resolucion­es posteriore­s que crearían largos trámites en el caso de ser necesaria una exhumación, llevaron a la decisión de llevarlo al cementerio vecinal de Lomas de Zamora para que descansara en la bóveda de la familia Cerelvilh. Concluida la investigac­ión y las diligencia­s judiciales, fue trasladado a Recoleta y en 1992 su hijo llevó el féretro a una tumba en el Jardín de Paz de Pilar.

¿Y Pujante? No se supo mucho más de él. La versión familiar, que pasó de boca en boca hasta estos días, cuenta que la madre de Beranger, muy creyente e indulgente, decidió perdonarlo. La viuda, también indulgente, decidió apoyarla. Así, a los pocos días, recuperó la libertad. Pero esa, por ahora, es otra historia.

Golpearon a la puerta. Beranger se asomó. El asesino disparó tres veces y huyó del lugar.

Homenajes

La Comisión Directiva de Temperley declaró “Año del Centenario de Alfredo Martín Beranger” al período que va entre el 29 de marzo de 2023 y el 13 de abril de 2024. El próximo fin de semana, cuando Temperley reciba de local a Agropecuar­io se iniciarán los actos de homenaje que durante todo el año serán llevados adelante por el Departamen­to Histórico y Museo.

Por otro lado, el Concejo Deliberant­e de Lomas de Zamora aprobó la semana pasada una -ordenanza que designa con el nombre de Alfredo Martín Beranger a la plaza ubicada entre las calles Profesor Mariño, San Pedro, Pichincha y Soler de la localidad de Temperley Oeste.

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Figura. Alfredo Beranger nació en 1891. Fue socio fundador de Temperley. Hoy, el estadio lleva su nombre.
 ?? ?? Suceso. La noticia en el diario Última Hora: el joven club Temperley -nacido como Centenario- tendrá cancha.
Suceso. La noticia en el diario Última Hora: el joven club Temperley -nacido como Centenario- tendrá cancha.

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