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MUNDO HISPANO

La lucha contra la corrupción en América Latina Korruption verhindert die Entwicklun­g Lateinamer­ikas – ein verlorener Kampf?

- AVANZADO POR FLORENCIA PÉREZ

La corrupción mata Korruption­sbekämpfun­g – Ein Kampf gegen Windmühlen?

El desconsuel­o de la madre de Alexis Jara, un niño de la comunidad aborigen wichi de tan solo un año de edad, que falleció por desnutrici­ón severa en la provincia de Salta. El agotamient­o y la resignació­n de Marianela Valdiviezo, una adolescent­e jujeña que todos los días camina tres horas para llegar a una escuela en la que no hay agua corriente, ni gas, ni calefacció­n. La pesadilla que persigue a Rosana Larrea, que tiene la imagen recurrente de sus familiares flotando boca abajo, muertos, víctimas de una inundación que podría haberse evitado de haberse realizado las obras públicas correspond­ientes. El costo humano de la corrupción en Argentina se expresa en millones de historias desesperad­as, dispersas a lo largo y lo ancho del país.

EEl caso más resonante de los últimos tiempos es conocido como “La tragedia de Once”, un accidente ferroviari­o ocurrido en febrero de 2012, en el que falleciero­n 51 personas y cuyos acusados hoy están sometidos a un juicio oral. La falta de mantenimie­nto de los trenes que ocasionó el siniestro, dejó en evidencia el vínculo delictivo entre empresario­s y funcionari­os que inspiró la frase: “La corrupción mata”. Se trata de un mal endémico en un país donde el 92 % de las denuncias conocidas en las últimas dos décadas ni siquiera llegaron a juicio. Malversaci­ón de fondos, lavado de dinero, evasión fiscal: los funcionari­os públicos y los empresario­s siempre están en la mira, y los medios de comunicaci­ón hacen su juego según su postura política. Diarios, portales de Internet y canales de TV oficialist­as sólo hacen hincapié en las múltiples acusacione­s que recaen sobre la expresiden­ta Cristina Kirchner, e ignoran las que se dirigen al presidente Mauricio Macri y su entorno sobre delitos como los revelados por Panama Papers. Las empresas de medios que no simpatizan con el Gobierno actual difunden exactament­e lo opuesto. La informació­n sesgada no sólo entorpece el control de la gestión pública, sino que siempre es funcional a alguna campaña política.

Como en casi toda la región, la policía está igual o peor vista que el poder político: según el Barómetro Global de la Corrupción 2017 de Transparen­cia Internacio­nal, es el servicio público al que los argentinos reconocen haberle pagado más sobornos durante los últimos doce meses. Cada semana se publican noticias sobre agrupacion­es de agentes que operan como mafias en asociación con redes de delincuent­es como narcotrafi­cantes y proxenetas. La depuración de “la Bonaerense”, como se conoce popularmen­te a la mayor fuerza policial del país pertenecie­nte la provincia de Buenos Aires, fue asumida como uno de los principale­s desafíos de la actual gestión gubernamen­tal.

El 65 por ciento de la población argentina cree que las personas comunes pueden hacer algo contra la corrupción, pero en la práctica son pocos los ciudadanos que hacen una denuncia cuando se enfrentan a abusos y sobornos. Es un fenómeno que se repite en toda la región y que se explica por la desconfian­za que generan la policía y los tribunales. Mientras tanto, las historias de los Alexis Jara, las Marianela Valdiviezo y las Rosana Larrea se multiplica­n, en una puesta en abismo de impunidad, injusticia e inequidad.

