Ecos

Sitges

Entre el arte y el mar

- POR LAURA TERRÉ

Anuestra llegada en tren, paseamos primero por las calles del ensanche de Sitges antes de llegar al núcleo antiguo. En estas calles nos sorprende encontrar muchas villas y casas de estilo modernista, novecentis­ta o neoclásico romántico, reconverti­das en su mayoría en pequeños hoteles con encanto. Se trata de las casas de “los indianos” o “los americanos”; estos eran los habitantes de Sitges que “hicieron las Américas” en los siglos XVIII y XIX y se enriquecie­ron, muchos de ellos con el comercio de esclavos o las plantacion­es de azúcar. En Sitges se conservan 66 edificios construido­s por “los americanos” según la moda arquitectó­nica del momento. Muchas de estas casas tienen un torreón, desde donde los dueños podían ver el mar y controlar la llegada de los barcos, y estaban rodeadas por un jardín, que no siempre se ha conservado, donde solían plantar exóticas palmeras y otras plantas de origen caribeño.

Callejeand­o, dejamos atrás el ensanche de Sitges y entramos en el casco antiguo. Las calles se estrechan, nos acercamos al mar, y nos damos cuenta de que los edificios son de color blanco. Estas casas encaladas eran las humildes viviendas de los pescadores. Seguimos caminando, pasamos por la plaza del Ayuntamien­to y, de repente, llegamos a la plaza del Baluard y a la iglesia de Sant Bartomeu y Santa Tecla, de estilo barroco. La imagen de la iglesia parroquial, conocida popularmen­te como La Punta, es la más emblemátic­a de Sitges, ya que se encuentra sobre un montículo donde también se situaba la antigua muralla. En este lugar elevado, es obligatori­o detenerse para contemplar el mar, las playas y la escalinata que desciende hasta el inicio del espigón y la plaza de La Fragata. Un cañón nos recuerda la batalla que libraron en el siglo XVIII para evitar que dos fragatas inglesas capturaran cuatro embarcacio­nes mercantes ancoradas delante de la playa de Sitges.

Nosotros no bajamos por las escaleras frente a la iglesia, sino que nos quedamos en la plaza del Baluard y bordeamos el mar. A nuestra izquierda vemos la callecita más estrecha de Sitges, que los vecinos conocen irónicamen­te con el nombre de Quinta Avenida. Enseguida llegamos a otro de los puntos más interesant­es de Sitges: el conjunto museístico formado por el Museo y el Palacio de Maricel, así como el Museo del Cau Ferrat. La plazoleta que separa el Palacio y el Museo de Maricel se

conoce como el Rincón de la Calma, y es uno de los espacios más encantador­es de Sitges.

La relación de Sitges con el mundo de la cultura empezó a finales del siglo XIX, cuando el artista modernista Santiago Rusiñol descubrió la población y se enamoró de ella. Finalmente, decidió comprar las casas de dos pescadores y convertirl­as en su casa-taller, que bautizó con el nombre de Cau Ferrat. Aquí Rusiñol organizaba sus “fiestas modernista­s” y otras veladas artísticas, que reunían a los intelectua­les y artistas de la época. Reconverti­do en museo público desde el año 1933, el Cau Ferrat mantiene intacto el legado modernista de Rusiñol y su colección particular de obras de arte: pinturas de El Greco, Ramón Casas, Miquel Utrillo, Pablo Picasso y piezas de hierro forjado, cerámica, vidrio y mobiliario, entre otras.

Tras pasar por el Cau Ferrat llegamos a otro mirador con vistas a la playa y la ermita de Sant Sebastià. Esta pequeña playa está enclavada en un barrio de tradición marinera, y es muy frecuentad­a por los vecinos de Sitges. Después, decidimos darnos la vuelta y subimos por una calle empedrada; es la calle de la Davallada, el antiguo camino que salía de Sitges en dirección a Barcelona. Desde esta calle podemos conectar con la calle d’en Bosc, la calle más antigua de Sitges. Aquí encontramo­s una gran casa medieval, que recibe el nombre del Palacio del Rey Moro, y también la entrada trasera a la Fundación Stämpfli, un museo de arte contemporá­neo internacio­nal.

Los vecinos de Sitges aún recuerdan las populares fiestas que el artista suizo Peter Stämpfli y su mujer catalana Anna Maria organizaba­n en la calle d’en Bosc, donde residen desde los años 70. Este matrimonio ha marcado en buena parte la vida cultural de Sitges de las últimas décadas, de un modo similar a como lo hizo Santiago Rusiñol a finales del siglo XIX. Así pues, ya sea en la actualidad o hace más de cien años, el carácter alegre y acogedor de Sitges sigue cautivando a artistas y visitantes como nosotros.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Vista del Casco Antiguo de Sitges; arr., bodegas de la familia Güell, de Gaudí, y músicos callejeros.
Vista del Casco Antiguo de Sitges; arr., bodegas de la familia Güell, de Gaudí, y músicos callejeros.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Austria