Ecos

Pirata, bucanero, filibuster­o y corsario

-

Todos estos sustantivo­s son sinónimos. Sin embargo, como la mayoría de los sinónimos, no tienen exactament­e el mismo significad­o, o su connotació­n es diferente. "Pirata" es el nombre más antiguo y el que engloba a todos los demás. La palabra proviene del latín pirāta, y esta del griego peiratés, derivada de peirân (atacar, asaltar). Se refiere a la persona que aborda barcos en el mar para robar. "Bucanero" proviene del francés boucanier y designa al pirata que en los siglos XVII y XVIII saqueaba las posesiones españolas de ultramar. "Filibuster­o", en cambio, tiene origen holandés: vrijbuiter, de vrij (libre) y buiten (saquear), y son los piratas que en el siglo XVII se movían en el mar de las Antillas. Por último, "corsario" proviene de corso (lat. cursus), y es la palabra menos sinónima de todas, pues el corsario se diferencia del pirata en que tiene el permiso legal de su Gobierno para asaltar otros barcos. momento de probar los espléndido­s rones de la isla y de bailar los bailes de estas tierras: el merengue y la bachata. El músico más ilustre de la República Dominicana, Juan Luis Guerra, internacio­nalizó esta música a finales de los años 80. ¿Se acuerdan de su conmovedor­a canción “Bachata rosa”? Pues si quieren bailar y pasarla bien, les recomendam­os sitios como El Sartén, Parada 77 o el Sabina Bar, todos en el centro histórico.

Escapada a Samaná

No podemos negarlo: la llamada del mar Caribe es muy poderosa. Mientras caminábamo­s por las calles coloniales de Santo Domingo, llegaba a nuestros oídos el murmullo de su suave oleaje, como si tuviéramos una caracola pegada a la oreja todo el rato, y los intensos colores de sus playas venían una y otra vez a nuestra cabeza. Sí, como en los catálogos. La escapada a la norteña península de Samaná nos ofreció satisfacer ese deseo. Pero primero tocaba atravesar, digamos, la República Dominicana profunda, la rural. Ya en la carretera, cada dos por tres, venía a nuestro encuentro una carreta tirada por burros, o motos con tres o cuatro personas, que nunca llevaban casco, claro, y con niños traviesos que parecían pasársela muy bien. Aunque los poblados que atravesába­mos eran muy humildes, la gente parecía bastante alegre. El calor húmedo los obligaba a salir de sus casas y a

El parque nacional Los Haitises alberga más de 60 cayos o islotes

echarse una animada partida de dominó en el porche. La vida, en todas sus formas, se desplegaba en las márgenes de la carretera, y más allá solo se alcanzaba a ver la naturaleza.

Cayo Levantado

Por fin, llegamos a la ciudad de Santa Bárbara de Samaná, en la bahía del mismo nombre. En solo unos 20 minutos, una lancha a motor nos deja directamen­te en una de esas playas que, en nuestra imaginació­n, nos habían quitado la tranquilid­ad: Cayo Levantado, también conocido como Isla Bacardi, por los anuncios publicitar­ios filmados aquí para el famoso ron. La verdad es que no se trata de un cayo ni de una isla, sino más bien de un islote. Cuando bajo de la lancha y pongo el primer pie en la arena, me arrodillo como Colón. Aunque en quien más bien pienso es en el pobre Robinson Crusoe.

Con solo 1 kilómetro de extensión, este islote satisface todas las expectativ­as del viajero. La intensidad de los colores casi hiere la vista. Ahí está todo: las aguas cristalina­s, la arena blanca y las palmeras. Y cierta soledad, imprescind­ible para gozar del paisaje.

El parque nacional Los Haitises

Al día siguiente, partimos de nuevo en lancha desde Santa Bárbara hacia el parque nacional Los Haitises, que se halla en el extremo sur de la bahía de Samaná. Tardamos casi tres cuartos de hora en llegar a un paisaje que asociamos de inmediato con Jurassic Park. La costa está poblada de cerros cubiertos de una tupida vegetación, llamados “mogotes”. Oscilan entre los 30 y 40 metros de altura, y forman parte de una región de bosques húmedos subtropica­les. Antes de desembarca­r, recorremos en la lancha los cayos, o islotes, próximos a la costa. En total, hay unos 60 cayos. Uno de los más famosos es el de Los Pájaros. La impresión de estar aquí en una película de dinosaurio­s es aún más intensa, pues sobrevuela el islote una gran bandada de pájaros que parecen pterodácti­los, pero que son pelícanos y un ave puntiaguda llamada “tijereta”. Luego disminuimo­s la velocidad de la lancha y nos adentramos en una fabulosa zona de manglares. El motor no se oye y nos deslizamos silenciosa­mente por el agua. Tenemos la impresión de que se trata de una inminente emboscada, ¿por indígenas o criaturas prehistóri­cas? Finalmente desembarca­mos en un muelle y nos ponemos en marcha hacia las cavernas del pueblo originario que pobló esta isla hasta la llegada de Colón: los taínos. En las paredes de las cavernas trazaron pictograma­s que nosotros, siglos más tarde, intentamos interpreta­r. Alguno, incluso, ha querido descifrar en ellos nuestra propia época.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Austria