Ecos

En torno a la mesa

Mucho más que comida Was wäre Spanien ohne seine Bars? Hier treffen sich die Menschen rund um die Uhr, hier wird geredet, getrunken, gelacht, gestritten, und natürlich gegessen und gefeiert.

- POR VIRGINIA AZAÑEDO

El 30 % de los españoles dejaría las llaves en el bar de la esquina

EEs difícil explicar lo que significa para un español el bar: forma parte de nuestro pasado y nuestro presente, es más que un lugar, ocupa un espacio en nuestra vida. Recuerdo las noches de verano en la terraza de “Los naranjos”, pura felicidad, mis padres, mis hermanos, una limonada y alguna tapa. Hoy, todas las mañanas, llevo a mis hijos al colegio. Y paso por el bar de la esquina. Un lugar, como “Los naranjos”, familiar y acogedor. Sin pretension­es. Donde todos somos bienvenido­s. Un fenómeno típico de estos bares es que, dependiend­o de la hora, cambia la clientela; los trabajador­es de las tiendas del barrio desayunan allí todas las mañanas, bien tempranito, “un café y una media”. Después, un par de mesas se ocupan con las mamás que vuelven de llevar a los niños al colegio y charlan animadamen­te, es la hora del café. Cuando se marchan, aparecen los oficinista­s. Un par de horas más tarde llegan los jubilados, después del paseo de la mañana; bien vestidos y perfumados, van a tomar el aperitivo: cañas, rioja, jerez y hasta algún moscatel con frutos secos o aceitunas. A esta hora es difícil pillar la prensa. A la hora de las tapas llegan familias enteras, algunas se quedan a comer allí, sobre todo desde que Carmelo y Mari han decidido sacar un “ajustado” menú del día.

En el bar de la esquina hay clientes que prácticame­nte forman parte del mobiliario, tienen sitio fijo, y siempre que uno va están allí. Lo mismo que la pata de jamón, el ventilador y un par de moscas invitadas. Hay gente de paso, inmigrante­s, algún turista despistado; el bar es el punto de encuentro de la gente del barrio. En el mostrador encontrará el Diario de Cádiz y la tele siempre puesta. En mi bar de la esquina hay unas gambas divinas, jamón y queso, ensalada de huevas y montaditos de melva; lo que no hay son los modernos vermús, ni tapas de influencia japonesa, ni reservas de mesa. Allí celebran su cumpleaños los abuelos, que invitan rumbosos a lo que la pensión les deja. Por allí pasa la vida y, si es la hora de la tapa, ¿apostamos a que se queda?

¡A comer!

En España, la comida es esencialme­nte un acto social, por eso la charla animada forma parte, como el pan, el agua y el vino, de todas las mesas españolas. España es el primer país del mundo en número de bares por habitantes. En total, hay 260 000 bares, uno por cada 175 habitantes, 350 000 si incluimos los restaurant­es. Los españoles gastan de media 1860 euros al año en restauraci­ón. Visitan el bar como mínimo 62 veces al año, más de una vez por semana, donde gastan cerca de 5 euros cada vez que van. ¿Qué quiere decir esto? Pues que a los españoles nos encanta hacer vida social, estar en la calle, hablar con los amigos mientras picamos algo.

Las tendencias

La vanguardia culinaria en España se adapta al carácter y la manera de vivir del español. Los productos de temporada frescos y de la huerta –muchos cocineros tienen hoy su propio huerta– o de la granja más cercana son los mejores. España, que siempre

ha destacado por tener excepciona­les productos, disfruta el auge. Se redescubre­n pescados del Mediterrán­eo para la mesa como el rémol, y se rechazan los insípidos productos fabricados a granel. Otra de las grandes tendencias internacio­nales es recuperar las viejas recetas y técnicas; en los últimos tiempos han vuelto los guisos de la abuela a las mesas más modernas. Y si unimos estas dos tendencias, productos frescos y cocina de la abuela, tenemos la siguiente: los mercados cobran vida. Ahora no solo se compra en ellos, sino que se come en ellos; ¡bienvenido­s a los más coloridos y ruidosos templos culinarios! Pero quizás lo más genuinamen­te español en el mundo de las tendencias es la barra, un lugar para beber y comer en miniformat­o. Las barras en España se han reinventad­o: ahora se llaman “gastrobare­s”, y ofrecen verdaderas obras de arte para todos los bolsillos. La barra ha democratiz­ado la alta cocina.

“Los naranjos”, sus tapas y la sabrosa paella de la abuela son bonitos recuerdos. Hoy, vamos al gastrobar y pedimos vermú; después nos reunimos en casa para tomar la paella. Hay cosas que no cambian: las buenas.

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