MUNDO HISPANO
Literatura latinoamericana Die Erben Gabos und Cortázars
Nuevos escritores latinoamericanos Wir stellen zehn junge und bahnbrechende Autoren vor, die Lateinamerika jenseits aller Klischees neu erzählen und einen aktuellen Blick auf den Kontinent ermöglichen.
Ha pasado medio siglo desde el Boom de la literatura latinoamericana, protagonizado por escritores como García Márquez, Cortázar, Vargas Llosa o Carlos Fuentes. Un movimiento que dejó en segundo plano a creadores como Puig, Onetti y Ribeyro. También a narradoras maravillosas como Clarice Lispector, Elena Garro o María Luisa Bombal. Durante muchos años, hablar de literatura latinoamericana parecía reducirse al “realismo mágico”, esa fórmula que indiscutiblemente logró conquistar el mundo, y ayudó a descubrir otra Latinoamérica, desde otras sensibilidades.
AAlgunos creadores, como Jorge Volpi, sostienen que los nuevos escritores latinoamericanos buscan romper con ese estereotipo; entonces recuerda al gran Roberto Bolaño de Los detectives salvajes, quien de alguna manera llegó a cerrar puertas, pero también a iluminar nuevos caminos. ¿Todavía podemos llamarlos escritores latinoamericanos? ¿Por qué no? ¿Acaso ese cruce de formas de sentir y contar el mundo no es lo que viene ocurriendo desde hace miles de años a través de diferentes medios y herramientas?
Con motivo de la Feria del Libro de Fráncfort, compartimos aquí una pequeña lista de nuevos narradores latinoamericanos. Una muestra incompleta, naturalmente injusta y discutible, que solo aspira a ser una invitación a conocer el espíritu de la nueva literatura latinoamericana. Seguramente, muchos otros creadores están haciendo su trabajo en silencio, ajenos a las trompetas y reflectores de las grandes editoriales; ojalá sus obras también alcancen el reconocimiento que merecen. Mientras tanto, aquí están estos diez tripulantes de sus barcos de papel en el tsunami del mundo de hoy, magos que inventan mundos que se sienten más reales que aquel en donde estamos. Claudia Ulloa Donoso (Perú, 1979). Vive en Bodø, al norte del Círculo Polar Ártico (Noruega). Tiene la virtud de construir universos inmensos con muy pocos trazos. Historias muy cercanas, sorprendentemente frescas, que reflejan la extrañeza del día a día (con sus realidades y sus sueños) gracias a una prosa exacta, tersa, tensa, que está siempre al servicio de sus relatos. En 2017 fue incluido en la lista Bogotá 39 (los 39 mejores escritores de ficción de América Latina menores de 40 años). Además de su celebrado libro de cuentos Pajarito (2018), también ha publicado El pez que aprendió a caminar (2013) y Séptima madrugada (2006-2007).
Frank Báez (República Dominicana, 1978). Sus poemas, cuentos y crónicas cautivan al lector por su abundante dosis de buen humor, sencillez y originalidad. El blanco favorito de su irónica agudeza es ante todo él mismo, a quien vemos desfilar por sus textos noqueado, abofeteado, calumniado, soñando con ser DJ o basquetbolista de la NBA, contemplando las Sears Towers de Chicago desde una terraza o imaginando que de noche las casas y los edificios de Santo Domingo navegan por el mar. Su tono de aparente desenfado esconde un metódico y fervoroso lector de poesía. Su más reciente título es Este es el futuro que estabas esperando (Poesía, 2017).
Andrea Salgado (Colombia, 1977). Se la puede ver por las madrugadas,
paseando en pijama por su barrio en Bogotá, rodeada de una camada de perros ancianos, y moviendo los labios como si cantara en una lengua extraterrestre. Salgado resalta la influencia que han tenido en su narrativa fenómenos televisivos como Black Mirror, videojuegos ochenteros como Paperboy o distopías literarias como Neuromante, de William Gibson. Sus relatos y poemas han sido publicados en antologías en México, Estados Unidos y Argentina. Su más reciente novela es La lesbiana, el oso y el ponqué (Novela, 2017).
Carlos Fonseca (Costa Rica, 1987). Sabe que la literatura es un juego elegante, y eso se manifiesta en su narrativa, poética y sugerente, con gusto por los simulacros y espejismos, poniendo de manifiesto que la literatura latinoamericana ha dejado ya muy atrás la escuela que llevó a muchos de los grandes a escribir sobre temas exclusivamente regionales. Los universos de sus obras son de ámbito universal. Sus más recientes títulos son las novelas Coronel Lágrimas (Novela, 2015) y Museo animal (2017).
