ESCENAS DE ULTRAMAR
Wo ist Heimat? Dort, wo wir geboren sind? Dort, wo wir hinziehen, um zu arbeiten?
Wo bin ich zu Hause?
¿Dónde está la patria?
En principio, está en la tierra de nuestros mayores. Etimológicamente, la palabra latina “patrius” se refiere a “padres”, y, en particular, al lugar que ellos poblaron.
Así que la patria se encuentra allí donde abuelo empuñó el arado y abuela posó para su retrato de quinceañera. En la sala donde hoy está colgado ese retrato, la misma donde mamá cabecea después del almuerzo, allí también se encuentra la patria.
Y se encuentra, además, en el salón donde nuestros bisabuelos bailaron un vals, y en la estancia donde nuestros tíos atizaron su chimenea. Patria es la calle donde aún permanece esa vieja casa materna, el sendero que recorríamos en la infancia para visitar a los amigos, la explanada donde contemplábamos los primeros atardeceres, el cerro que escalábamos para contar las estrellas.
La patria fluye por las venas como un río íntimo que arrastra una historia mutante, nuestra propia historia, desde la voz del tatarabuelo al que no conocimos hasta nuestros oídos, y desde la voz nuestra hasta los oídos del chozno al que no conoceremos. Cuando morimos, el torrente nos desborda y se irriga allá afuera, en la tierra, adonde siempre vuelve todo. Así les abonamos el suelo a nuestros herederos. Los sabios que nos legaron el refranero solían decir que el hombre es del lugar donde tiene sus muertos.
A veces, aunque tengamos muertos, nos desarraigamos de nuestro lugar de origen. Sucede cuando aparecen ciertos problemas insalvables: escasean el pan y la sal, o nos quedamos sin techo, o nos embisten las plagas y las guerras, o se nos agotan las oportunidades. Bien decía el economista Henry George que a un hombre que no posee ni una pulgada de suelo nadie lo va a convencer de que tiene una patria.
La patria, entonces, también podría estar lejos, en tierras desconocidas. A lo largo de la historia, muchos intelectuales han expuesto el argumento de que, para la gente de espíritu libre, patria es cualquier rincón del planeta. Un sitio donde a uno lo esperen y lo amen. Si en el nuevo espacio hallamos oportunidades; si, además, las creamos; si estamos tan a gusto que hasta nos quitamos la ropa para recibir el viento en la piel; si afincamos el pie en la arena sin considerarnos extraños, hemos encontrado una patria. En ese momento tendremos ganas de repetir estos versos de Jaime Jaramillo Escobar:
Podemos hacer siempre el Paraíso alrededor de nosotros dondequiera que nos encontremos. Para eso sólo se requiere estar desnudos.
Eso sí: resulta muy difícil –y a menudo, imposible – establecerse en un lugar al que no pertenecemos originalmente. Cuando no hemos pagado el derecho de piso con nuestro certificado de nacimiento, cuando llegamos a una tierra que no está abonada con los restos de nuestros difuntos, encontramos demasiadas puertas cerradas. Aunque hablemos de patria en términos románticos, tarde o temprano nos termina aplastando su significación política. Aquí y allá la tierra ha sido parcelada por hombres poderosos. En cada parte hay un nombre que nos excluye, unos límites que nos hacen sentir forasteros, unas banderas que nos golpean el rostro, unos himnos que cantan guerras ajenas, unos muros que nos empequeñecen, unos cancerberos que nos espantan.
¿Dónde está la patria, entonces?
En las palabras con que la invoco. Las palabras son ese río íntimo que va de nuestros progenitores a nuestros hijos. Las palabras me permiten la poesía, y mientras pueda cantar, mi patria será indestructible.