Sol y sombra
Maskulinum, Femininum? Oder gar Neutrum? Der, die oder das? Fragen, die alle Sprachen Lernenden beschäftigen und die sie nicht immer beantworten können...
Maskulinum oder Femininum?
UUna de las cosas más endiabladamente difíciles cuando aprendes una lengua es acertar con el género de cada cosa. No digo que conocer las reglas gramaticales y memorizar el vocabulario sea moco de pavo. Pero es factible. Te aprendes cada día una regla y unas cuantas palabras, no muchas, porque es mejor tener objetivos modestos y así poder cumplirlos. Luego recitas esas palabras en distintos momentos del día: en la ducha, en el dentista, en un atasco, mientras haces una de las frecuentes coronacolas para entrar a una tienda y, sobre todo –ese es el gran truco–, en el momento de meterte en la cama para dormir. Enseguida empiezas a retener esas nuevas y fascinantes palabras que repites una y otra vez, igual que cuando, de pequeño, estrenabas el lenguaje, desempaquetando cuidadosamente, como si fuera un juguete nuevo, cada uno de esos nombres. Pero ¡el género! El género es como para volverte loco. Cuesta muchísimo retenerlo, quizá porque es totalmente arbitrario y cambia en cada lengua. Coche, por ejemplo, es masculino en español, neutro en alemán… ¡y femenino en francés! Lo mismo pasa con la sal, que es neutra en alemán… ¡y masculina en francés! Así no hay quien se aclare. ¿No podían ponerse de acuerdo los lingüistas? Mil veces me he preguntado cómo es posible que, para ustedes, los alemanes, el sol sea femenino y la luna, masculina. ¡Con lo claro que está que es exactamente al revés! Que el sol, Helios en la mitología griega (también Apolo es el dios del sol), es masculino. Y que la luna, encarnada por Selene, hermana de Helios, es femenina.
Es cierto que a veces las terminaciones de las palabras nos ayudan a adivinar el género, pero no siempre es así, de modo que estamos condenados a cagarla a menudo. Con “covid” yo aún no me he aclarado. Para eterna confusión, unos lo ponen en femenino y otros, en masculino. Pero si, por regla general, lo aleatorio domina en materia de género, también hay excepciones, y bastante curiosas. Así, por ejemplo, en un país tan lamentablemente machista como lo es España, me avergüenza confesar que los electrodomésticos son mayoritariamente femeninos: la nevera, la cocina, la batidora, la freidora, la licuadora, la tostadora, la lavadora, la secadora, e incluso la plancha y la tabla de planchar. Lo mismo sucede con los utensilios de limpieza: la escoba, la fregona (que, por cierto, es un invento español), la aspiradora, la bayeta. Como no hay regla sin excepciones, también existe una pequeña minoría de palabras masculinas de acción limpiadora, pero algunas resultan de lo más sospechosas: el jabón y el detergente, que son un poco como el sol en nuestra galaxia porque sin ellos no hay limpieza posible. ¿Nos está diciendo el lenguaje que los utensilios femeninos son soldados rasos, pero el capitán es el jabón, un macho de pelo en pecho?
¡Ay, el lenguaje, cómo nos retrata!