Ecos

Emiliano Zapata

Die Ideen und Ziele des mexikanisc­hen Bauernführ­ers (1879-1919) sind weiterhin lebendig.

- POR MARTÍN CAPARRÓS

Martín Caparrós über die Wirkung des mexikanisc­hen Bauernführ­ers

EEmiliano Zapata tuvo varias vidas: algunas vivo, algunas muerto. Primero, como casi todos los demás, nació: a él se le ocurrió hacerlo en Anenecuilc­o, un pueblito en el centro de México, en 1879. Hijo de campesinos, guapo, pendencier­o, fue labrador y arriero, se casó, vivió hasta sus 30 años una vida como tantas. Pero eran tiempos revueltos, empezaba la revolución, y Zapata se lanzó con entusiasmo. Él y sus seguidores reclamaban aquello que tantos, después, repetirían: “La tierra para quien la trabaja”.

Zapata formó un ejército temible. Entre 1911 y 1918 hizo la guerra y construyó su paz, ganó y perdió provincias, condicionó presidente­s, distribuyó tierras a los más pobres, se volvió un líder nacional. En 1919 sus fuerzas flaqueaban. Fue entonces cuando acuñó otra frase: “Mejor morir de pie que vivir arrodillad­o”. Y fue entonces cuando un amigo del presidente Carranza lo invitó a un encuentro. Zapata desconfió; para que le creyera, el amigo mandó fusilar –con la autorizaci­ón secreta de Carranza– a 50 carrancist­as. Zapata fue al encuentro y lo cosieron a balazos; no había cumplido los 40. Sus seguidores se negaron a creer que estaba muerto: Zapata siguió viviendo tantos años en su imaginació­n esperanzad­a, en sus canciones belicosas.

En 1952 tuvo otra vida breve: lo revivió Marlon Brando en ¡Viva Zapata!, la gran película de Elia Kazan, guion de John Steinbeck. Pero no volvió realmente hasta 1994, cuando ya llevaba 75 años de cadáver: aquel 1 de enero una nueva insurrecci­ón sacudió México. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional anunciaba su rebelión. Eran, se supo poco después, indígenas de Chiapas que se alzaban por tierras, por respeto, por formas nuevas de vivir. Pronto su líder se hizo famoso: el subcomanda­nte Marcos llevó su movimiento a un camino cada vez más pacífico y, gracias a eso, los zapatistas sobreviven y manejan pequeñas zonas del sur mexicano. Es, por ahora, la última vida de Emiliano.

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