El alfabeto de nuestro tiempo Neruda
Sein Name war ein Pseudonym, doch Pablo Neruda (1904-1973) wurde zu einem der berühmtesten Dichter Lateinamerikas.
Der Dichter, sein Pseudonym und der Preis
FFue, sin dudas, una de las obras más laboriosas de la cultura latinoamericana: desde sus 17 años, su autor se pasó todos los días de su vida construyéndola. Ese autor se llamaba Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto y había nacido en un pueblo del sur de Chile, Andes profundos, hijo de un obrero ferroviario y una madre muerta. Ricardo Eliécer se aburría, se desesperaba, se refugiaba en los libros, y muy chico empezó a escribir cosas. Su padre no quería; él, para evitarle el disgusto, decidió devolverle su nombre y conseguirse otro.
Nadie sabe bien por qué eligió “Neruda”. Se habla de un poeta checo y de un personaje de Sherlock Holmes; él nunca confesó. Ricardo Eliécer se puso también Pablo y se fue a la capital; era tan jovencito. Y ya entonces, antes de cumplir los 20, publicó el libro que lo lanzaría: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche…”, decía uno de sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
Su obra fue un éxito rotundo: Pablo Neruda se volvió el gran poeta latinoamericano de ese siglo. Hay quienes dicen que fue más grande que poeta, pero lo cierto es que generaciones repitieron sus versos, se codeó con la crema, lo elogiaron los buenos. Hay que reconocer que el personaje era casi inmejorable, siempre rodeado de amigos famosos y mujeres sumisas y tragos espléndidos y verbos desgarrados. Aunque en algún momento se le fue de las manos: Neruda se volvió muy comunista y publicó mamotretos elegíacos que tuvieron su día y se hundieron en la noche de la prosopopeya.
Su autor nunca volvió a llamarse ni Ricardo ni Eliécer ni Neftalí ni Reyes ni Basoalto: su trabajo no tuvo un minuto de respiro. Siempre escondido tras Neruda se construyó, todavía en vida, su mausoleo frente al océano, y allí vivió y allí se hizo enterrar cuando un golpe de Estado aceleró su muerte. Allí quedó: la obra permanece, su autor ya fue olvidado. Dicen –algunos dicen– que es lo mejor que le puede pasar a un artista.