Porto, Lissabon und weitere Schätze
Lo más bello del país vecino
Wer in Spanien ist und sich in westlichen Grenzgebieten aufhält, sollte unbedingt das Nachbarland Portugal besuchen: Lissabon, Porto und die Städtchen im Nordosten wie Guimarães oder Bragança haben einiges zu bieten.
PPortugal está de moda, y las cifras de turismo así lo demuestran. Muchos europeos visitan ahora la apasionada Lisboa, la señorial Coimbra, la vida bulliciosa de O Porto, o están descubriendo la Serra da Estrela, la del Gerés, el Algarve, el Alentejo… Tantos lugares únicos que tiene Portugal.
España comparte con Portugal la Península Ibérica, que ya los romanos o los sefarditas consideraban una; y es que a los dos lados de la frontera se esconden destinos con muchos atractivos, por eso es hora de romper las últimas fronteras. Hora de reinventar Hispania, Sefarad, Iberia. Vamos a descubrir las ciudades con encanto de Portugal, su naturaleza, su cultura y sus playas.
Las ciudades más bonitas
Como pocas ciudades en el mundo, Lisboa conserva intacto el sabor de otros tiempos en sus calles empedradas, en sus tranvías, en sus tiendas centenarias. Visitarla es hacer un viaje al pasado por una de las ciudades más bellas del mundo; hay que comprar en sus lojas (tiendas) de toda la vida; callejear por la Baixa, el barrio más señorial; descubrir el Chiado, que sigue siendo el barrio de los cafés y los artistas.
Subir y bajar por la Alfama, donde comenzó todo; asomarse al castillo de San Jorge, recorrer la gran Avenida da Liberdade de aires parisinos, recuperada como paseo público tras casi dos siglos… Visitar Campo de Ourique y el Bairro Alto…
Es imposible caminar por Lisboa y no mirar al suelo: Lisboa fue la primera ciudad que utilizó el suelo empedrado –tipo mosaico, generalmente en blanco y negro– que tanto caracteriza a las urbes de habla portuguesas, tanto en Portugal como en Brasil. Caminando por la ciudad pueden descubrirse cientos de diseños diferentes: carabelas, delfines, cangrejos, estrellas de mar, lagartos, cenefas de los más variados diseños de piedra caliza y basalto. Es tan tradicional esta forma de cubrir aceras y calzadas, que los lisboetas han levantado una estatua en homenaje a quienes las hacen, los “calceteiros”. Está muy cerca del Rossío, en la rúa da Vitória, frente a la iglesia de San Nicolau.
En la plaza Luís de Camões entramos en uno de tantos kioscos tradicionales que hay por toda la ciudad; ahora han sido reconvertidos en bares con terraza, donde se sirven licores portugueses y café.
Por aquí pasa el antiguo tranvía 28, el más famoso de la ciudad, que utilizan todos los turistas, y que hace un recorrido por los lugares más visitados hasta
terminar en el Bairro da Graça; aunque puede tomar cualquier otro tranvía –eléctrico- para ir más cómodo y mezclarse con los ciudadanos locales.
De todas las tiendas vintage que se pueden encontrar en Lisboa, quizá la más auténtica sea “A vida portuguesa”, un proyecto de la periodista Catarina Portas que ha rescatado los antiguos productos que marcaron la vida de los portugueses en el siglo XX. Si se quiere comprar un regalo entrañable y bonito, son muy típicas las andorinhas de Bordalo Pinheiro (18461905), ilustrador y escultor local, que se hacen con los moldes originales del artista.
Muy cerca, en la estación Cais do Sodré, los trenes de cercanías llevan al viajero a Cascais, un municipio costero conocido mundialmente por su localidad más señorial, Estoril, cuna de espías. Su costa hermosa y templada acoge todo el año a pescadores, extranjeros que disfrutan aquí de su retiro y surfistas de todo el mundo, conformando un paisaje humano ecléctico y cambiante.
Muy cerca, la montaña mágica de Sintra, con su impresionante y colorido Palacio da Pena, durante el siglo XIX residencia de la familia real portuguesa, y considerada, la expresión máxima del romanticismo en Portugal.
Más al norte, también en la costa, la otra gran ciudad portuguesa, Oporto. Su arquitectura, el clima atlántico, su gastronomía y el encanto decadente de sus calles han hecho de ella una de las ciudades más turísticas de toda Europa, que reúne cada solsticio de verano, noche de San Juan, a medio millón de personas. No hay que perderse su mercado del Bolhao, el espectacular edificio del Palacio de la Bolsa, ni la visita a una de las bodegas de sus famosos vinos, en la orilla del río Duero. Desde aquí, precisamente, es donde se consigue la mejor vista de la ciudad.
Agua y naturaleza
El agua es un elemento que conecta España y Portugal, los ríos españoles que vierten sus aguas al océano Atlántico y a veces sirven de frontera y de encuentro entre estos dos países.
Desde la localidad gallega de La Guardia, en el norte, un transbordador cruza cada media hora el río Miño –Minho en portugués– en dirección a Caminha, un destino magnífico para comer, por ejemplo, una lamprea á bordalesa que sabe a gloria y un buen café (que en Portugal se llama bica).
En el norte hay que saborear los platos acompañados de vinho verde, buenos blancos frescos y afrutados; pasear por las inmensas playas de Âncora y Moledo; perderse entre vegetación exuberante por riscos y aldeas...
El padre Duero –Douro en portugués– es otro de los grandes conectores entre tierras españolas y portuguesas. A lo largo de todo su recorrido ensambla las parcelas de viñedos, que desde Castilla y León producen los mejores vinos de la Ribera del Duero, y cerca ya del mar los famosos vinhos do Porto.
