Es nuestra
An manchen Ecken der Stadt herrscht iberisches Ambiente – ein wichtiger Grund für unsere Korrespondentin, hierzubleiben.
POR CARMELA NEGRETE
L LLos españoles que viven en Berlín inventaron un chiste: “Ellos tienen Mallorca y nosotros tenemos Berlín”. Fue cuando la crisis económica empujó a miles de jóvenes a emigrar de España. Muchos volvieron a la península ibérica después de unos años. Unos 14 000 se quedaron, y yo soy una de ellos. La mayoría vive en los barrios de Neukölln o de Kreuzberg. Hay sitios como la Boxhagener Platz, la Schleidenplatz, la Marheinekeplatz o la Falckensteinstraße que recuerdan a Madrid o Barcelona porque hay muchos bares y la gente se sienta fuera, en las terrazas. A veces estás en esas zonas y, de repente, escuchas a otras personas hablando español.
Un sitio que me encanta y donde se puede comer muy bien es el Bar Raval, propiedad del actor Daniel Brühl. El tataki de presa ibérica que prepara este restaurante es el plato que más me recuerda a Huelva, el lugar donde nací y crecí. Esta carne es muy especial por el tipo de cerdo y porque los animales crecen en un entorno natural llamado dehesa, que solo existe en España y Portugal. Lo bueno de este restaurante es que no es caro y, en comparación con otros sitios que sirven comida española, también tiene tapas muy ricas para vegetarianos, lo que a veces es muy socorrido. Además, la decoración no es hortera. Las baldosas del suelo son como las de la casa de cualquier abuela española.
Hay un póster en la pared que me recuerda a los carteles de Josep
Renau, aunque no es de él. Antes de mudarme a Berlín, no sabía que Renau está enterrado en el cementerio central de Friedrichsfelde junto a su mujer, Manuela Ballester. La tumba no es nada espectacular, pero da cuenta de la historia común que tienen Alemania y España. Hay más rastros de esta relación en el parque público Friedrichshain, donde el Gobierno de la RDA mandó construir una estatua a las Brigadas Internacionales de alemanes voluntarios que lucharon en la guerra civil española. Conocí este monumento porque el embajador español acudió a un homenaje que les hicieron.
Eso fue en 2016. Ya ha llovido mucho desde entonces. De hecho, hay un nuevo embajador. La embajada, eso sí, sigue en su sitio, en Tiergarten. Muchas veces hay exposiciones de arte dentro del edificio, que es un monumento protegido, de estilo neoclásico y construido durante el nazismo. Cuando Alemania estuvo dividida, la embajada pasó a estar en Bonn y después volvió aquí. A mí me da repelús cuando tengo que ir a hacer trámites y, además, está muy lejos del centro. Hace poco tuve que ir a renovar mi pasaporte y fui consciente de que llevo una década viviendo aquí. Aunque los berlineses tienen fama de ser malhumorados y muy diferentes al carácter latino, yo no lo he experimentado así. Al fin y al cabo, conozco pocos berlineses de nacimiento. Casi todo el mundo es de otro sitio, pero todos dicen: “Ich bin ein Berliner!”, como Kennedy. Supongo que me quedé porque Berlín, como dicen en broma los españoles que viven aquí, no es Alemania.