ESCENAS DE ULTRAMAR
Eine neue Familiendiktatur auf dem Kontinent?
Blutige Proteste in Nicaragua
A mediados de 2013 comenzaron a verse por toda Managua unas enormes estructuras metálicas, iluminadas, de entre 15 y 20 metros de altura. El Gobierno las llama “árboles de la vida”, pero ahora no son más que un remedo de la naturaleza que los ciudadanos tumban y destruyen por la furia ante la represión que ha causado el fallecimiento de más de 350 personas en los últimos meses.
Todo comenzó en abril, cuando el presidente Daniel Ortega intentó implementar una serie de reformas a la seguridad social. La iniciativa buscaba aumentar las contribuciones de los nicaragüenses, pero reducía las pensiones. Para muchos, fue el colmo de las contradicciones de un régimen que se hace llamar “socialista” pero recorta los beneficios sociales, por lo que pronto estalló una ola de protestas espontáneas en todo el país.
Estudiantes, desempleados, gremios profesionales y los pueblos indígenas llenaron las calles del país exigiendo la renuncia del mandatario; sin embargo, el Gobierno rápidamente abandonó las negociaciones y empezó a desplegar a las fuerzas de seguridad y los grupos paramilitares que han ensangrentado las protestas. Los campamentos estudiantiles de las universidades, la ciudad de Masaya y las iglesias han sido sitiadas por las bandas irregulares que, con la cara tapada y armas largas, se declaran a favor del Gobierno. Los muertos no cesan y muchos no pueden conciliar este caos con la figura de Ortega, quien creció escuchando los relatos de su padre, un combatiente sandinista que luchó contra los marines estadounidenses.
Para los años setenta, Ortega se unió a la revolución con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que derrocó la dictadura somocista y luego ganó las elecciones en 1984. Aunque fue derrotado por Violeta Barrios de Chamorro en 1990, volvió al poder en 2006. Desde entonces se encuentra al frente del país, y ha sido acusado de utilizar su influencia para manipular a los medios de comunicación, someter a la oposición y sofocar brutalmente las protestas callejeras.
Al cierre de esta edición, las protestas persistían en Nicaragua, mientras aumentaba el saldo sangriento de la represión. Ortega lo niega todo: desconoce a los paramilitares, y se dice víctima de una conspiración extranjera. Sin embargo, según una encuesta realizado por la organización Ética y Transparencia, el 79 % de los ciudadanos exigen prontas elecciones generales, y en las calles de Managua se escuchan las consignas de los manifestantes que gritan: “¡Que se vayan, que se vayan!”.