Mayra Santos-Febres (Puerto Rico, 1966). Nos dice en una entrevista: “No creo en las purezas. Mucho menos, en la pureza del idioma. La protección de la pureza tan sólo alimenta actitudes represoras y excluyentes. El español mismo es un disparate… una desviación del latín. Y miren lo que salió: una lengua que le ha dado las más grandes obras literarias a la historia de los pueblos”. Entre sus últimos títulos están Nuestra señora de la noche (2006), Tratado de medicina natural para hombres melancólicos (2011) y El baile de mi vida (2012).
Andrés Mauricio Muñoz (Colombia, 1974). Sus historias tienen un marcado interés en problemáticas muy humanas. Sus personajes conviven en medio del absurdo cotidiano, y siempre están al borde de reaccionar frente a momentos que trasforman, sucesos inesperados, anomalías que rompen la linealidad del tiempo y de la vida rutinaria. Un narrador recursivo que involucra emocionalmente a sus lectores en sus historias. Sus títulos más recientes son El último donjuán (Novela, 2017) y Hay días en que estamos idos (Cuentos, 2018).
Aura Xilonen (México, 1995) Su novela Campeón gabacho (2015) trata sobre un campeón de boxeo mexicano que emigra a Estados Unidos cruzando el río Bravo. La novela se inspira en la vida de su abuelo Liborio, el mismo nombre que el protagonista del libro. Su narrativa recoge materiales de la vida real para reelaborarlos con un lenguaje barroco y de amplísimo registro. Y es que la crítica estadounidense y francesa –países que han acogido con gran ovación a Campéon gabacho – ha señalado precisamente el carácter picaresco del libro, que enlazaría con la tradición hispánica de novelas como El Lazarillo de
Tormes.
Orlando Echeverri Benedetti (Colombia, 1980). Comenta que “lo que más me cuesta a la hora de escribir es fundirme con la historia, algo así como alcanzar un estado de conciencia en el que estoy permanentemente resolviendo cada aspecto del libro, lo que te despierta en las madrugadas a tomar notas o a reemplazar una palabra ante el temor de que se te olvide”, Echeverri estudió Filosofía, y ha publicado Sin freno por la senda equivocada (Novela, 2015) y Criacuervo (Novela, 2017), según él un “tributo al desierto, a nadar de noche, a los perdedores, al ron de los wayúus, y a la Puerta de Brandeburgo”.
Marcela Ribadeneira (Ecuador, 1982). Nos dice: “No tengo una certeza de qué quiero ser, creo que me apasiona la búsqueda, la construcción pedazo a pedazo de eso”. Es crítica de cine y artista visual. Estudió dirección cinematográfica en la Scuola Internazionale di Cinema e Televisione (NUCT), en Roma.
En 2014 publicó el libro de relatos Matrioskas; su más reciente libro es Golems (Cuentos, 2018), historias en las que trabaja el cuerpo como misterio por resolver; a propósito, Ribadeneira explica: “La idea esta del cuerpo, al mismo tiempo tan delicado y tan resistente, atraviesa todos los textos del libro aunque los escenarios y contextos sean tan distintos (me paseo por Yellowstone, Palestina, Galápagos, Roma, Quito)”.
Rodrigo Blanco Calderón (Venezuela, 1981). Es autor de tres libros de cuentos que merecieron reconocimientos, y de la novela The Night (2016), que obtuvo el prestigioso premio Rive Gauche 2016 en Francia y se publicó en francés por la editorial Gallimard. Su prosa es violenta y desasosegante. Efectiva. Sórdida. Un amante del género del cuento: “un cuento es adrenalina, una situación mucho más intensa que te golpea y te toma en momentos más puntuales, y en ese sentido es mucho más gratificante”. Su más reciente libro de cuentos es Los terneros (2018), un libro de relatos en donde reflexiona acerca de la oscuridad y el sacrificio.
Todos estos escritores nadan en un mar de influencias. Aquellos que son editados por grandes editoriales tienen más promoción, distribución, y la publicidad los vuelve dioses omnipresentes, mientras que otros creadores, que son publicados en editoriales independientes, no llegan a los ojos del gran público, salvo quizá por ese boca a boca de los lectores, que en el Caribe llaman “Radio Bemba” y que tiene en las redes sociales su gran aliado.
Tarde o temprano, autor y lector se encuentran, muchas veces a través de un idioma que no es el original; sin embargo, las historias, los hechos y emociones trascienden todo, llegan a crear compañía, confirmar las certezas, también a ponerlas en duda, pero en ningún caso a que los lectores se queden indiferentes.
Los escritores latinoamericanos hacen parte de ese milagro, buscan escribir con libertad, expresarse de la forma que quieran, y por eso quieren salirse del saco en que quieren echarlos a todos, negando su individualidad. Quieren contar a Latinoamérica de todas las formas posibles, sintiendo el mundo en cada palabra, y a su vez contar el mundo sin dejar de sentirse latinoamericanos universalmente humanos. Todos estos nuevos creadores saben que debajo de cualquier piedra hay una historia que espera ser contada.