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Oscar Niemeyer La capital del comunista

Der Architekt aus Rio de Janeiro und sein Werk: die Hauptstadt Brasilia.

- POR MARTÍN CAPARRÓS AVANZADO Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) es periodista y novelista. Sus libros más recientes son Hambre, Todo por la patria y Postales. Es columnista habitual de ECOS.

N NNunca quedó del todo claro por qué le encargaron su capital a un comunista. En esos años 50 del siglo pasado Brasil era un país intensamen­te capitalist­a, un poco retrasado, demasiado grande, demasiado vacío, que se buscaba, y Oscar Niemeyer era un arquitecto enamorado de la modernidad que se había hecho conocer construyen­do una iglesia audaz.

Pese a su apellido, Niemeyer era bien carioca, brasileño de Río de Janeiro, donde nació en 1907. Estudió arquitectu­ra sin apuros, disfrutand­o de la vida, y empezó a trabajar en un estudio cuando ya tenía casi 30 años. Su jefe era Lucio Costa, moderno a tope, que invitó a participar en un proyecto a un suizo-francés con ideas raras, un tal Le Corbusier. El joven Niemeyer estaba fascinado.

Diseñaba febril, ganó prestigio. El gobierno federal le comisionó su nuevo ministerio de Educación, y él construyó en Río uno de esos cubos minimalist­as, rabiosamen­te funcionale­s, que proponía su maestro. En 1940

un alcalde de Belo Horizonte le encargó un complejo que incluía la famosa iglesia: su aspecto provocó infinitas discusione­s. El alcalde se llamaba Jocelino Kubitshek; quince años más tarde, ya presidente de Brasil, decidió dotarlo de una capital nueva en medio de la nada. Para diseñar la ciudad de Brasilia contrató a Lucio Costa; para dibujar sus edificios, a Niemeyer.

Fue uno de los grandes encargos de la historia. En unos meses, Niemeyer diseñó el palacio presidenci­al, el Congreso, los ministerio­s, la catedral, las habitacion­es de miles de funcionari­os –que vivían en casas iguales, casi socialista­s–. El proyecto provocó todo tipo de reacciones; las críticas fueron brutales, también los elogios. Pero lo cierto es que Brasilia sigue allí.

Niemeyer tardó en volver a verla. Cinco años después de inaugurarl­a, su militancia comunista lo llevó al exilio. Construyó grandes obras en todo el mundo y volvió años después, con la democracia, a su ciudad natal. Allí murió, en 2012, a sus 104 años, siempre tan moderno.

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