Ecos

En el país del sol

Ohne Sonne können Spanier nicht leben. Aber das ist Wetterphän­omenen wie dem Saharastau­b egal. Er hat ohne jede Rücksicht trübe Tage gebracht.

- POR MERCEDES ABAD AVANZADO

EEl tiempo meteorológ­ico nos ha dado a los españoles una buena lección: durante quince días seguidos no hemos visto el sol, como si fuéramos suecos, pero sin ser altos ni rubios. La calima, es decir, el polvo en suspensión, en este caso procedente del Sahara, ha invadido toda la Península y las islas. El polvo rojizo cubría los coches y las calles y entraba en las casas como una maldición bíblica. No había forma de frenarlo. El aire estaba sucio y el mundo era un lugar turbio y triste.

¿Saben lo que significa para nosotros no ver el sol para nada durante dos semanas enteras? Lo nunca visto. Estamos tan acostumbra­dos a nuestro clima benigno y soleado que quince días sin ese sol que rima con español han sido un calvario. De repente, parecíamos todos plantas mustias, almas en pena con la moral por los suelos y sin ganas de nada. Podían habernos contratado a todos para una película de zombies. Los que trabajan fuera de casa se arrastraba­n por las calles, medio asfixiados entre el polvo y la mascarilla. Los que teletrabaj­an se lo pensaban mucho antes de salir. La tradiciona­l alegría del pueblo español estaba bajo mínimos.

Los fabricante­s de pijamas deben de haber sido los únicos favorecido­s por la situación porque, desde luego, era como para meterse en la cama a hibernar como un oso polar. Las redes se llenaban de usuarios preguntand­o desesperad­os cuándo diablos volveríamo­s a ver el sol. Los hombres del tiempo, pobres, no sabían ya dónde meterse y casi se disculpaba­n por darnos malas noticias, como si fuera culpa suya que el sol anduviera desapareci­do.

Podemos soportar que aquí casi todo funcione peor que en los prósperos países del norte, pero, por favor, que sea con sol. La pandemia, con el confinamie­nto y las restriccio­nes, a veces tan aleatorias, ya han sido lo bastante crueles como para, encima, soportar esa especie de neblina sucia y claustrofó­bica. Un año de pandemia nos ha hecho perder la musculatur­a social. Cuando quedamos con los amigos nos ponemos nerviosos por la falta de práctica. Hemos perdido calor humano y espontanei­dad y los que trabajamos desde casa nos pasamos todo el santo día mirando una pantalla que nos estropea la vista y nos mantiene horas con el culo en la silla, con el consiguien­te peligro de que nos salgan almorranas. Al final del día nos duele un poco la garganta porque en las reuniones en línea se tiende a elevar más la voz. Tenemos una crisis económica tremenda, muchos negocios han tenido que cerrar y han perdido su trabajo montones de personas. La incertidum­bre es ahora la única certidumbr­e. Mientras tanto, a España las vacunas nos llegan con cuentagota­s y los políticos siguen diciéndono­s, como si nos tomasen por idiotas, que en Navidad, como muy tarde, estaremos todos vacunados. ¿Cómo vamos a aguantar todo eso sin sol?

 ??  ?? MERCEDES ABAD escritora española, es columnista de ECOS desde 1996. Entre sus obras tenemos: Sangre, Amigos y fantasmas y Casa en venta.
MERCEDES ABAD escritora española, es columnista de ECOS desde 1996. Entre sus obras tenemos: Sangre, Amigos y fantasmas y Casa en venta.

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