Clarín - Zonal Sur

El quilmeño que no para de pedalear para llegar a Alaska

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Un mate, una bicicleta, un par de bolsos y una carpa, eso es todo. Hoy, Leo Duré, quilmeño- y quién hace no mucho tiempo se encontraba estudiando educación física y trabajando como fotógrafo en San Francisco Solano, está de paso por Brasil, puntualmen­te en la ciudad de Florianópo­lis, con más de 6 mil kilómetros a cuestas, y a punto de cumplir 300 dias de viaje a bordo de su vehículo. Sin embargo, es probable que todavía le falten recorrer, aún, 30 o 40 mil kilómetros más. ¿Su objeti

vo? Llegar hasta Alaska.

La bicicleta que usa es una Zenith Andes rodado 26 modelo '95, y en uno de sus bolsos, carga apenas con algunas herramient­as en caso de que surja cualquier tipo de imprevisto, se le pinche una goma, o rompa alguna cubierta.En lo que respecta a los costeos del viaje: salió de su casa con 30 mil pesos que ahorró previament­e, y de lo demás, se encarga durante el trayecto.

Para el joven de zona sur, lo más importante es calcular los kilómetros que va a tener que hacer al dia siguiente, ya que de esta manera puede determinar con cuanta carga salir, o que cosas dejar en el camino: así lo ha hecho desde que comenzó su travesía en lugares como Río Gallegos, pasando por San Martín de Los Andes y la Ruta de los Siete Lagos, hasta el norte argentino, Bolivia, Perú, y, ahora, el país carioca: "El no saber que va a pasar mañana, donde voy a dormir o a quien voy a conocer, me parece algo maravillos­o"

"Casi 300 dias en ruta, me siento un afortunado, con calma y muy fuerte para enfrentar y aprender lo que se presente en el camino", dice Leo Duré, en conversaci­ón con Clarín. Y agrega: "Es probable que me falten mas de 30 mil kilómetros, pero no lo se, porque no hay un mapa o ruta trazada por donde voy a ir. Disfruto mucho el andar y voy a donde me pinte esa mañana".

Además, remarca: "Tampoco se cuando voy a llegar, no es algo que me preocupe, pueden ser tres, cinco o seis años, mientras uno esté disfrutand­o, el tiempo se vuelve algo realtivo. La comida que cargo en la bici va a depender de la cantidad de kilómetros en la que se encuentre el siguiente pueblo. No voy a estar trasladand­o tres paquetes de arroz sabiendo ue tengo un pueblo cada 60 kms. Lo mismo con el agua. Cargo lo necesario para viajar liviano, y si veo un lugar agradable, freno y me cocino".

También, agrega: "Antes trabajaba algunas horas en un colegio, me dedicaba a la fotografia social y tenía un vivero en mi casa. Me gusta estar en movimieno y hacer lo que me gusta. Yo me crié y viví hasta hace poco en San Francisco Solano. Salí con 30 y en la Provincia de La Rioja cumplí los 31. Los festejé con una familia de Santa Fé y otra de Alemania. Fue increíble"

Por otro lado, remarca que si bien las experienci­as que ha vivido hasta este momento durante su travesía han sido "realmente muy buenas" , señala que lo peor que le tocó atravesar fue la altura. En uno de sus viajes- recuerda, se encontraba pedaleando a 4350 metros de distancia sobre el nivel del mar, en el trayecto que separa Humahuaca y el Hornacal, en el cerro de 14 colores: "El camino fue todo ripio y con un ascenso de más de mil en poca distancia. Tardé ocho horas en hacer 25 kilómetros".

Y agrega: "Ese dia acampé y por la noche la temperatur­a bajó muchísimo. También nevó, la nieve tapó todo. Ya no había 14 colores, había uno solo y era blanco. Al dia siguiente tuvimos que volver, el cruce hasta el Parque Nacional Calilegua iba a ser imposible. Así no se puede pedalear, es peligroso". Y completa:

"A pesar de todo, nunca pasé por algo malo, ningún hecho de violencia o robo. Habré acampado unas 250 veces y la bici nunca estuvo con candado. Duermo relajado y seguro"

Hoy, aunque su periplo lo haya conducido hasta las playas del Estado de Santa Catarina y se encuentre rodeado de mar de aguas cristalina­s, queijo na brasa y mango, expresa que no fue para nada facil el camino hecho hasta ese lugar, teniendo que afrontar sucesivas rutas peligrosas, así como también lluvias y todo tipo de inclemenci­as climáticas.

Y recuerda: "Antes de llegar al mes de viaje sentí algo de soledad, era probable que eso ocurra, pero lo pude manejar bastante bien, fue solo un momento y lo pude trabajar muy bien. Y hay muchas cosas que se extrañan. Los mates con mis viejos, las visitas a mis hermanos y sobrinos. Jugar en el patio con mis perras. El fulbito con los pibes, mis amigas, se extraña todo". Por otro lado, señala que, otro modo de arreglárse­las, cada tanto ofrece fotos y postales de su viaje en las diferentes plazas y puntos turísticos de la ciudad, así como también alternar con tdiferente­s trabajos part- time.

Y retomando, dice: "Era un pibe muy familiero y trataba de estar siempre para todos y todas. En algún momento nos volveremos a ver, ahora seguimos presente por audios y videollama­das".

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Quilmeño. El vecino que con su biccleta pasea por todas las rutas.

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