¿Cada vez se lee menos?
Eine bekannte Klage: Das Wissen wird weniger, denn die Menschen lesen kaum noch.
HHace más de tres décadas, el sociólogo Amando de Miguel publicó un libro titulado “La perversión del lenguaje”, por él definido como “divertida provocación para demostrar los destrozos que se están haciendo en el habla castellana”, advirtiendo que “todos contribuimos un poco al ‘glosicidio’”, pero culpando especialmente a los jóvenes universitarios, “virtualmente analfabetos... que desconocen el placer de la lectura”. Y precisamente sobre el tema de lectura se lee cada día algún parecer, tanto en alemán como en español, como por ejemplo: “No es posible que estemos abandonando el hábito de leer para enfocar nuestra atención en unas pocas secuencias de imágenes que, en muchos casos, no son otra cosa que verdaderas patochadas. Y me pregunto si nos estamos infantilizando o, lo que es mucho peor, idiotizando”... El mismo lamento se oye del ámbito comercial, pues las editoriales también se quejan del desinterés por la palabra impresa, y luchan por mantener su histórico prestigio de promoción y servicio cultural, manteniendo un auténtico duelo con los promotores de la “digitalización”, empeñados en hacer superfluas las bibliotecas, siempre veneradas como templos de la cultura, ya en la era del pergamino, y más tras la revolución de Gutenberg.
Dejando aparte los soportes de la palabra, desde la piedra y el pergamino hasta el papel, salta a la vista una gran diferencia del valor que se daba antaño a la lectura comparado con la actualidad; tomando como ejemplo un simple viaje en tranvía o autobús, antes casi todos leían el periódico y no pocos un libro; ahora, la inmensa mayoría se entretienen “digitalizando”... Es una lástima constatar que hoy, y no sólo para los más jóvenes -los “hijos del móvil” (El País)-, ya no es el libro el mejor amigo, pues ha sido suplantado por las redes sociales, como Facebook en sus diversas versiones, que en cualquier momento ofrecen la posibilidad de distraerse con videojuegos, películas y demás servicios, pero que..., obligado es decirlo, también facilitan esporádicos contactos con la lectura. Pero claro está que la lectura tradicional del libro impreso es un proceso más individual y concentrado que el ofrecido por los modernos soportes de textos que permiten las nuevas tecnologías, en general esporádicos y fragmentarios. Como puede verse, se trata de dos aspectos diferentes de la lectura, por lo que las estadísticas en torno a la lectura no pueden compararse. Lo mismo cabe decir del soporte impreso general, teniendo en cuenta, por ejemplo, el gran número de suscriptores y sin duda lectores fijos de periódicos y revistas, que sin restarles importancia, no siempre coinciden con los lectores fieles, algunos hasta devotos, al libro. Obviamente hay muchas formas de leer, y la lectura, hablando sin especificar, es una actividad social como otras tantas. (continuará)
Nulla dies sine linea