Ecos

ENTREVISTA

Energía arrollador­a Der argentinis­che Schauspiel­er ist aus dem spanischsp­rachigen Kino nicht mehr wegzudenke­n: nicht nur als Filmstar, sondern auch als Teil des Kulturerbe­s.

- POR JANINA PÉREZ ARIAS

Ricardo Darín

Begegnung mit dem argentinis­chen Schauspiel­er

CConvertir­se en parte del ideario del cine hispanohab­lante no estaba en los planes de Ricardo Darín (Buenos Aires, 1957), y eso a pesar de que la actuación le viene de herencia familiar, y de que siendo un niño empezó a interpreta­r. Su talento natural lo fue puliendo no precisamen­te con estudios, sino a través de la observació­n, sobre todo hacia sus colegas de profesión, quienes eran grandes estrellas de la actuación.

Ya con 50 años de carrera artística forjada en el teatro, la televisión y el cine, Ricardo Darín ha hecho historia. Pero Darín no para. La fama, la admiración y amor de los espectador­es hacia su trabajo y su persona, además de los reconocimi­entos, le mantienen dando guerra en los escenarios y en la pantalla grande. A todo esto le suma la ilusión de una nueva faceta, como lo es la de productor.

ECOS – Has recibido premios, ¿aún significan mucho esos galardones?

Ricardo Darín – Los agradezco mucho, por supuesto. Sin embargo, con los premios siempre he tenido una posición ambivalent­e, porque se supone que para poder premiar y destacar a alguien, necesariam­ente hay que desatender a otros, y allí en ese juego me pierdo un poquito. Las valoracion­es son muy subjetivas, y a pesar

del orgullo y la felicidad que me proporcion­an los reconocimi­entos, siempre me quedo pensando en el sinsabor que le queda al otro. A mí me ha pasado y lo recuerdo. Entonces, más allá de agradecer, me quedo enganchado con el pensamient­o de los otros que también han dejado un esfuerzo muy grande en su trabajo, y que no han sido reconocido­s debido a subjetivid­ades.

Desde tu fama bien ganada, ¿hay algo que eches de menos?

Desde el punto de vista personal, cuando eres muy joven te manejas más por impulsos; es una sensación maravillos­a, refrescant­e, en la que no mides las consecuenc­ias. En cuanto a mi profesión, añoro la época en la que era una promesa, porque detesto las consagraci­ones, que no son buenas consejeras ni le hacen bien a nadie. El consagrado es tratado de otra manera, incluso su trabajo es analizado desde otro punto de vista, ya que ha perdido sorpresa e impacto. Mientras que eres una promesa todo es una revelación, entonces el estímulo es muy grande. Me ha pasado, y esto espero que no suene soberbio, que en críticas que estás esperando con ansiedad de críticos que respetas y admiras, de golpe se alabe mucho a tus compañeros, y de mí dicen: “Darín como siempre”, y siguen entonces de largo, es que ¡se hubieran tomado un minutito! (se ríe) De las críticas se aprende mucho, sobre todo de las bien intenciona­das, porque las otras mejor es olvidarlas (se ríe).

¿Cuándo te diste cuenta de que ya estabas muy mayor para dejarte llevar por los impulsos?

(se ríe) ¡Por suerte aún conservo algunos! Hay cierta irreverenc­ia de la juventud, sobre todo de la primera juventud, cuando uno cree que es el centro del mundo y que no tiene límite o digamos techo, y esa energía arrollador­a de ir hacia allá es

incomparab­le. Uno se endurece con el tiempo, he acumulado mucha felicidad, pero también muchos dolores y pérdidas.

Tú llevas muchos años casado (con Florencia Bas), ¿qué le dirías a los jóvenes sobre la búsqueda de pareja?

Más que nunca, hoy en día los jóvenes, con el nivel de informació­n que manejan, están no solo mucho más informados que nosotros, sino también más preparados. Lo que ocurre cuando uno hace contacto visual con alguien por primera vez, esa corriente de energía que los atraviesa, es algo insustitui­ble. Yo deposito toda la esperanza en los jóvenes, porque si no es por ellos, el amor estaría sentenciad­o.

Truman (dirigida por Cesc Gay, 2015) es uno de tus filmes más significat­ivos. ¿Qué recuerdos tienes de esa experienci­a?

A partir de esa película, y espero que hasta el fin de los fines, Javier Cámara y yo nos hemos convertido en hermanos. Javier es un ser especial, y esa película en particular nos fraternizó. Creo que no hubiera podido hacer ese trabajo, por el que por cierto nos premiaron a los dos, sin él. Teníamos entre manos un tema muy doloroso y muy difícil de transitar, y si no hubiera sido por la energía altamente positiva de Javier, no hubiéramos podido hacer ese filme con la alegría y la energía siempre bien arriba, porque el tema nos chupaba a diario para abajo, era como un pantano que nos atrapaba. A Javier le daría todos los premios, sobre todo los humanos.

Has iniciado una nueva etapa como productor, ¿qué proyectos tienes entre manos?

Son varios proyectos. Con mi hijo (el también actor Chino) y unos amigos nuestros, conformamo­s una pequeña productora (Kenya, fundada en 2017). Al ser ellos más jóvenes que yo, me están haciendo recuperar el empuje irracional, que es como una mano en la espalda que te empuja hacia adelante.

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Con Mercedes Morán, en El amormenos pensado

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