Ecos

SOL Y SOMBRA

Mercedes Abad über Bücher und Literatur

- POR MERCEDES ABAD AVANZADO

EEl otro día, en el tren, mi vecina de enfrente leía una biografía de Freddy Mercury. En la contraport­ada destacaban esta frase del cantante de Queen: “Hay días en que me despierto y pienso: Ojalá no fuera Freddy Mercury”. La frase me impresionó. Expresaba con ingenio y extraordin­aria sencillez algo que muy a menudo también me pasa a mí. Después de tantos años atrapada en la misma identidad y en el mismo cuerpo, conviviend­o con los mismos defectos y las mismas obsesiones, hay días en que estoy tan harta de mí misma que daría lo que fuera por perderme de vista y colarme en el interior de cualquier otra persona. La idea sería degustar el placer de ser otro, de la misma manera en que uno viaja al extranjero para conocer los usos y costumbres, el paisaje y el paisanaje de un país diferente. Desprender­te de ti y pensar los pensamient­os de otro, experiment­ar las sensacione­s de otro, andar por ahí con el cuerpo de otro, bucear en el mapa sentimenta­l de otro y ver las cosas desde los ojos de ese otro. No importa el género, la clase social, la época o el país de residencia.

Pero enseguida me di cuenta de que ese tipo de viaje al interior de otras personas ya existe. Está inventado desde hace mucho tiempo. Poco podía imaginar la humanidad, cuando empezó a contarse cuentos alrededor de una hoguera para conjurar el miedo que, siglos después, las narracione­s orales darían paso a lo que hoy conocemos como literatura. Gracias a ella, una mujer occidental que vive en el siglo XXI y que como yo pertenece a la clase media en peligro de extinción, puede meterse en la mente de un hombre que vivió en la Edad Media, o de un niño de diez años o de una mujer que pasó en África parte de su vida. Con sólo abrir un libro o conectar tu dispositiv­o electrónic­o y sumergirse en la lectura, puedes salir un rato de ti mismo y ser Madame Bovary o Sancho Panza, Lisbeth Salander o el emperador Claudio, el antihéroe de alguna novela urbana, un príncipe del Renacimien­to o el infortunad­o Gregor Samsa. Encima, puedes elegir si quieres instalarte en una comedia o un drama y escoger el tipo de mundo en que vas a vivir durante todo el tiempo que dure la lectura.

Yo tengo una estantería específica donde coloco los libros a los que acudo como una terapia natural contra la depresión, y otra con los libros que me harán llorar seguro cuando tengo ganas de llorar todas las penas atrasadas. Tienen la ventaja con respecto a los medicament­os de que carecen por completo de efectos secundario­s, aunque algunos dicen que, como a Don Quijote, pueden sorberte el seso.

Hay quien afirma incluso que leer sobre un país puede ser una experienci­a más profunda y completa que viajar a él. Y no sólo más barata, sino que, encima, te ahorras la humillació­n del control de seguridad. Des Esseintes, el protagonis­ta de la novela Al revés, de Joris Karl Huysmans, planifica minuciosam­ente un viaje a Londres leyendo montones de libros y de guías. Después de tan meticulosa planificac­ión, considera que ya no necesita viajar al Londres de verdad, porque ya lo ha hecho a través de los libros.

Después de eso, ¿hay quien todavía se atreva a afirmar, como tantas veces se oye decir en España, un país donde lamentable­mente se lee muy poco, que los libros son caros?

Hay días en que estoy tan harta de mí misma

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