EL ALFABETO DE NUESTRO TIEMPO
Sie schaffte es, nach langen Kämpfen als erste weibliche Abgeordnete ins mexikanische Parlament einzuziehen.
Hermila Galindo
Martín Caparrós über die erste Abgeordnete im mexikanischen Parlament
S SSiempre la llamaron Hermila, por esa rara costumbre castellana de que los hombres públicos respondan por sus apellidos y las mujeres por sus nombres. Hace cien años se presentó a elecciones por primera vez, como diputada por la Ciudad de México: fue la más votada, pero, por más revolución que hubiera habido en su país, la Constitución no permitía que una mujer pudiera ejercer esos cargos. Así que Hermila Galindo siguió peleando.
Había nacido en 1886 en Ciudad Lerdo, Durango, hija de una madre que murió en el parto y un padre que se fue. Creció con una tía, estudió lo que pudo, aprendió taquigrafía e inglés, leyó; a sus 25 se fue a la capital y se empleó como secretaria de un político importante. Eran tiempos convulsos y Hermila consiguió fundar, en 1915, La Mujer Moderna, una revista que se atrevía a hablar de cierta igualdad entre los géneros.
Hacía más: viajaba por el país, organizaba clubes de mujeres, disertaba y escribía sobre sus derechos civiles, políticos, sexuales. En una sociedad machista y cristianamente pudibunda pedía educación sexual para las muchachas y se peleaba con la Iglesia, que hacía todo por impedirlo. Y reclamaba sobre todo el voto femenino, pero el Congreso Constituyente de 1918 se negó a incluirlo: “…que algunas mujeres excepcionalmente tengan las condiciones necesarias para ejercer satisfactoriamente los derechos políticos no funda la conclusión de que éstos deben concederse a las mujeres como clase”, concluyeron los señores congresistas.
Hermila trabajaba con el presidente Venustiano Carranza; su asesinato en 1920 la hizo dejar la política activa. Se casó, tuvo una hija, se dedicó a la pintura, ahondó sus convicciones, siguió molestando. Finalmente, en 1953, la nueva ley de Derechos de la Mujer le permitió convertirse en la primera diputada en el Parlamento mexicano. Lo había conseguido, y se murió unos meses más tarde: hay vidas que se terminan como un cuento malo.