Escándalos literarios
Carmen Mola hat 2021 den sehr hoch dotierten PlanetaPreis in Spanien gewonnen. Ein Skandal nicht nur für viele Leserinnen, denn die Autorin gibt es gar nicht.
El premio Planeta de literatura es un sueño para muchos escritores en español. No es de extrañar: este año la novela galardonada se llevó por primera vez en la historia del certamen un millón de euros. Más que el premio Nobel y más que ningún otro premio en el planeta Tierra. Lo bastante, en cualquier caso, como para llegar a fin de mes sin la lengua fuera durante una temporada. Entre los ganadores de pasadas ediciones encontramos a autores tan célebres como Ana María Matute, Mario Vargas Llosa o Camilo José Cela. Pero la historia de este premio se ve afeada por algún escándalo. El de este año aún palpita en los medios de comunicación y en las tertulias entre amigos: Carmen Mola, la ganadora, que ya había escrito varias novelas muy vendidas, no es una mujer, sino tres hombres ocultos tras ese seudónimo con juego de palabras, puesto que en España “mola” es una expresión muy popular que significa “gusta”. Descubierta la identidad del trío, muchos pusieron el grito en el cielo. Si unos se preguntaban si era justo que tres autores compitieran con autores “singulares”, una librería madrileña especializada en libros de mujeres retiró, enojadísima, los libros de Carmen Mola de su catálogo. No es el único caso de cambio de sexo literario: históricamente, muchas mujeres ocultaron su condición bajo seudónimos masculinos, desde Emily Brontë, que publicó la primera edición de Cumbres borrascosas con un nombre de varón, hasta Caterina Albert, una escritora catalana conocida con el seudónimo de Víctor Català y que precisamente decidió esconder su identidad tras ganar un premio con su monólogo La infanticida, porque el jurado se escandalizó al descubrir que la autora de un texto tan violento era una mujer. Lo que jamás se había visto hasta ahora era el tránsito contrario: de caballero a dama, lo que dice mucho de nuestra época. Porque si antes una mujer se ocultaba para evitar ser socialmente condenada por escribir ciertas cosas, hoy el motivo de la “ocultación” parece más trivial: dinero, dinero, dinero…
Pero volvamos al Planeta. Ya en 2005 estalló la polémica cuando Juan Marsé dimitió como jurado por estar en desacuerdo con el sistema de selección de las obras finalistas. Afirmó que “el nivel es bajo y, en algunos tramos, subterráneo”. Luego añadió que estaba “harto de novelas insustanciales que ocupan tanto espacio mediático en perjuicio de otras con empeños más honestos y ambiciosos”. No hizo más que hacer “oficial” lo que se rumoreaba en el mundillo literario: que el premio Planeta estaba amañado y que las novelas ganadoras no eran nada del otro mundo. Pero malas o no, la publicidad siempre hace que se vendan como churros.
A quienes, como Marsé y yo, están hartos de novelas insustanciales, les daré un truco: pasarse horas en alguna buena librería y atravesar el bosque de insustancialidades hasta dar —oh, maravilla— con esa joya honesta y audaz cuya lectura nos hará olvidar durante unas horas toda mediocridad.