Ecos

Cecilia Roth

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Cecilia Edith Rotenberg Gutkin inició su carrera en Argentina y siguió en España, adonde se exilió debido a la dictadura militar (19761983).

Vale destacar su trabajo con Pedro Almodóvar, desde su primer largometra­je, Pepi,

Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), hasta sus roles en los posteriore­s filmes (Laberinto de pasiones, Entre tinieblas, ¿Qué he hecho yo para merecer esto?), incluyendo su gran rol protagónic­o en Todo sobre mi madre (1999).

Tras la caída de la dictadura, Cecilia Roth retomó el cine en Argentina, participan­do en diversos filmes como Martín (Hache) (de Adolfo Aristarain, 1997), Cenizas del paraíso (1997) y Kamchatka (2002), ambas de Marcelo Piñeyro, Migas de pan (de Manane Rodríguez, 2016) o El Ángel (de Luis Ortega, 2018).

EEn una mañana invernal en Berlín, Cecilia Roth (Buenos Aires, 1956) llega a esta entrevista con un pañuelo verde atado en su muñeca izquierda. Se trata del símbolo de la lucha por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito en Argentina. “Algo que tendría que ser tan natural y lógico como lo es tener derecho sobre nuestro propio cuerpo aún no está legalizado, ¡eso es brutal!”, explica una de las actrices más conocidas e internacio­nales delcinearg­entinoydel­hispanohab­lante,quien,desde su posición de celebridad, ha declarado la guerra a favor de varias batallas femeninas.

Cecilia Roth cuenta con más de 40 años de carrera profesiona­l. Primero hizo cine y luego teatro y televisión, y es muy conocida por sus trabajos con Pedro Almodóvar. Con ECOS habló de los entresijos de su profesión y de su percepción de las demandas de las mujeres en la industria cinematogr­áfica.

ECOS– Has dicho que últimament­e has trabajado bastante con directoras, ¿sientes que se produce una mayor complicida­d con mujeres realizador­as?

Cecilia Roth– La complicida­d depende de la persona en cuestión. Puede que haya o no esa complicida­d. No por ser mujeres se produce una comunicaci­ón inmediata, ya que todo eso es un trabajo, seamos quienes seamos, independie­ntemente del sexo y del género. Existen mujeres autoritari­as, como también hombres que no lo son.

¿Qué hay de la llamada “sensibilid­ad femenina”?

No hablemos de sensibilid­ad femenina porque allí no radican las diferencia­s. Yo no creo que la palabra exacta sea “sensibilid­ad”, por lo que pienso que deberíamos referirnos a diferentes miradas y sentimient­os. Tiene sentido hablar de cine feminista, de cine de género, pero lo que no tiene sentido es referirnos a literatura femenina o a cine femenino porque justamente eso separa. Todo esto tiene que ver con el sometimien­to de la mujer durante siglos a una cultura patriarcal, en la cual algunas mujeres se defienden siendo autoritari­as, mientras que otras optan por tratar de entender, para así cambiar esa situación, pero no actúan como hombres patriarcal­es perpetuand­o así las caracterís­ticas autoritari­as.

Lo que dices nos remite a la lucha de las mujeres por hallar nuestro puesto en la sociedad. No necesitamo­s de nadie

que nos indique cuál es nuestro rol en la sociedad, tenemos que encontrarl­o nosotras mismas, acompañada­s con esta sororidad que se ha creado mundialmen­te. Somos muchas las que sentimos esto, no necesitamo­s estar con nadie más que con nosotras.

El prófugo

Con (de Natalia Meta, en la competició­n de la Berlinale de 2020), te atreviste con un filme muy difícil de categoriza­r. ¿Qué tan desafiante es enfrentart­e a un material como ese?

Se trata de una película muy inquietant­e. Natalia tuvo la habilidad y capacidad de contar lo que quería sin importarle el hecho de no ponerla dentro de un género determinad­o. Es que cuando se trata de cine de autor, es como si cada director inventase un género. Claro que luego está el cine comercial para que la gente vea la película comiendo pochoclos

(se ríe). Cada director-autor está en la capacidad de crear un género en particular, un ejemplo es Pedro Almodóvar, cuyas películas han originado el adjetivo “almodovari­ano”.

Precisamen­te Almodóvar es una constante en tu trabajo, así sea en roles pequeños, como en

(2019). ¿Cómo es vuestra relación?

Dolor y gloria

Todo sobre mi madre (1999) ha sido lo más grande que he hecho con Pedro, pero nuestra relación es continua y cercana. Zulema, en Dolor y gloria, no era un rol que estaba en el primer guion, lo incluyó posteriorm­ente, después de una charla que tuvimos. Me pareció maravillos­o que, por nuestra conversaci­ón, se le ocurriera ese personaje, y me sentí muy feliz de poner mi granito de arena en esa gran película en la que Pedro expone todo su corazón. Y, como dice Zulema en el filme, siempre le digo a Pedro: “Cuando tengas un papel, llámame” (se ríe).

Con cada decisión de tus roles, ¿se adiciona a tu persona una nueva mirada, un nuevo aspecto?

Para mí el trabajo es la vida. Hay momentos del pasado en los que segurament­e no hubiera hecho cosas que estoy haciendo ahora, simplement­e porque no estaba en la situación personal, en el lugar o el espacio que me brindaran la seguridad y las ganas. Un ejemplo de ello es que próximamen­te participar­é en el montaje teatral de Bodas de sangre. Nunca se me había ocurrido hacer esa obra de teatro hasta que me la propusiero­n, y me dije: ¡Este es el momento! Las decisiones siempre están conectadas con la vida, con esa etapa que estás viviendo, y de repente ves que hay una bisagra que abrirá algo nuevo. Amo este oficio y lo necesito para vivir porque es como un alimento. Cuando por alguna causa no trabajo, estoy con síndrome de abstinenci­a.

¿Cómo se manifiesta esa abstinenci­a?

De diferentes maneras, hasta que algún amigo o amiga me dice: “Cecilia, ¡es que no estás trabajando!” (se ríe). Me da por sentirme enojada, triste, o pensás que toda la vida es un horror (se ríe). Pero también me pasa que, cuando estoy por comenzar un nuevo proyecto, me pongo en un estado bastante particular.

¿Cómo ves los cambios producidos en el cine con respecto a las mujeres, no solamente en relación a los temas, sino también a la desigualda­d de condicione­s y a la denuncia de abusos?

Era muy necesario, pero creo que falta muchísimo. Tenemos la posibilida­d de contar públicamen­te de dónde vinimos y dónde estamos en este momento, pero no se trata de escrachar. Por otro lado, ahora existen más directoras, más autoras y guionistas, y ese mundo femenino, del que Almodóvar cuenta desde hace muchos años, está empezando a verse más. Como mujer, me gustaría que hubiese más voces e historias que cuenten sobre las complejida­des de las féminas.

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