Ecos

Un viaje accidentad­o

Pepín ist auf Klassenfah­rt, doch jetzt bekommen Marta und Roberto einen Anruf von dessen Lehrerin: Pepín hatte einen Unfall!

- POR COVADONGA JIMÉNEZ AUDIO

Pepín se ha ido de viaje de fin de curso con su clase del instituto a un pueblo de la Costa Blanca. Dos días después, Marta ha recibido una llamada que la ha dejado muy preocupada.

Roberto: Pero, Marta, ¿quién llama a estas horas? ¿Pepín?

Marta: Era la profesora de Pepín. El niño ha tenido un accidente, está en el hospital y quizás le tengan que operar. Nos vamos ahora mismo con el coche a verle. Roberto: ¿A las once de la noche? No sería mejor salir mañana temprano… Marta: Roberto, ¡¿qué parte de la noticia no has entendido?!… ¡Pepín está en el hospital!, y no sabemos la gravedad de las heridas… ¿Y si le pasa algo, y nosotros no estamos con él…? Si tú no quieres venir, me voy yo sola en el coche. Roberto: Venga, vale, vamos… Me visto en un periquete, y salimos pitando. Pero son casi 500 kilómetros. O sea, que tardaremos, como poco, cinco horas en llegar, si no hay ningún imprevisto.

Marta: Lo que quiero es estar con Pepín en el hospital. Pobrecito…; me han dicho que un coche se le ha llevado por delante mientras estaba cruzando una calle …

Roberto: ¡Santo cielo, hay cada conductor descerebra­do por el mundo…! Yo ya estoy listo, Marta, vámonos.

Roberto lleva ya varias horas conduciend­o por la autopista… Marta sigue muy nerviosa.

Marta: ¿Cuánto falta todavía, Roberto?

Roberto: Uaaaaa… Nos quedan todavía doscientos kilómetros. Oye, me está entrando un sopor… Necesito tomarme un café, ¡ya! Marta: Qué mala pata; con las prisas, no me he traído el termo con café. Pon el aire acondicion­ado a tope… y baja las ventanilla­s… El aire fresco te despejará. Roberto: Auuuuuuu, pero si tengo la ventana bajada a tope… Es que son las dos de la madrugada, Marta, y yo a estas horas normalment­e estoy en los brazos de Morfeo. Mira, ahí pone que aún faltan veinte kilómetros hasta la siguiente estación de servicio… ¿Tienes un chicle?

Marta: No, pero te puedo cantar algo para espabilart­e... Tarararara­rara, ¿te gusta? Roberto: No, por favor… Marta, prefiero oír música de la radio. Marta: ¡Psssss! Roberto, has cerrado los ojos… Que nos vamos a dar un tortazo… Mira, ya veo la gasolinera… Métete y nos tomamos un café.

Han llegado a la estación de servicio y se han tomado un café en el bar. Además, Marta ha aprovechad­o para llamar a la profesora de Pepín y preguntar por él.

Marta: Roberto, ¿quieres echar una cabezadita? ¿No vayas a dormirte al volante y salgamos en las noticias...?

Roberto: No, no… ya me he espabilado. ¿Has hablado con la profesora de Pepín o con los médicos del hospital?

Marta: Sí, sí, he hablado con la profesora, y me ha dejado más tranquila. Parece que Pepín se ha dado un golpe fuerte en la cabeza, y se ha roto una costilla, pero no le tienen que operar. De todas formas, y aunque está fuera de peligro, lo tienen en observació­n en el hospital.

Roberto: ¡Uff!, menos mal… ¿Y han detenido a ese delincuent­e del volante?

Marta: Bueno, parece que la culpa no ha sido del

conductor, sino de Pepín. Tu hijo estaba absorto mirando el móvil, cuando ha cruzado sin darse cuenta la calle mientras el semáforo estaba en rojo, y, “plof”, un coche se lo ha llevado por delante. Esto se veía venir… Era como el accidente anunciado…

Roberto: Claro, si es que Pepín está todo el día enganchado al móvil. Espero que lo que le ha pasado le sirva de escarmient­o. Por cierto, ¿y mi móvil? ¿Dónde está mi móvil?… Lo había dejado aquí, en el salpicader­o del coche, y ya no está… ¿Se habrá caído?

Marta: Ehhhh… ¡¡¡Roberto, cuidadoooo, que nos tragamos al camión!!! Madre mía del amor hermoso, qué viaje tan horroroso: dichosos móviles… Roberto: Martita de mi corazón: ¡Que Dios nos pille confesados y sin móvil!

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