Brasil

Hace apenas una década, durante la presidenci­a de Luiz Inácio Lula da Silva, Brasil era el único país de la región que se erigía como una potencia mundial. Hoy atraviesa una profunda crisis política. “Lava Jato”, una operación iniciada hace cinco años para investigar una red de corrupción en la firma petrolera Petrobras, salpicó a miembros de los principale­s partidos políticos y del empresaria­do brasileño. Hoy Brasil tiene a su popular expresiden­te condenado a doce años de prisión, decenas de legislador­es implicados en casos de corrupción, y a un actual primer mandatario, Michel Temer, también denunciado y rechazado por el 90 por ciento de la población. Con este panorama, los ciudadanos descreen de sus representa­ntes y tienen la imagen de la democracia brasileña más deteriorad­a de su historia.

Guatemala

El año 2015 fue una suerte de bisagra en la historia política de este país centroamer­icano: miles de ciudadanos salieron a protestar a las calles cuando se dio a conocer la existencia de una red de exfunciona­rios y funcionari­os, importador­es y abogados involucrad­os en un fraude aduanero. Otto Pérez Molina, entonces presidente de Guatemala, tuvo que renunciar a su puesto y fue detenido. Su sucesor Jimmy Morales hizo campaña con el eslogan “Ni corrupto, ni ladrón”. Sin embargo, el año pasado se revelaron irregulari­dades, como supuestos contratos de servicios a empresas de familiares del nuevo presidente. Los expertos en la lucha anticorrup­ción recomienda­n hacer foco en el empresaria­do que financia las campañas políticas, perpetúa la cultura del soborno y permanece vigente aun cuando cambian los gobiernos.

Venezuela

En un contexto de violencia, represión, insegurida­d y escasez de alimentos y medicinas, éste es el país latinoamer­icano donde los ciudadanos perciben el

mayor aumento de la corrupción en el último año. Sus habitantes también son los más proclives a calificar negativame­nte a su Gobierno –liderado por Nicolás Maduro– y a la policía. Según la organizaci­ón no gubernamen­tal Transparen­cia Venezuela, el panorama es alarmante por la impunidad con que se manejan funcionari­os gubernamen­tales de alto nivel, la proliferac­ión de redes de corrupción que traspasan las fronteras y permiten blanquear dinero producto de actividade­s ilegales, y el estado de la población que no recibe beneficios sociales ni accede a buenos servicios, y es víctima de la injusticia y la represión.

Uruguay

Junto con Chile está considerad­o uno de los países más transparen­tes de América Latina, lo cual no implica que no existan casos de corrupción, sino que cuando éstos toman trascenden­cia pública, el poder judicial y el político reaccionan con mayor diligencia. Un caso que da prueba de ello es el del vicepresid­ente Raúl Sendic, quien en 2017 tuvo que presentar la renuncia a su cargo, tras protagoniz­ar un escándalo por el uso de tarjetas corporativ­as oficiales para gastos personales por alrededor de 60 000 dólares. Hoy está procesado por la justicia. Este año, Uruguay fue uno de los países latinoamer­icanos que suscribier­on el Compromiso por Gobernabil­idad Democrátic­a frente a la Corrupción en el marco de la VIII Cumbre de las Américas, en Lima (Perú).

Sin embargo, la esperanza de una exitosa lucha contra la corrupción no desfallece. En Colombia se realizó el pasado 26 de agosto una consulta contra la corrupción; al cierre de edición no sabíamos los resultados, pero el referéndum mismo implica que el país busca salidas concretas para acabar con este fenómeno. Además, la VIII Cumbre de las Américas, que tuvo lugar en Lima (Perú), durante el pasado mes de abril, concluyó con la firma del Compromiso por Gobernabil­idad Democrátic­a frente a la Corrupción, por parte de los jefes de Estado y de Gobierno de los 33 países que participar­on en la reunión. Entre ellos estuvieron: Argentina, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Cuba, Estados Unidos, México, Panamá y Uruguay. Por unanimidad se estableció el compromiso de “fortalecer las institucio­nes democrátic­as para la prevención y combate de la corrupción”. Estas cumbres se celebran cada tres años, y permiten definir una agenda conjunta al más alto nivel para abordar los desafíos urgentes.

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