No se rinde

Der Film von José Luis Cuerda ist außerhalb Spaniens kaum bekannt, doch im Land selbst ist er: Kult.

Sucede con frecuencia: algunas películas –o canciones o libros o lo que sea– no circulan mucho cuando salen, no reciben críticas entusiastas ni dineros a montones, pero, poco a poco, van haciéndose un sitio y, con los años, terminan por convertirse en clásicos. Amanece, que no es poco es el ejemplo perfecto de ese viaje tan redondo.

Amanece es una película y se estrenó en España en 1989. La rodó –por decirlo de algún modo– un señor de 40 años, manchego, barbado, socarrón, José Luis Cuerda, que ya había hecho un par de cosas para televisión, ni fu ni fa, y divertía mucho a sus amigos con sus cuentos disparatados de Albacete, su ciudad natal.

Amanece fue básicamente surreal. En un país que empezaba a creerse muy moderno, la película puso en escena lo más arcaico, lo más disparatado, lo más tradicionalmente ibero con un humor distinto: esos chistes que, justo antes de la carcajada, te dejan un

POR MARTÍN CAPARRÓS momento con la boca abierta. En un pueblo brutalmente español los personajes son imposibles y dicen cosas imposibles, y todo parece tan verdad: es un arte, y muy pocos saben practicarlo.

Amanece sigue sin conocerse mucho fuera de España; dentro, es uno de los ocho o diez clásicos del cine –en un país donde filmaron Buñuel, Berlanga, Saura, Almodóvar–.

Cada año los “amanecistas” se reúnen y celebran sus ritos, y recuerdan y recrean, y la comunidad de Castilla-La Mancha armó una “ruta de Amanece”; no hay muchas películas que hayan hecho tanto, que recordemos de tal modo.

Y aquí viene, con perdón, eso que los americanos llaman un disclaimer (descargo de responsabilidad): yo actué en Tiempo después, la última película de José Luis Cuerda, hice de un almirante despiadado (aquí, en la foto) y pude admirarlo muy de cerca, escucharlo, reírme con sus chistes imposibles, odiarlo por sus órdenes de director impávido, quererlo. Cuando murió, hace unos meses, nos dolió tanto a tantos.