La naturaleza ha vuelto
apareció una tortuga laúd, que depositó un centenar de huevos enfrente de un hotel: intuía que una de las variedades más desafortunadas de Homo sapiens, el turista, no los pisaría o desenterraría. Y en la desgastada Acapulco se observaron episodios de bioluminiscencia, un fenómeno que no se producía desde hacía muchos años. En el país norteamericano aparecieron, además, junto con la tortuga laúd, otras especies en peligro de extinción: el jaguar, el hocofaisán y el cocodrilo. El río Rímac de Lima (Perú), de aguas marrones y grisáceas por
Un puma camina por las calles de Santiago de chile la basura que suele arrastrar, mudó su color en un turquesa digno del mar Caribe. Un bebé del mono tití cabeciblanco colombiano (en peligro de extinción desde 1973) nació en cautiverio en un zoológico de México. Todos hechos milagrosos. Y ocurrió también otro prodigio: en las ruidosas megalópolis de América Latina de pronto se hizo el silencio. En Bogotá (Colombia), por ejemplo, el ruido disminuyó entre 5 y 10 decibelios durante el día, y el doble por las noches. Por fin, hubo paz para los animales y para nosotros, los seres humanos.
T1.– Tras varios días de confinamiento voluntario, me enfrento a lo que tanto temía: la necesidad de abastecerme. Mientras me visto para ir al supermercado, siento una sensación de ahogo. Luego acudo a una última triquiñuela para retardar la salida: me siento a leer noticias frente al ordenador. El panorama es alarmante: unos empresarios declaran que no se debe prolongar la cuarentena porque se desploma la economía, muchos vendedores ambulantes siguen plantándose en las avenidas, una ministra considera innecesario mantener cerrados los aeropuertos, varios alcaldes y gobernadores anuncian que manejarán la emergencia a su manera y no con las directrices del presidente de la República, diversos líderes políticos discuten violentamente en las redes sociales.
La peor calamidad del mundo reciente nos encuentra enfrascados en nuestro antiguo individualismo, mezquinos, incapaces de reconciliarnos para defendernos juntos. Por algo el matemático Yu Takeuchi, quien vivió los últimos años de su vida en Bogotá, solía decir que un colombiano es más inteligente que un japonés, mientras que dos japoneses son más inteligentes que cien colombianos. En el momento en que abro la puerta me reconozco, con profunda tristeza, como habitante de un país cuya fractura social es más peligrosa que todas las pandemias del planeta.
2.– A principios de 2020 iba caminando con mi amigo John Junieles por el centro de Bogotá. De pronto, nos topamos con un negocio cuyo nombre me