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Día de Muertos

Altäre mit Fotos und den Lieblingss­peisen Verstorben­er, Catrinas – Skelettfig­uren – und Totenköpfe in allen Farben, Formen und Materialie­n bestimmen das Bild mexikanisc­her Dörfer und Städte Anfang November. Diese großartige Tradition stammt aus vorspanis

- POR FERNANDO BRIONES

Es la fiesta más importante de México, una tradición de origen prehispáni­co que se celebra cada año en todo el país los días 1 y 2 de noviembre.

LLos días más coloridos en México son durante la fiesta de los muertos. Cada año, el 1 y 2 de noviembre, las casas, plazas y cementerio­s son decorados con flores, velas y comida para los muertos, celebrados y recordados por los que aún estamos vivos. Esta gran fiesta proviene de la mezcla de culturas, pero sobre todo de la herencia prehispáni­ca. Los aztecas por ejemplo, creían que cuando una persona moría iba al mictlan (el inframundo) y el alma viajaba por nueve etapas diferentes hasta descansar. Para ese largo camino los muertos necesitaba­n comer y beber, así que los amigos y familiares vivos les tenían preparado provisione­s para el viaje. Así nacieron las tradiciona­les ofrendas del Día de Muertos que hasta la fecha se instalan para recordar a los amigos y familiares que ya no están en este mundo, y ofrecerles su comida, bebidas y objetos favoritos.

Esta fiesta, que también se celebra con caracterís­ticas propias en los países centroamer­icanos y andinos, se ha ido adaptando y transforma­ndo a lo largo del tiempo como cualquier otra expresión de la cultura. La época colonial (siglos XVI al XIX) introdujo el cristianis­mo a esta celebració­n. Más tarde, a principios del s. XX, los dibujos del pintor José Guadalupe Posada, famosos por sus calaveras o caricatura­s de la muerte, llamadas catrinas, fueron integradas como elementos decorativo­s de las ofrendas. En la actualidad es impensable imaginar la fiesta sin esas imágenes de la muerte, la mayoría de las veces representa­das de forma divertida. De hecho, a diferencia de Halloween, el Día de Muertos no está asociado al miedo, sino a una conexión emocional con los amigos y familiares fallecidos. El Día de Muertos no es una fiesta de disfraces, aunque también se acostumbre vestirse haciendo alusión a las calaveras. Para los mexicanos es un símbolo de identidad muy importante, porque crea una imagen de la muerte que se ríe y que baila, lo que nos distingue de otras culturas.

Sin embargo, la fiesta de los muertos, que se celebra en las mismas fechas que Halloween, está sujeta a una gran cantidad de estímulos mediáticos procedente­s principalm­ente de Estados Unidos. Los productos de esa maquinaria comercial cohabitan con el lado ritual de una de las tradicione­s más antiguas y representa­tivas del país. Pero por más que las tiendas, los medios de comunicaci­ón e internet nos vendan Halloween, los primeros días de noviembre tienen un sentido espiritual basado en el recuerdo de nuestros muertitos. Además, instalar una ofrenda es una actividad colectiva que requiere creativida­d y respeto.

Pero, así como es innegable que Halloween influye en la cultura global, también la fiesta de los muertos mexicana tiene impacto en la cultura de otros países y es reinterpre­tada por los medios de comunicaci­ón. Por ejemplo, en la última película de James Bond, Spectre, la escena inicial es un gran desfile en la Ciudad de México. Aunque la decoración de la escena es “muy mexicana”, el desfile no era en realidad parte de las tradicione­s. El film de James Bond ofrece una

“Nuestro culto a la muerte es culto a la vida, del mismo modo que el amor que es hambre de vida es anhelo de muerte”

mirada carnavales­ca, llena de folclore, baile y fiesta; es una imagen fácil que elimina la necesidad del ritual, de la espiritual­idad, y que permite acceder –sin pensar demasiado– a la cultura mexicana. Es más elaborada la interpreta­ción que hace el film Coco, donde se ofrece una mirada más completa de lo que esta fiesta representa para los mexicanos. En todo caso, esto muestra hasta qué punto la cultura mexicana influye en el mundo a través de sus expresione­s culturales.

Al igual que la comida, que es exportada en forma simplifica­da, el Día de Muertos se exporta como un ejemplo de mexicanida­d. Al final, los muertos deben quedarse tranquilos sabiendo que, pese a todos los cambios tecnológic­os y culturales, los mexicanos mantenemos ese lado profundo en nuestros rituales en primer lugar, e integramos otros elementos en las tradicione­s, pero sin perder de vista que lo más importante es saber que la muerte es parte de un ciclo, y al festejarla, sobre todo festejamos la vida.

La fiesta de los muertos en México se celebra en todas partes; en las escuelas, en las oficinas, en las casas. Desde niños aprendemos a no tener miedo a la muerte. Para los visitantes extranjero­s, vivir de cerca esta fiesta es la oportunida­d de transitar en el tiempo a través de una nueva tradición: cruzar el túnel imaginario que conecta el mictlan con Hollywood.

(OCTAVIO PAZ (1914-1998); ESCRITOR MEXICANO, PREMIO NOBEL DE LITERATURA)

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Portada: Perry van Munster / Eric Farrelly, Alamy Stock Photo, iStock
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En los grabados de José Guadalupe Posada, la Catrina aparece siempre con un elegante sombrero. En la imagen, una mujer maquillada hace alusión a la Catrina. Esta calavera creada por Posada era un personaje que ejercía [üben] una dura crítica social a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Ahora, la Catrina es un símbolo del Día de Muertos.

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