Mi viaje a Panamá In Bocas del Toro und Boquete
ECOS-Leser HansJosef Berkenkopf aus Hallenberg (Sauerland) gewann im vorigen Jahr eine Reise mit TravelWorks nach Panama. In Bocas del Toro und Boquete lernte er zwei so schöne wie unterschiedliche Seiten des Landes zwischen den Ozeanen kennen und lieben.
EEn la edición de junio de 2019 ECOS sorteó un viaje a Panamá. El premio incluía una semana en Bocas del Toro, un lugar en la costa del Caribe, y una semana en Boquete, una ciudad en las montañas del centro de Panamá, con un curso de español, alojamiento en casas panameñas y los tiquetes de avión.
Me pareció una buena ocasión –sobre todo por la combinación– para mejorar mi español y conocer el país, la gente y su cultura. Las respuestas eran fáciles, así que pensé que no tenía nada que perder y participé por internet.
¡Qué sorpresa y alegría! Poco después, recibí la noticia de que había ganado el premio (para mí fue como ganar el Gordo), y en enero de este año viajé a Panamá.
Después de un largo vuelo de 15 horas con escala en Chicago, aterricé en Ciudad de Panamá, donde me alojé una noche. Como tenía medio día libre –antes del otro vuelo a Bocas del Toro–, visité el canal de Panamá, las primeras esclusas y el Centro de Visitantes de Miraflores, que explica detalladamente la construcción y sus problemas, como, por ejemplo, la enfermedad de la malaria. Antes de volver al hotel el taxista me enseñó el casco antiguo, con sus cuatro plazas más importantes, sus lindas casas señoriales y la catedral. Por la tarde volé a Bocas del Toro y observé, desde el aire, el canal. Desde el avión pude ver su enorme volumen y el nuevo tramo, recién inaugurado el año pasado.
En Bocas del Toro mi familia anfitriona me recibió con los brazos abiertos. Todos los días estudiaba español desde las 8 hasta las 12 en la escuela Habla Ya. Ahí también todos fueron muy amables conmigo. Sobre todo, Gilberto, mi maestro. Sus clases eran muy interesantes y divertidas y, además, efectivas. A veces me sentía como en un viaje en el tiempo, cuando era joven y alumno.
Por la tarde hice mis excursiones. Caminé por
playas bonitas, nadé en el mar y probé comidas caseras junto con mis compañeros de la escuela. Me encantaron las casas coloridas, construidas en palos sobre el mar. Me parecían como en una película de Das Traumschiff, y tomé muchas fotos. Mi excursión favorita fue un recorrido en barco por el archipiélago. Ahí vi delfines muy de cerca, grandes estrellas de mar, osos perezosos, pelícanos, manglares y corales. También practiqué por primera vez en mi vida snorkeling, una experiencia maravillosa por la belleza submarina. Otra cumbre fue la visita a una plantación de cacao. El dueño, un indígena, nos explicó todo sobre el cultivo: desde la planta, la fruta, la cosecha, el tostado hasta el polvo de cacao –otra clase de español y una buena ocasión para comprar regalos típicos para mi familia y mis amigos–.
Después de una semana me mudé a Boquete, situada en las montañas de Panamá, un Panamá muy diferente. Otra vez tuve mucha suerte con mi familia. Sobre todo, Tilsia, la mujer de la casa, fue muy cortés. La primera noche, poco después de mi llegada, visitamos la famosa Feria de las Flores y del Café. Boquete es una región fértil, donde se produce café de alta calidad y diferentes tipos de verduras que se consumen en todo el país.
La escuela Habla Ya, que está en el centro de Boquete, es muy recomendable. Junto con una pareja muy simpática de EE. UU. tuve clases desde la 1 hasta las 5 de la tarde. Mi maestro, Álex, fue muy servicial y competente. Tuvo el don de enseñarnos las dificultades del subjuntivo con mucha paciencia, fácil de comprender para nosotros. Así que fue una alegría para mí participar en sus clases.
En Boquete también hice muchas excursiones, pero esta vez solo por las mañanas. Visité los puentes colgantes sobre barrancos y ríos. Se tambaleaban, pero fueron excitantes y tenían unas vistas impresionantes. Hice una caminata agotadora por la selva a las tres cascadas, un espectáculo de la naturaleza. Visité el jardín El Explorador, un paraíso un poco loco, pero muy bonito, con letreros de dichos filosóficos –otra clase de español–. Disfruté de pozos termales, nadé en un cañón y salté desde rocas (no tan altas) al río. Pero la excursión que más me gustó fue la visita a una plantación de café. Como fue muy temprano, fui la única persona con guía privado. Así que el guía me explicó detalladamente todo sobre el café, su cultivo y su producción. La visita terminó con una cata, y ahora soy casi un experto del café.
Otra cumbre de mi viaje fue participar en el cumpleaños del hijo de mi maestro. Esta fiesta se celebra de manera muy diferent en comparación con mi país, y con una piñata: los niños pegan con palos la colgante y movible figura hasta que los dulces caen al suelo. Entonces, los niños invitados los recogen con mucha alegría como regalos.
Para mí todo el viaje fue un placer y una experiencia especial e inolvidable. Vi dos caras de Panamá muy diversas, como si fueran dos países. ¿Cuál me gustó más? No sé, ambas me encantaron y disfruté del tiempo por completo.
Ahora sé qué pensó Janosch cuando escribió ¡Qué bonito es Panamá!