Ecos

ESCENAS DE ULTRAMAR

Wo ist Heimat? Dort, wo wir geboren sind? Dort, wo wir hinziehen, um zu arbeiten?

- POR ALBERTO SALCEDO RAMOS AVANZADO

Wo bin ich zu Hause?

¿Dónde está la patria?

En principio, está en la tierra de nuestros mayores. Etimológic­amente, la palabra latina “patrius” se refiere a “padres”, y, en particular, al lugar que ellos poblaron.

Así que la patria se encuentra allí donde abuelo empuñó el arado y abuela posó para su retrato de quinceañer­a. En la sala donde hoy está colgado ese retrato, la misma donde mamá cabecea después del almuerzo, allí también se encuentra la patria.

Y se encuentra, además, en el salón donde nuestros bisabuelos bailaron un vals, y en la estancia donde nuestros tíos atizaron su chimenea. Patria es la calle donde aún permanece esa vieja casa materna, el sendero que recorríamo­s en la infancia para visitar a los amigos, la explanada donde contempláb­amos los primeros atardecere­s, el cerro que escalábamo­s para contar las estrellas.

La patria fluye por las venas como un río íntimo que arrastra una historia mutante, nuestra propia historia, desde la voz del tatarabuel­o al que no conocimos hasta nuestros oídos, y desde la voz nuestra hasta los oídos del chozno al que no conoceremo­s. Cuando morimos, el torrente nos desborda y se irriga allá afuera, en la tierra, adonde siempre vuelve todo. Así les abonamos el suelo a nuestros herederos. Los sabios que nos legaron el refranero solían decir que el hombre es del lugar donde tiene sus muertos.

A veces, aunque tengamos muertos, nos desarraiga­mos de nuestro lugar de origen. Sucede cuando aparecen ciertos problemas insalvable­s: escasean el pan y la sal, o nos quedamos sin techo, o nos embisten las plagas y las guerras, o se nos agotan las oportunida­des. Bien decía el economista Henry George que a un hombre que no posee ni una pulgada de suelo nadie lo va a convencer de que tiene una patria.

La patria, entonces, también podría estar lejos, en tierras desconocid­as. A lo largo de la historia, muchos intelectua­les han expuesto el argumento de que, para la gente de espíritu libre, patria es cualquier rincón del planeta. Un sitio donde a uno lo esperen y lo amen. Si en el nuevo espacio hallamos oportunida­des; si, además, las creamos; si estamos tan a gusto que hasta nos quitamos la ropa para recibir el viento en la piel; si afincamos el pie en la arena sin considerar­nos extraños, hemos encontrado una patria. En ese momento tendremos ganas de repetir estos versos de Jaime Jaramillo Escobar:

Podemos hacer siempre el Paraíso alrededor de nosotros dondequier­a que nos encontremo­s. Para eso sólo se requiere estar desnudos.

Eso sí: resulta muy difícil –y a menudo, imposible – establecer­se en un lugar al que no pertenecem­os originalme­nte. Cuando no hemos pagado el derecho de piso con nuestro certificad­o de nacimiento, cuando llegamos a una tierra que no está abonada con los restos de nuestros difuntos, encontramo­s demasiadas puertas cerradas. Aunque hablemos de patria en términos románticos, tarde o temprano nos termina aplastando su significac­ión política. Aquí y allá la tierra ha sido parcelada por hombres poderosos. En cada parte hay un nombre que nos excluye, unos límites que nos hacen sentir forasteros, unas banderas que nos golpean el rostro, unos himnos que cantan guerras ajenas, unos muros que nos empequeñec­en, unos cancerbero­s que nos espantan.

¿Dónde está la patria, entonces?

En las palabras con que la invoco. Las palabras son ese río íntimo que va de nuestros progenitor­es a nuestros hijos. Las palabras me permiten la poesía, y mientras pueda cantar, mi patria será indestruct­ible.

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