Ecos

El futbolín

Am Kickertisc­h geht es heute oft hart zur Sache. Dabei war der Ball früher aus Kork – und die ersten Spieler Kriegsvers­ehrte.

- POR JUAN-RAMÓN GARCÍA OBER INTERMEDIO

Seguro que lo ha jugado alguna vez en un bar, en su empresa o al aire libre junto a la piscina o la playa: el futbolín es un juego universal.

Lo que no es tan sabido es que el futbolín puede considerar­se un invento español, porque fue el gallego Alejandro Finisterre, seudónimo de Alejandro Campos Ramírez (19192007), quien lo patentó en Barcelona en 1937. Este hombre tuvo una vida que daría para toda la revista: fue poeta, editor e inventor. Siendo muy joven, fue herido durante la Guerra Civil en los bombardeos de Madrid y trasladado al hospital de Montserrat. Al igual que él, había muchos jóvenes heridos de guerra que necesitaba­n una distracció­n y no podían jugar al fútbol. A Alejandro le gustaba el tenis de mesa y pensó: “¿Por qué no unir el tenis de mesa con el fútbol?”. Con la ayuda de un carpintero construyer­on un modelo con figuras muy simples, se jugaba con un balón de corcho. Finisterre se exilió, a Francia primero. Vivió en varios países latinoamer­icanos antes de regresar a España tras la muerte de Franco en 1976.

En 1948 Finisterre vio que su futbolín había llegado a París. Es en Guatemala durante los años 50 cuando consigue mejorar su invento, al añadirle las barras metálicas al futbolín.

En la actualidad, hay distintas variantes respecto al número de jugadores en la mesa. La particular­idad del futbolín español es que los jugadores tienen las dos piernas y los brazos separados, mientras que en el resto de países las piernas están unidas. Así que la próxima vez que juegue al fútbol –con las manos– en una mesa, recuerde que está disfrutand­o de un invento español. Ah, y no olvide otra norma básica: ¡está absolutame­nte prohibido hacer el “molinillo” o la “ruleta”!

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