Aquí, precisamente, es una delicia navegar en los rabelos a la manera tradicional. Los barcos rabelos, diseñados especialmente para navegar por las aguas rápidas del Douro, transportaban, ya en el siglo X, los barriles desde el valle hasta las bodegas. Hoy podemos dar desde un pequeño paseo por la desembocadura del río, hasta realizar un viaje de varios días en barco-hotel aguas arriba hasta el Alto Douro Vinhateiro, Patrimonio de la Humanidad.
La mayor parte de estas embarcaciones tienen base en el puerto de Gaia o justo enfrente, en la Ribera; algunos pertenecen a las bodegas, pero hay empresas especializadas, como Douro Azul.
Mucho más al sur encontramos, haciendo frontera, el río Guadiana, que une Andalucía, la costa luminosa de Huelva, con las tierras hermosas del Algarve portugués.Un ferry cruza cada 30 minutos la desembocadura del Guadiana desde el sur de España hacia Portugal. Lo que hoy es una “alternativa romántica” al puente de la autovía que se levanta al fondo, era, hasta 1991, la única opción de los andaluces para cruzar al país vecino.
El ferry se toma en Ayamonte, donde se puede comprar al peso marisco bien fresco o disfrutar una tradicional “raya en pimentón”, y llega a Vila Real de Santo Antonio, pequeña villa portuguesa aparentemente tradicional, pero moderna y digital (con internet gratis). Esta coqueta población, fundada en 1774 por orden del Marqués de Pombal, es un buen lugar de partida para lanzarse a descubrir la costa portuguesa, la más occidental de la Europa continental, junto con la gallega. Le
Oporto trabaja – mientras Braga reza [betet], Coimbra estudia y Lisboa se divierte DICHO POPULAR PORTUGUÉS
sorprenderá, por ejemplo, el Parque Natural de la Ría Formosa, sesenta kilómetros de ecosistema natural, dos penínsulas, cinco islas, una de ellas desierta, paraíso de pescadores.
También la mano del hombre ha creado espacios acuáticos señeros, como el Gran Lago Alqueva, situado entre la Extremadura, española, y el Alentejo, portugués, inaugurado a principios del siglo XXI y actualmente el lago artificial más grande de Europa.
Sus aguas se pueden surcar en pequeños barcos-casa, para cuya navegación no se requieren licencias especiales, desde el complejo Amieira Marina. Y sus orillas guardan joyas naturales y gastronómicas que hay que descubrir sin prisas.
Cultura, historia y patrimonio
Las comarcas cercanas a la frontera española esconden poblaciones muy interesantes donde descubrir la cultura lusa, su historia y su patrimonio.
Comenzando por el noroeste portugués, la fronteriza Valença do Minho, al otro lado del puente que la une con la española Tuy (Pontevedra), donde es una delicia callejear, con su vieja fortaleza amurallada, hoy repleta de tiendecitas que abren incluso los domingos.
Unos kilómetros al sur de la orensana villa de Verín, se encuentra Chaves, una ciudad pequeña y agradable. Quizás su mayor encanto es el complejo termal de Vidago, antiguo balneario señorial que ha recuperado el lujo de sus mejores épocas. No hay que perderse sus jardines.
Un poco más al sur, en dirección a Oporto, Braga es la ciudad más antigua de Portugal, de ello da fe su inmenso patrimonio arquitectónico y arqueológico. También es una de las más vivas. De animar estas calles se encargan los estudiantes de sus dos universidades, sus comerciantes y la Cámara Municipal, que ultima detalles para ofrecer wifi gratis en todo el casco histórico, siempre lleno de flores.
Muy cerca de Braga se encuentra Guimarães, con una curiosa arquitectura de galerías multicolores, madera sobre granito; sus plazas animadas repletas de terrazas, sus jardines y palacios, fueron rescatados del olvido al ser la ciudad Capital de la Cultura europea en 2012.
Seis años después, esta pequeña ciudad del norte de Portugal, Patrimonio de la Humanidad y cuna del primer rey portugués, Don Afonso Henriques, está salpicada de pequeñas tiendas de artesanía y rincones fotogénicos. Merece la pena subir a la montaña de Penha en el teleférico, para tener una visión de conjunto.
También merece una visita la capital de la región de Trás-os-Montes, Bragança (Braganza en español),
que hace frontera desde las tierras zamoranas de Alistes y Sayago. Aquí esperan al viajero edificios emblemáticos, como el teatro o el Museo Ibérico da Máscara e do Traje, su antiguo castillo, la Domus Municipales, ejemplo único de arquitectura civil románica, un casco histórico muy agradable y las mejores tostas mistas (sándwich de jamón y queso) de todo el país, que pueden saborearse en el Café Floresta.
A pocos kilómetros, el parque natural de las Arribes del Duero, con una vista impresionante desde Miranda do Douro, clásico destino de escapadas cortas de los españoles desde Castilla y León.
El encanto de las ciudades fortificadas es innegable. Muy cerca de la española Ciudad Rodrigo está el espectacular Real Fuerte de la Concepción, del siglo XVIII, ahora un hotel, el único que hay en Europa en una fortaleza estrellada. Justo enfrente, al otro lado de la “raia”, la localidad portuguesa de Almeida, una de las plazas fortificadas más interesantes del país.
Esta comarca, enclavada en el parque natural de la Serra da Estrela, tiene la particularidad de que, cinco siglos después de la expulsión de los judíos, en 1492, la herencia sefardita continúa viva gracias a los criptojudíos, especialmente en Belmonte, pero también en localidades como Guarda o Trancoso. Otra vez Sefarad.