Un día para recordar el amor
Marta hat ihren Männern ein tolles Sankt-Valentins-Frühstück zubereitet. Sind Roberto und Pepín in der Lage, es zu genießen?
San Valentín, un día especial, que afrontan de forma muy diferente los miembros de la familia Pérez. Marta: Qué domingo tan bonito… ha salido el sol, y estoy contenta. He hecho un desayuno para mis amores. Qué bien huele este café. Roberto, Pepín..., el desayuno ya está listo.
Roberto: Ya voy… Que estoy haciendo los estiramientos matutinos… Uff, tengo los músculos como piedras. Y el cuello es que… no lo puedo ni mover. A ver, esta página de internet dice que primero lo incline de forma rápida hacia la izquierda, y luego, hacia la derecha. Ahhh, cómo ha crujido… Marta, MAR-TA… No puedo moverme…
Marta: Y ahora, ¿qué le pasa? Espero que no sea una excusa para no levantarse de la cama. Roberto, aunque sea San Valentín, no creas que te voy a llevar el desayuno a la cama. Anda, pero, por qué ladeas tanto la cabeza hacia la derecha, ¿te ha dado un aire? Roberto: No, no… Martita, es que me he quedado así después del estiramiento de cuello… Creo que es tortícolis o algo más grave. No puedo moverlo, y me duele mucho… Ay, ay… No te vayas al otro lado, que no puedo verte.
Marta: Te pasa cada cosa, cariño. Si es que tenías que ir al fisio, y dejarte de estiramientos sacados de internet. A ver, déjame que te ayude… Voy a intentar recolocarte el cuello con delicadeza… Uno, dos y tres… -¡Ay! (grita Roberto) Ya está, derecho. Y de paso, te doy mi regalo: un besazo por el día San Valentín.
Roberto: Marta, eres superromántica: gracias, pero casi me arrancas la cabeza. Vamos, que me siento tan mártir como el pobre San Valentín, que por casar a parejas jóvenes hace unos cuantos siglos, le cortaron el gaznate los soldados romanos... Y mira, hoy, casi se repite la misma escena, pero a manos de mi querida esposa. Marta: Anda, quejica, que te voy a santificar con un superdesayuno. Por cierto, qué raro que Pepín no haya salido ni siquiera al escuchar tus alaridos. Raro, raro…¡PEPÍN!
Pepín: Mamá, no grites…Ya me he levantado, pero me voy otra vez a la cama, me siento fatal, creo que tengo fiebre.
Roberto: Pues ya somos dos, pero no puedes hacerle un feo a tu madre, que nos ha hecho un desayuno muy amoroso por San Valentín. Ah, por cierto, Pepín, hoy tendrás plan con alguien especial, ¿no?
Pepín: Ni lo tengo, ni lo espero… Me parece una celebración muy cutre. Y hoy ni pienso mirar Instagram ni WhatsApp, sólo salen parejitas empalagosas y chorradas con corazones. Un pastelazo de día.
Marta: Uy, esto me huele a que te han dado calabazas, o a que hoy no está tu chica preferida para celebrarlo. Pero eso lo arreglamos enseguida, ¿verdad, Roberto? Roberto: Marta, Marta, no te metas donde no te llaman si no quieres salir escaldada.
Pepín: Mamá, ni se te ocurra llamar a quien yo sé… Hacemos un trato: me tomo con vosotros tu megadesayuno “San Valentín”, y me porto como un hijo ejemplar, y tú, a cambio, me dejas tranquilito hasta mañana lunes, ¿vale?
Marta: Bueno, como quieras, Pepín. Pero no dramatices, y queda con algún amigo. Ya verás que las penas compartidas son menos penas.
Roberto: Yo tengo un hambre, Martita, vamos a comer esas tostadas con aceite y tomate tan ricas… Ah, por cierto, Pepín, ayer me encontré en la calle con la abuela de Coco, y me dijo que Coco estaba en Madrid y que vendría hoy por la tarde a visitarte, pero que no te dijera nada, que iba a ser una sorpresa. Upps, ¡se me ha escapado…!
Pepín: ¿Ah… sí? ¿Pero, seguro que te dijo que iba venir…? Entonces, me voy corriendo a la floristería a comprar unas flores. Dame la paga, papá.
Marta: Pssst, quieto, Romeo, antes de nada, a desayunar; luego tienes tiempo de comprar un rosal entero… Oye, Roberto, te he dicho alguna vez que te quiero, aunque seas un bocachancla. No puedes guardar un secreto, ni con tortícolis, ¿eh?