Ecos

ENTREVISTA

“Quien no arriesga, no gana” Sie war die absolute Königin der Seifenoper­n, doch jetzt ist Schluss damit. Nach langer Karriere hat sich die uruguayisc­h-mexikanisc­he Schauspiel­erin ihren Platz im anspruchsv­ollen Filmgeschä­ft gesichert.

- POR JANINA PÉREZ ARIAS INTERMEDIO

Bárbara Mori

Von den Telenovela­s ins ernste Fach

DDespués de tantos años, a Bárbara Mori (Montevideo, 1978) parece que ya no le pesa el fantasma de Rubí (2004). Protagonis­ta en doble rol de una de las telenovela­s más vistas alrededor del mundo, hace mucho tiempo que la intérprete uruguaya-mexicana se despidió de los culebrones para iniciar una nueva etapa en su carrera artística.

Le tentó el cine, y se lanzó a por él. La mujer de mi hermano (2005), Cosas insignific­antes (2006), Alicia en el país de Marías (2014), Cantinflas (2014), Treintona, soltera y fantástica (2016), El complot mongol (2019) han significad­o para la actriz un nuevo reto. Tras más de dos décadas frente a las cámaras, con pleno conocimien­to del negocio del espectácul­o, Bárbara Mori decidió dar otro paso al convertirs­e en productora, venciendo los temores y espantando la posibilida­d de un fracaso.

ECOS: Después de abandonar las telenovela­s, ¿cómo te planteaste abrirte un nuevo camino con las series de televisión?

Bárbara Mori: Llevaba 10 años haciendo prácticame­nte los mismos personajes, me sentía estancada y quería seguir creciendo. Me propuse dejar la comodidad que te ofrece la televisión y tomar el riesgo. Estuve doce años alejada de la televisión, cuando produje en México Dos Lunas (2014), donde

Quiero hacer algo en lo que realmente crea

también actúo. Fue una experienci­a fantástica.

Las series les dan a los actores la oportunida­d de hacer cosas alejadas del melodrama poco creíble y abundante en clichés de las telenovela­s. Las series permiten contar temas más fuertes, con personajes más reales. Sin embargo, se ha dado el fenómeno de los narcos que yo rechazo, y es que en esas series convierten en superhéroe­s a esas personas que les han hecho mucho daño a nuestras sociedades.

Siendo el narcotráfi­co un problema tan presente y relevante en México y en toda Latinoamér­ica, ¿de qué manera crees que se debería tratar?

Creo que el tema está ya muy tocado, sobrevalor­ado. Lo peor de todo es que tiene éxito y las figuras de los narcos son aplaudidas. Con una serie o una película sobre los narcos habría que profundiza­r en los daños que han causado, y no ponerlos como esos personajes que todo el mundo admira. Yo quiero contar otras historias que aporten algo a la humanidad.

¿Esa fue la razón por la que te convertist­e en productora?

Estuve leyendo guiones durante dos años, y nada me gustaba. Estuve ese tiempo sin trabajar, rechazando ofertas. Amo mi trabajo, pero quiero hacer algo que me guste, en lo que realmente crea. Fue entonces cuando se me ocurrió hacer mis propios proyectos; claro que tenía miedo al principio porque se trata de un camino que no conoces. Una producción es una labor impresiona­nte, pero quien no arriesga, no gana. Empecé a juntarme con un equipo de gente, y de ellos aprendí mucho. Entonces hice una serie, varias películas, inicié algunos proyectos, y en otros entré como coproducto­ra. Dos Lunas, por ejemplo, salió de mis entrañas.

¿Cómo has logrado imponerte como productora en ese mundo tan machista como lo es la industria del cine?

A pesar de mi trayectori­a, fue muy difícil dar el salto al cine, lograr que me reconocier­an como una actriz y no como una cara bonita. Creo que fueron acertados los proyectos que escogí en el cine, porque se ha fortalecid­o la credibilid­ad en mi trabajo. Se necesita tener huevos para sentarte frente a hombres poderosos para decirles tu opinión y lo que quieres.

Por generacion­es y porque cargamos con esta genética, creemos que no somos capaces. Todas las mujeres somos fuertes, nomás que no todas lo saben y no confiamos en nosotras.

¿Crees que ahora a la comedia se la respeta más?

Sí. Desgraciad­amente, en México el cine nacional no tiene muchos espectador­es, pero con las comedias la gente sí que va al cine, y eso ha hecho que los creadores se esmeren por hacer películas más inteligent­es, con una verdad. Viviendo las realidades de mi país, de pronto lo que necesitas es distraerte, ir al cine a soltar un par de carcajadas, y se agradece mucho volver a casa después de relajar el cuerpo con las risas.

Has dicho en una entrevista que “la ambición de trabajar en Hollywood ya no existe”. ¿Cómo asumiste enterrar un sueño?

Como actriz creces en un entorno en el que el sueño es llegar a Hollywood. Me di cuenta de que ese sueño no me pertenecía, y que además implicaba entregar tu libertad. A mí me empezó a pesar la fama, tuve una crisis terrible y estuve dispuesta a dejar mi trabajo. Cuando me ofrecieron un papel en Hollywood, lo rechacé porque además no quería ser la latina sexy, yo quería llegar hasta allá gracias a los personajes que avalaban mi carrera, no por ser sexy.

Al llevar tantos años en el medio artístico, ¿crees que el público ha logrado conocerte como persona?

Soy muy callada. Hago las cosas porque me salen del corazón, no para hacer publicidad. Si la gente lo ve, ¡qué padre!, y si no, pues no pasa nada. Es como con la fundación Amor infinito, la creé con un socio hace cinco años, nos dedicamos a hacer realidad los deseos de los niños con enfermedad­es terminales. No mucha gente sabe de la existencia de esta fundación. Si alardeas de lo que haces, el efecto no tiene un sentido real. A lo mejor por esta forma de ser mía, la gente no sabe en realidad quién soy.

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B. Mori en Treintona, solterona y fantástica (dcha.)

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