En el país del sol
Ohne Sonne können Spanier nicht leben. Aber das ist Wetterphänomenen wie dem Saharastaub egal. Er hat ohne jede Rücksicht trübe Tage gebracht.
EEl tiempo meteorológico nos ha dado a los españoles una buena lección: durante quince días seguidos no hemos visto el sol, como si fuéramos suecos, pero sin ser altos ni rubios. La calima, es decir, el polvo en suspensión, en este caso procedente del Sahara, ha invadido toda la Península y las islas. El polvo rojizo cubría los coches y las calles y entraba en las casas como una maldición bíblica. No había forma de frenarlo. El aire estaba sucio y el mundo era un lugar turbio y triste.
¿Saben lo que significa para nosotros no ver el sol para nada durante dos semanas enteras? Lo nunca visto. Estamos tan acostumbrados a nuestro clima benigno y soleado que quince días sin ese sol que rima con español han sido un calvario. De repente, parecíamos todos plantas mustias, almas en pena con la moral por los suelos y sin ganas de nada. Podían habernos contratado a todos para una película de zombies. Los que trabajan fuera de casa se arrastraban por las calles, medio asfixiados entre el polvo y la mascarilla. Los que teletrabajan se lo pensaban mucho antes de salir. La tradicional alegría del pueblo español estaba bajo mínimos.
Los fabricantes de pijamas deben de haber sido los únicos favorecidos por la situación porque, desde luego, era como para meterse en la cama a hibernar como un oso polar. Las redes se llenaban de usuarios preguntando desesperados cuándo diablos volveríamos a ver el sol. Los hombres del tiempo, pobres, no sabían ya dónde meterse y casi se disculpaban por darnos malas noticias, como si fuera culpa suya que el sol anduviera desaparecido.
Podemos soportar que aquí casi todo funcione peor que en los prósperos países del norte, pero, por favor, que sea con sol. La pandemia, con el confinamiento y las restricciones, a veces tan aleatorias, ya han sido lo bastante crueles como para, encima, soportar esa especie de neblina sucia y claustrofóbica. Un año de pandemia nos ha hecho perder la musculatura social. Cuando quedamos con los amigos nos ponemos nerviosos por la falta de práctica. Hemos perdido calor humano y espontaneidad y los que trabajamos desde casa nos pasamos todo el santo día mirando una pantalla que nos estropea la vista y nos mantiene horas con el culo en la silla, con el consiguiente peligro de que nos salgan almorranas. Al final del día nos duele un poco la garganta porque en las reuniones en línea se tiende a elevar más la voz. Tenemos una crisis económica tremenda, muchos negocios han tenido que cerrar y han perdido su trabajo montones de personas. La incertidumbre es ahora la única certidumbre. Mientras tanto, a España las vacunas nos llegan con cuentagotas y los políticos siguen diciéndonos, como si nos tomasen por idiotas, que en Navidad, como muy tarde, estaremos todos vacunados. ¿Cómo vamos a aguantar todo eso sin sol?