Ángela Molina
Vivir intensamente
Ángela Molina prägt das spanische Kino schon seit den Zeiten von Altmeister Luis Buñuel in den 70er-Jahren mit. Ein Gespräch übers Filmen und besondere Momente im Leben.
EEl cine en español no sería lo mismo sin Ángela Molina (Madrid, 1955). No es una exageración. Empezó a hacer películas a los 19 años y, desde entonces y con la misma ilusión, le ha seguido prestando su cuerpo y sus emociones a una infinidad de mujeres de ficción. Muchos de esos papeles se han quedado en la memoria del público a través de varias generaciones, todas con su rostro y energía. No es para menos, la intérprete ha participado en más de 100 películas, sin contar sus actuaciones en la televisión y en el teatro.
Aunque parezca mentira, Ángela Molina afirma con su característica calidez y honestidad que aún no lo ha hecho todo. La última vez que vio a Luis Buñuel, con quien trabajó en Ese oscuro objeto del deseo (1977), hablaron de llevar al cine La casa de Bernarda Alba. Ese proyecto nunca se realizó, por lo que Federico García Lorca sigue siendo uno de los pendientes de Ángela, quizás el más importante.
Desde el punto de vista personal, ¿qué te han aportado tus personajes de ficción?
Creo que se trata de una retroalimentación. Alimentas al personaje, le das tu vida, tu sangre, tu corazón, tus sentimientos, pero ellos te enseñan lugares diferentes de ti misma. En esa especie de encuentro sucede algo inevitable que no controlas, y resulta que aparecen otras personas. Ese es el lenguaje del ser humano, entendernos a través de lo que nos pasa y de las circunstancias que nos toca vivir.
Es notable que no te acomodaste en tu carrera. ¿Serías la misma persona de hoy sin la experiencia de salir de España?
No sería la misma. Fíjate que cuando me dicen que elija uno de los momentos de mi carrera, no puedo hacerlo porque cualquier momento y cualquier trabajo que hice soy yo, es mi vida. A todos los he amado, me han enseñado, me han edificado y forman parte de mí. Por eso, estoy tan agradecida con el tiempo, con la historia, así como con la historia en el tiempo, porque nada se puede cambiar y todo ha sido, de alguna manera, como tenía que ser. Yo disfruto la vida como es, y allí está todo.
Eres muy conocida más allá de las fronteras españolas, ¿cómo te tomas formar parte de la historia del cine hispanohablante?
Voy a ser un poco vanidosa, pero para mí es un orgullo (se ríe). Cuando voy a Latinoamérica, es como volver a casa; y cuando estoy en España, estoy en mi casa. Es como una consecuencia de lo que es mi vida y de lo que me aporta esa especie de fusión que se ha creado a través del tiempo; siento que podría estar allá de la misma manera que estoy aquí. Me satisfago de nuestras diferencias y las hago mías porque me interesan y las disfruto; eso es un privilegio. Cuando llevo mucho tiempo sin trabajar en Latinoamérica, lo echo mucho de menos porque forma parte de mí.
¿Cómo es la conversación sobre la sororidad con colegas y hasta con tu hija Olivia Molina, quien te ha seguido los pasos en la actuación?
Al haber una igualdad, se establece una comprensión pertinente y con respeto. Tratarse como iguales es querer ver al otro con tanto interés como te pretendes ver a ti misma. Entonces, por muy poco tiempo que pasemos juntas, tienes que saber que la persona que tienes al lado te está diciendo y enseñando cómo es ella, y eso tiene que suponer para ti no solamente una directriz, sino también un respeto y una forma creativa de ver la vida. Con mi hija trabajando, por ejemplo, somos muy diferentes, y lo que ella me aporta me parece que es absolutamente necesario, precisamente por ser tan distintas.
Desde el punto de vista de los feminismos, ¿cómo percibes a la mujer a través de las transformaciones que se han vivido en el mundo?
Las mujeres tenemos el privilegio de ser las que creamos la vida junto con el hombre, pero somos nosotras las hacedoras de ese milagro. Las mujeres nos movemos en el lenguaje universal que es el amor, y es el que nos ayuda a comprender cualquier tipo de circunstancia, porque somos seres dados a eso. Amamos a nuestros hijos, a nuestros hombres, al mundo en el que vivimos. Las mujeres somos hacedoras de amor y superamos los conflictos, las desigualdades y lo que haga falta con un sentido de unidad muy potente; es algo que reconozco en nosotras, unas somos espejos de las otras, para ayudarnos. En cualquier época de la vida y de la historia, la mujer siempre ha sido un ser valiente, igual al hombre. El resto son cosas injustas que se han desarrollado en la sociedad y en la política, o que se han abordado bien o se han entendido mal, pero siempre la mujer ha estado por encima de todo eso. Seguimos siendo los seres que siempre hemos sido ancestralmente, con la misma fuerza y valentía, quizás con una visión distinta porque hemos vivido muchas cosas que nos han hecho que estuviéramos allí para superarlas y aportar nuestro punto de verdad.
¿Cómo evalúas a tu “yo” de décadas pasadas?
No evalúo nada (se ríe). Me he visto crecer, cambiar y envejecer en el cine. Entonces, hago como en la vida, y yo la vida no la evalúo, simplemente sé que la he vivido muy intensamente. Con otras personas he disfrutado y amado nuestro trabajo al máximo, y ese ha sido el sentido de mi vida.